‘Dominga habla sola’, la Mafalda de la tercera edad

16 de octubre de 2024
16 de octubre de 2024
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dominga habla sola

Es respondona, irónica, divertida, entrañable, tierna y rebelde, todo a la vez. Quizá el personaje de Dominga se entienda mejor si se la considera la Mafalda de la tercera edad, porque esta anciana que lleva tiempo encandilando a personas de distintas generaciones en Instagram es una mujer mayor, libre y empoderada. Y eso siempre es atractivo.

Su creadora, la alicantina afincada en Barcelona y con raíces manchegas Elisabeth Justicia, la creó para sumar una labor social a su trabajo creativo profesional. Justicia estudió Bellas Artes y ha trabajado muchos años como diseñadora gráfica e ilustradora infantil.

«No sabía bien cómo, pero a mí me parece que el arte, o la ilustración, en mi caso, son una gran herramienta muy potente para contar cosas. Y usarla solamente en empresa —que está muy bien para ganarte un salario y pagar un alquiler— se queda un poco corto, por lo que tenía ese afán de meterme en el aspecto más social. Así que, un poco por amor al arte, estudié también Integración Social».

El proyecto de Dominga habla sola empezó casi como un hobbie, y en paralelo a su trabajo profesional. Trabajar como diseñadora e ilustradora para otros le exige mucho tiempo, muchas horas, para que el resultado sea técnicamente perfecto.

Necesitaba encontrar una salida también creativa que fuese solo para ella, «como por diversión, por esas ganas de contar, pero sin que me llevase muchísimas horas de trabajo y con la que poder contar esas cosas que me pasan, hablar de cosas que me frustran, que me indignan o que siento, de alguna forma. Mi idea era hacer un dibujo muy sencillo, muy rápido, para hacer uno al día, casi como forma de desahogo personal».

Pero exponerse en redes sociales no le gustaba. Así que pensó que lo mejor era crear un personaje que hablara por ella, que le sirviera de careta. «Y ese personaje lo que sí tuve superclaro es que tenía que ser una mujer mayor, porque yo tengo una relación estrechísima con mi abuela, y mi abuela es quien me ha servido de inspiración total para muchas de las decisiones que he tomado en mi vida».

Justicia cuenta que se mudó a vivir con su abuela cuando tenía 15 años, y ese hecho influyó determinante en su vida, ya que creció asumiendo unos principios, valores y forma de ver la vida muy particulares, «y todo eso se lo debo a ella. Yo, quien soy a día de hoy, es gracias a ella. Infinitas gracias a ella, porque es quien me ha hecho ver las cosas importantes desde el punto de vista de una persona mayor de 70, 80, 90 años. Y quien me ha hecho entender la importancia de la escucha activa hacia esta generación, y todo lo que podemos aprender de ella».

De ahí que, al llegar a la edad adulta y sentir la necesidad de hablar de lo que piensa, de lo que opina y lo que le molesta, se dé cuenta de que esas cosas que le indignan, le frustran y le parecen injustas es lo que ha aprendido de su abuela. El personaje de una mujer mayor era el que mejor podía representar todo lo que la ilustradora quería contar.

Por eso Dominga suena mucho más joven, a pesar de pintar canas y tener arrugas en la piel. Y por eso conecta con tanta gente tan diferente.

«Yo creo que lo que se consigue, o al menos es lo que veo y no tenía pensado que eso pudiera pasar así, es que el hecho de poner esas palabras o ese mensaje o esa opinión en la voz de una mujer mayor te hace ver que te puedes identificar con ella. He visto que es una forma muy guay de acercar generaciones, de romper con esos estereotipos, con ese edadismo. Para hacerte ver que una nieta y una abuela pueden sentir y pueden pensar igual en muchísimas cosas. Ha funcionado muy bien por eso, porque tiene esa doble voz, porque llega igualmente a una generación o a otra».

Dominga y sus preocupaciones

La soledad es uno de los temas principales que aborda Elisabeth Justicia en boca de Dominga. De hecho, al nombre del personaje le acompaña la coletilla «habla sola».

«Una de las cosas que utilizo mucho como lema, además de ‘Dominga habla sola’, es “y hablo de lo que me viene en gana porque no están las cosas como para que una se quede callada”. No sabemos qué soledad tienen Dominga, pero sabemos que habla sola porque tiene mucho que decir. Y, al final, da igual si la escuchan o no, ella necesita decirlo».

En sus viñetas, Dominga y Elisabeth hablan de los placeres, de la importancia de la amistad a cualquier edad, de cultivar esas amistades y de contar con una red de apoyo. También se aborda el papel de las abuelas para darle una vuelta al significado.

«La abuela no es quien tiene que recoger a los nietos del colegio, darles la merienda y tenerlos listos para cuando llega el hijo a recogerlos. Una abuela es quien nos va a enseñar un montón de cosas». Romper, en definitiva, con el rol de abuelas esclavas y mostrarlas como lo que son, como lo que quieren y deben ser: mujeres libres que pueden elegir lo que les dé la gana hacer.

Pero quizá su preocupación principal sea la de intentar encontrar un mundo más justo en general, acabar con tantas injusticias que nos rodean y que rodean a las personas mayores en particular.

«Y aquí hablamos de igualdad, de la falta de empoderamiento en mujeres mayores, de esa visibilidad que deberían tener, que debería tener una generación que cada vez se está olvidando más e invisibilizando más». Justicia cree que a las personas mayores se les debería dar más voz, más participación social y política, para que sean ellas quienes decidan qué significa envejecer y cómo hacerlo.

«Vamos a dejar de decir cómo envejecer y vamos a dar libertad para que lo hagan como quieran. Y no meterlos en un mismo saco —que se llama edadismo— donde pensamos que todos son iguales. Esa es una de las cosas en las que hago muchísimo hincapié porque creo fervientemente en esto».

Ese interés por hacer justicia está salpicado por muchos otros problemas más. «Salpica una desigualdad brutal, salpica una doble discriminación, sobre todo a mujeres mayores, por el hecho de ser mayores y mujeres; incluso una triple, porque a veces la pobreza también las atañe mucho más a ellas que a ellos por las pensiones tan desiguales que hay. O la viudedad».

Todo ello configura un proyecto que va mucho más allá de viñetas en redes sociales. La diseñadora e ilustradora también imparte talleres en los que utiliza la figura de Dominga para hablar, en definitiva, de una vejez más empoderada y libre.

«Al final, Dominga va salpicando muchos temas y voy creando viñetas relacionadas con cada uno de esos temas que vamos a abordar en los talleres. Y consigo que luego todos se identifiquen. Para mí, lo más increíble es que cojan el término ‘Dominga’ como sinónimo de mujer mayor empoderada y siendo libre de decir lo que le dé la gana».

¿Y por qué Dominga y no otro nombre?

Ese empoderamiento viene ya implícito, tal y como detalla Elisabeth Justicia, en el propio nombre del personaje. De hecho, esa elección no ha sido nada casual, sino que responde a dos cuestiones.

Una de las cosas que más indignan y molestan a la ilustradora es la desigualdad en el lenguaje, ese que muestran palabras que en masculino significan una cosa y en femenino, otra mucho peor (zorro y zorra, por ejemplo). De ahí que quisiera buscar un nombre que, jugando con esa dualidad, sirviera para darle la vuelta y convertir lo negativo en fuerza y poder para la mujer.

Por otro lado, el personaje nació para moverse en Instagram, una red social en la que es imposible mostrar el pecho femenino sin ser censurado. Así que pensó, ¿no querías caldo, Instagram?, pues toma dos tazas: Dominga, que como nombre común hace alusión al pecho femenino, se convirtió en el nombre propio del personaje para retar la censura y «llamarse como lo que no quieres que aparezca ahí».

Dominga y su banda se hacen poderosas en Soria

Entre los muchos talleres que Elisabeth Justicia ha impartido de la mano de Dominga, destaca el proyecto que le propusieron desde la Concejalía de Igualdad del Ayuntamiento de Soria.

Cuando le contactaron, estaban preparando una campaña para dar visibilidad a las mujeres mayores, y creyeron que el personaje de la ilustradora y diseñadora gráfica era perfecto para lograrlo. Justicia aceptó y entre ambas partes acordaron que el centro de la acción deberían ser ellas, esas mujeres mayores, así que organizaron una serie de talleres donde pudieran expresarse directamente, ser parte activa.

De aquellos talleres, la ilustradora iba sacando ideas que luego trasladaba en forma de viñetas y ponía en boca de Dominga. «Ella fue una forma de dar voz e imagen a las ideas y mensajes que estas mujeres que participaban en los talleres querían lanzar».

Después, aquellas viñetas se convirtieron en carteles con los que empapelaron toda la ciudad: mupis, autobuses, cartelería, vinilos para escaparates de los comercios… Incluso una enorme lona, que aún hoy sigue colgada en Soria, donde Dominga estaba acompañada de todas aquellas mujeres que habían participado en los talleres y que pasaron a convertirse en La Banda de Dominga.

«Y el Ayuntamiento, viendo la acogida de Dominga, decidió poner su escultura en un banco en el parque de La Dehesa, en La Alameda, porque también era el símbolo de mujer mayor que tiene aquí un tiempo para ti, para escucharte si lo necesitas, para que la escuches… Un símbolo que pone en valor a las mujeres. Es también el punto de encuentro de estas domingas, que tienen un grupo de WhatsApp que se llama así, Las Domingas».

Para la diseñadora gráfica e ilustradora esta campaña ha sido un éxito porque ha provocado un cambio. «Que en Soria se conozca a las Domingas y que digan “¡yo soy una Dominga!” incluso las que no formaron parte de ese grupo, porque también ellas expresan lo que quieren, dice mucho. Y esas 15 mujeres de los talleres, que no se conocían de nada, hoy son amigas y hacen cosas juntas. Fue una campaña chulísima. Y hoy se sigue hablando de ella. Incluso la semana pasada le dieron un premio».

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