Destruir la humanidad para conservar la Tierra: esa es la fórmula de algunos villanos del cine para salvar el planeta. La intención es buena, pero el método elegido no suena bien ni parece alentador. Lo que sí demuestra es que a la gran pantalla ha llegado un tipo nuevo de malvado: el ecovillano.
El más conocido es Thanos, interpretado por Josh Brolin en Avengers Infinity War (2018). Pero hay otros, como Mr. Valentine (Samuel L. Jackson) en Kingsman (2014) y el rey Orm (Patrick Wilson) de Aquaman (2018).
¿Pero qué distingue a un ecovillano de un villano clásico? Básicamente, que no ansían el poder o la riqueza desmesurada, sino que están interesados realmente por el cambio climático, el calentamiento global y la distribución de recursos. Su discurso es coherente, pero el método elegido para buscar una solución a la catástrofe climática que provocan los gobiernos más poderosos del mundo es el genocidio. Podría decirse que es una especie de Quijote: tiene pensamientos cuerdos, pero soluciones de loco.
Los guionistas de cine utilizan la figura del ecovillano como representante de la naturaleza, como el sustituto dramático del género que inició Godzilla, la venganza de la naturaleza contra las personas (1954). Después llegaron otros filmes donde aparecen criaturas mutadas y animales y plantas que quieren recuperar sus espacios naturales. Ejemplo de ello son Los pájaros (1952), El enjambre (1994) y El incidente (2008).
Javier Meléndez hace un repaso por la figura del ecovillano en este artículo para Igluu.