El arte de buscar casa en un sistema que no te espera

O por qué buscar bien es la única defensa en el mercado inmobiliario de Madrid

Desde hace unos meses, se repite la misma pregunta en titulares, sobremesas y redes: ¿es buen momento para comprar casa en Madrid (extensible a otras ciudades del país)? ¿Estamos en una nueva burbuja inmobiliaria? ¿Va a estallar? ¿Es mejor esperar?

No hay burbuja, hay escasez

Y la respuesta es incómoda, pero clara: no. En el caso de Madrid, no está en una burbuja como en 2008. No hay inflación de precios por pura especulación, ni sobreoferta, ni hipotecas regaladas a perfiles sin garantías. Lo que hay ahora es, sencillamente, falta de vivienda.

La población crece. Cada vez hay más personas queriendo vivir en el centro, y cada vez hay menos opciones para hacerlo. No se construye lo suficiente. No se alquila con facilidad. No se venden las viviendas vacías. Y, ante esta escasez, los precios no bajan. Ni parece que vayan a hacerlo. Al menos, no en los barrios más demandados.

Hasta que Madrid no se acerque a los precios de ciudades como París o Londres, la subida seguirá su curso. Puede ralentizarse. Puede estabilizarse por momentos. Pero caer de verdad, no. Porque el problema no es coyuntural, es estructural. Y, mientras tanto, quienes buscan casa lo hacen dentro de un mercado tensionado, rápido y profundamente agotador.

Buscar casa sin margen

Visitar pisos en Madrid, hoy, se asemeja a una gincana sin instrucciones claras. A veces el problema empieza incluso antes: cuando intentas contactar con quien ha publicado el anuncio y no obtienes respuesta porque está saturado. En otras ocasiones, todos los interesados son convocados a la misma hora, como si se tratara del acceso a un concierto de una estrella del rock. Y si el piso en cuestión resulta mínimamente atractivo —por ubicación, por precio o simplemente por no ser un desastre—, te toca correr, literalmente, para ser el primero en visitarlo. Porque se vende. Y rápido.

Así que lo que en términos económicos y vitales debería ser una de las decisiones más meditadas de la vida adulta, acaba tomándose bajo presión, con prisa, y muchas veces sin margen para el análisis o el contraste.

La búsqueda no es lineal, es emocional, cíclica y muchas veces frustrante. Hay quien empieza con ilusión, navega por Idealista con entusiasmo, visita algunos pisos, se desmotiva y lo deja. Semanas después, lo retoma. Y vuelve a caer en el mismo bucle. También están quienes buscan desde lejos, padres que quieren ayudar a sus hijos a establecerse. O parejas que, aun con buen presupuesto, no encuentran nada que encaje del todo. Todo parece caro, mal reformado o directamente inhabitable. Y cuando aparece algo interesante, se esfuma antes de poder pensarlo dos veces.

Decisiones grandes, información pequeña

Uno de los errores más comunes es tomar decisiones importantes sin conocer los condicionantes técnicos. Comprar un piso antiguo, por ejemplo, sin saber si será posible mover la cocina, añadir un baño, redistribuir las estancias. En muchos edificios del centro —construidos antes de los años 60— no se puede tocar lo que se cree tocable. Hay muros de carga, bajantes compartidas, vecinos que no autorizan modificaciones y normativas invisibles que aparecen cuando ya es tarde.

Otro error, más silencioso, es dejar pasar buenas oportunidades por no tener a nadie que te ayude a verlas. Dudar está bien. Pero en este mercado, la duda sin apoyo técnico suele costar caro. Un piso con potencial puede parecer inservible sin la mirada adecuada. Y lo contrario también: lo que brilla, no siempre es oro.

La solución está en mirar mejor

¿Y si hay una manera de ampliar las posibilidades de terminar con un piso que realmente cumple con todo lo que quieres? En Madrid, la mayoría de las viviendas en venta son antiguas y necesitan una reforma para adaptarse a los estándares y necesidades actuales. La solución, por lo tanto, está en lo que no está terminado. En lo que no aparenta. Comprar para reformar no es solo una elección estética, es una forma de acceder a opciones que otros descartan, de diseñar desde cero un lugar que funcione de verdad. Y para ver ese potencial es clave haber hecho bien el trabajo antes de empezar a buscar.

Reformar bien es también una forma de ganar control. De tener la seguridad de obtener un piso nuevo con los materiales que quieres, con la distribución que necesitas, adaptada a tu vida. Pero también implica entender qué se puede hacer, cuánto costará y qué condiciones reales marca el edificio, la normativa o el propio estado de la vivienda.

Hay muchas historias que empiezan igual: una pareja busca durante meses sin encontrar nada. Lo que ven ya reformado no les gusta. Lo que no lo está, les genera inseguridad. Hasta que alguien les ayuda a ver el potencial de un piso anticuado, sin brillos, pero con estructura y posibilidades. Se analiza lo viable, se hacen números, se traza una estrategia. Y entonces sí: se compra. Se reforma. Y el resultado no es solo una vivienda bonita, es una vida que encaja.

Porque ese es, al final, el verdadero inicio del proceso: el viaje de comprar una vivienda no empieza el día de la mudanza ni el día de la firma. Empieza mucho antes, en la mirada, en la pregunta. En esa visita donde alguien ve lo que otros no ven. En esa pausa rara en medio del ruido, donde una persona puede por fin imaginar cómo quiere vivir. Comprar casa no debería ser una aventura, y menos en solitario. No en Madrid. No en este mercado. Y, desde luego, no en cuestión de minutos.

Juliane Haider es fundadora del estudio de arquitectura JH MADRID

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Patrick Thomas

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