Si alguno tiene a bien dejarse caer por Nápoles, advertirá que Maradona adquirió allí, hace más de dos décadas, la categoría de santidad y de que cuenta con pequeños altares similares a los de las madonnas que son adoradas en la ciudad. Sin embargo, no es el argentino el único jugador venerado con más fervor religioso que admiración terrenal.
Southampton es una pequeña ciudad al sur de Gran Bretaña. Sus 300.000 habitantes siguen sin olvidar a Matthew Le Tissier, el jugador más carismático que ha pasado por las filas de The Saints, el Southampton FC, el club de fútbol local. Le Tissier, apodado Le God (El Dios), por los aficionados de la grada de The Dell, era uno de esos jugadores que sería un indigente si hubiera cobrado su sueldo por kilómetro recorrido sobre el verde. Por suerte, el talento no se mide con cuentakilómetros y el futbolista nacido en la isla de Guernsey, en mitad del Canal de La Mancha, vio reconocido su trabajo debidamente.
¿Qué hacía peculiar a Le Tissier y, sobre todo, qué hizo para que fuese tan adorado en la mediana población inglesa? En unos años en los que la liga inglesa proyecta recuerdos embarrados y grises, el jugador era una rara avis que basaba su supervivencia en una técnica extraordinaria. Como una bailarina del Bolshoi entre los orcos de Mordor, el jugador era capaz de ganar un partido casi sin moverse de un metro cuadrado.
Feo y con tendencia a echar barriga, Matthew Le Tissier se convirtió en símbolo de la ciudad porque, más allá de hacer lo nunca visto en ese campo, jamás vistió otra camiseta que no fuera la rojiblanca de The Saints.
Su figura ha marcado desde su irrupción el ánimo, el pulso y hasta la anatomía de Southampton. “Welcome to Southampton. You’re entering Le God’s country” es la inscripción que se puede leer en multitud de carteles desperdigados por la ciudad. Existe un pub con el nombre del jugador y un edificio levantado sobre el terreno donde se alzaba el antiguo estadio The Dell que se denomina Matthew Le Tissier. Incluso, hubo una iniciativa ciudadana que pedía que el aeropuerto de la ciudad pasara a llamarse como el divino futbolista. No es la única vinculación que tiene con la aviación ya que también ha puesto nombre a una aeronave que opera desde su isla natal.
210 goles después, muchos de ellos imposibles, Matt Le Tissier colgó las botas. Era el año 2002 y desde entonces es analista deportivo en un canal de televisión británico. Le God rechazó ofertas de algunos de los mejores clubes de Inglaterra y Europa por no dejar la ciudad en la que mejor se sintió. Por eso, aún muchas personas ven su cara al mirar el cielo de Southampton para lanzar sus oraciones.
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Escrito por Javier Maresca y David García para Ling Magazine.