El ecosistema

11 de enero de 2012
11 de enero de 2012
1 min de lectura

Lo tienes o no lo tienes. No se tiene a medias, no se consigue parcialmente, no se disfruta de forma temporal. El ecosistema es Pepito Martínez programando juegos en su casa para que tú los disfrutes en tu iPhone o en tu Android. Bueno, Pepito y miles de Pepitos.

El ecosistema es que todo funcione interconectado de una forma natural, sin fricciones. Lo que los mecánicos y los portugueses llamarían ‘engrasado’.

Si lo tienes considérate un afortunado. Otros mueren por conseguirlo y por no haberlo conseguido. Que se lo pregunten a Palm, a Rim o a la mayoría de las operadoras que se resisten a no protagonizar una industria que siempre han considerado suya, y en la que han invertido ingentes cantidades de dinero para desplegar la infraestructura. Paradojas del ecosistema, cuando más dinero se está moviendo en el mundo de la telefonía móvil, algunas experimentan, por primera vez en su historia, lo que es perder dinero. Lástima.

Para que el ecosistema se acerque a ti tienes que caer bien. Esto no es sencillo si has impuesto tus normas en el pasado. Tu modelo de negocio ha de ser, simple, justo y fiable. Tu mecánica de descarga, valoraciones y comentarios, transparentes.

No se puede forzar la creación de ecosistemas aunque pongas las facilidades para ello. Un simple viento, una pequeña bajada de las temperaturas, una lluvia a destiempo o unos lodos del pasado hacen que tu ecosistema se vaya al traste antes de tiempo, antes de formarse.

Algunas compañías han llegado al momento dorado de los contenidos para móviles con muchos huracanes traperos y el ecosistema tiene una condenada memoria.

No hay trucos para crear un ecosistema, ensayo y error, pico y pala.

Pero ¡ay de aquellos que, habiéndolo conseguido, se dedican a forzarlo con absurdos filtros aleatorios e irrazonables que quebrantan las relaciones sanas y fluidas!

Este artículo fue publicado antes en el número de enero de la revista Yorokobu.

No te pierdas...