El enigma de la manzana

25 de junio de 2012
25 de junio de 2012
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Alan Turing se suicidó… o no. El padre de la computación moderna, cuyo primer centenario de su nacimiento se cumple estos días, apareció muerto junto a una manzana mordisqueada a la que previamente había inyectado cianuro. Admitió su homosexualidad como dato probatorio en un juicio contra un hombre que quiso robarle, y eso le costó la cordura, y probablemente la vida.

Steve Jobs siempre negó que el logotipo de Apple fuera un homenaje al brillante científico (y su elocuente cadáver) pero pocos cuestionan ya ese origen. La manzana tiene un indudable componente hermético, que los esotéricos siempre han querido utilizar en sus argumentaciones, apoyándose en los comienzos bíblicos en aquel parquecillo poligonero denominado pomposamente “Jardín del Edén”.

Por orden de las autoridades Turing se sometió a una castración química feroz, que le quitó las ganas de vivir a los 42 años de edad, y a nosotros nos privó de sus futuros descubrimientos. Descifró el funcionamiento de la máquina de encriptación ENIGMA utilizada por los nazis, y ello resolvió la II Guerra Mundial en el sentido que todos conocemos. Gracias a él, en Albacete no se habla alemán.

Nadie ignora el pleito que la empresa de Cupertino ha sostenido con los albaceas de The Beatles, precisamente por su sello discográfico “Apple Records”. El conflicto se resolvió extrajudicialmente hace poco, en términos que no han trascendido, probablemente por la obscenidad de tanto dinero gastado en algo tan tonto.

La osadía de Guillermo Tell, que fue obligado a disparar sobre una manzana colocada sobre la testa de su hijo, puso de moda las exquisitas ballestas en unos tiempos de rudeza, disparando con precisión y elegancia sospechosas. Como telón de fondo, los inmensos Alpes del cantón suizo de Uri, allá por el siglo XIV.

Cientos de años después, con funesta puntería y consecuencias inexplicables (fue absuelto del cargo de homicidio) uno de mis escritores favoritos, William S.Burroughs, disparaba contra su mujer con una escopeta… Hay que matizar, colocó primero una manzana sobre su cabeza, pero al apretar el gatillo le voló la cara, literalmente. En el juicio se alegó el consumo de sustancias psicotrópicas, nada raro en un pope de la generación “Beat”.

No se pierdan su impagable libro de sueños titulado “Mi educación” (Península) en cuya portada aparece precisamente empuñando la famosa escopeta, tocado con un sombrero de cazador decorado con plumas. Su posterior biografía, abiertamente homosexual y misógina, abre razonables dudas acerca del sangriento incidente. Se dice que su amigo Andy Warhol ideó la famosa portada de la Velvet con una manzana en vez de un plátano, pero William se mosqueó, y Warhol inmortalizó el símbolo de Canarias en vez del de la sidra El Gaitero.

Qué más se puede añadir al famoso momento de la historia de la Ciencia en la que un alumno taciturno y veinteañero siesteaba en la campiña inglesa a la sombra de un manzano, cuando uno de sus frutos maduros cayó e impactó en la cabeza del chaval. Isaac Newton, se llamaba. Y pasó de la siesta a la Teoría de Gravitación Universal, que permanecería intacta hasta el advenimiento de Einstein, quien siempre respetó sus principios, aunque hubo de ampliarlos y matizarlos en la subsiguiente Teoría de la Relatividad, esta vez sin el concurso de manzana alguna.

En Febrero de 1924, un cronista deportivo llamado Fitz Gerald escribió en su columna del desaparecido New York Morning Telegraph: «La Gran Manzana. El sueño de todo chico que haya montado un pura sangre y el objetivo de todo jinete. Sólo existe una Gran Manzana y es Nueva York». Nadie sabe por qué se le ocurrió esa metáfora hípica, y cualquier publicista daría su brazo izquierdo por entender su éxito planetario, casi un siglo después.

La manzana es la fruta por antonomasia. No hay tantas leyendas en torno a melocotones, peras o nísperos, si exceptuamos el protagonismo del plátano en juegos para adultos. Es más que probable que los hermanos Grimm conocieran el Antiguo Testamento, lo que explica el plagio (o intertextualización, como diría algún Premio Planeta) con Blancanieves, la Madastra y la manzana envenenada.

Por cierto, la madre de Turing, sostuvo que él nunca se habría suicidado, y atribuyó la muerte a un accidente en el transcurso de un experimento sobre la resistencia a los venenos.

Foto: Wikimedia Commons

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