En un giro inesperado, el hombre que hizo su fortuna con el software cerrado se ha convertido en un defensor de la ciencia abierta. Paul Allen, cofundador de Microsoft, ha escrito un artículo en Wall Street Journal (se necesita suscripción para leerlo) que apoya la necesidad de apostar por modelos más abiertos en la ciencia.
No es ni mucho menos el primero en hacerlo, pero el hecho de que alguien que invierte millones de dólares cada año en la ciencia esté apostando por un modelo abierto está siendo interpretado como un gran respaldo a esta forma de trabajo en un sector tradicionalmente reacio a compartir conocimiento.
Cuando el filántropo habla de ‘Open Science’ se refiere a un modelo similar al utilizado en el desarrollo de innovación abierta, donde los datos y la información que se van generando a lo largo del tiempo se comparten para que distintas personas ajenas al proyecto puedan trabajar sobre ella. Esta forma de investigar permite avanzar mucho más rápido que cuando los datos se quedan en equipos reducidos. La suma de muchos cerebros se vuelve mucho más poderosa para solucionar problemas.
El empresario se apoya en su propia experiencia con el Allen Institute for Brain Science para reivindicar el modelo open, un instituto dedicado al estudio de la neurociencia que lleva varios años trabajando de esta forma. «Generamos datos con el propósito de compartirlos. (…) No queremos analizar los datos en bruto y esperar hasta publicarlos. Lo sacamos todo en una página web pública en cuanto pasa nuestro control de calidad. Nuestro objetivo es acelerar los descubrimientos al igual que queremos que sea algo que nos ayude a nuestras investigaciones en el futuro», explica en el artículo.
Según Allen, la base de datos que han creado almacena decenas de millones de imágenes en alta resolución. Además, asegura que universidades como UCLA y Radboud están construyendo cursos alrededor de la información que almacena el sistema.
El artículo supone un buen respaldo a estas iniciativas porque Allen es uno de los mayores donantes en el campo de la investigación en EEUU. En ese sentido, el excompañero de Bill Gates hace un llamamiento a que los filántropos tengan en cuenta la apuesta por la colaboración abierta cuando donan su dinero a la ciencia. «Antes de escribir un cheque para la universidad deberían preguntar a los investigadores sobre su trayectoria en compartir el conocimiento».
Sin embargo, es importante mantener un poco de perspectiva antes de santificar al empresario estadounidense. Allen es un personaje que no está exento de polémica. A finales de 2010 demandó a 11 empresas de internet. Entre ellas, Apple y Google, bajo la alegación de que habían infringido patentes creadas en los años 90 por su empresa Interval Research. Una de las cosas que pedía era compensación por el uso de enlaces relacionados. La demanda le hizo recibir muchas críticas y la acusación de que se había convertido en un troll de patentes.
Pero todo esto no debería restar importancia a la búsqueda de modelos que persiguen resolver problemas de forma más colaborativa. El apoyo de alguien con sus recursos y contactos facilita que la ciencia se adapte a los tiempos.
«La investigación está mal planteada»
El conocido inversor en start-ups Fred Wilson ha recibido con especial ilusión el artículo de Allen, en un momento en el que el sector de la tecnología está preocupado por la repercusión de la ley SOPA, una propuesta con muchas similitudes a la ley Sinde.
«Siempre he pensado que la forma en que investigamos en nuestra sociedad está mal planteada. Recopilamos datos y experimentos hasta encontrar un avance y lo patentamos. Imagínate si toda esa investigación se estuviera compartiendo en una plataforma abierta. Piensa la rapidez en que se conseguirían los avances si todas las mejores mentes en el mundo trabajaran juntas».
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Foto: Opensourceway bajo licencia CC.
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