El hombre que viajó para buscar el verdadero sonido del mundo

25 de octubre de 2013
25 de octubre de 2013
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“El aire es básicamente una enorme biblioteca de información en forma de sonido. ¿Por qué nuestros cerebros ponen un marco alrededor de ciertas frecuencias y los llaman ‘música’ pero descartan otras que llaman ‘ruido’?”, se preguntó un día un joven californiano llamado Steve Elkins. La respuesta solo la encontró tras una búsqueda de 9 años por el mundo. Reach of Resonance es la película documental en la que ha dejado plasmada esa contestación.

Una mujer desnuda se tumba y deja que le recorran el cuerpo unos insectos que, al contacto, con un láser, generan frecuencias. ¿Música o ruido? Se llama Miya Masaoka. Es uno de los personajes de Elkins. El director supo de ella a través de un músico que entrevistó un día. La buscó al enterarse de que tenía un libro que se titulaba ¿Cuál es la diferencia entre raspar y tocar el violín?. Cuando la encontró, descubrió que Mosaoka utilizaba la música para interactuar con los bichos y las plantas. Les extraía su melodía a través de sistemas mecánicos y digitales para que la naturaleza crease libremente; Jon Rose, otro de los protagonistas, recorría el planeta con un arco de violín para hacer sonar las vallas de zonas en conflicto, desde Australia a Palestina; y John Luther Adams, otro de ellos, “había traducido la ecología de Alaska en notas”. También estaba Bob Ostertag, un tipo instruido. Exploraba temas socio-políticos mundiales como la guerra de El Salvador o el levantamiento de revoluciones gay en Estados Unidos. Lo que pasa es que él los grababa y luego, a través de procesos diversos, en lugar de una crónica periodística acababa haciendo cosas como trascribir un motín en forma de partitura para cuarteto de cuerda.

The Reach Of Resonance Teaser from Candela Films on Vimeo.

Elkins dice que “es una película en la que se cuestiona qué lleva a una persona a escuchar la música en las cercas de alambre de púas,  a otra a escucharla en las luchas sociales que llevaron a la construcción de esas cercas y otra, a escuchar música en la ecología que nos rodea a todos. ¿Cómo comenzarían a comunicarse estas cosas con nosotros de manera que se convirtiesen en parte de la narración de nuestras vidas? Algo que ignoramos de repente tiene una voz que escuchamos”.

A él ya le interesaba más el sonido que las imágenes y las palabras desde que agarró por primera vez una batería a los cuatro años. “La música me permitía comunicar algo de mi experiencia de vida que las palabras no podían. En mi mente siempre la he asociado con la lucha por una comunicación más clara y una conexión más profunda”.

[pullquote]Pudimos observar cómo una cultura puede manipular todos los sentidos corporales en el transcurso de un día para diseñar lo que quieran que sea una experiencia.[/pullquote]

Este director novato de 34 años cuenta que creció “a 10 minutos de Disneyland”, un hecho que se convirtió en revelador para su carrera. “Cuando tenía 19 años tomé un curso de la universidad llamado Sociología del Reino Mágico. La clase tuvo lugar en secreto dentro de Disneyland, por lo que pudimos observar de primera mano cómo una cultura como esa puede manipular todos los sentidos corporales en el transcurso de un día para diseñar lo que quieran que sea la experiencia».

Una de las principales maneras de hacerlo es a través del sonido. “Yo ya sabía que la industria de la música hacía este tipo de cosas, pero empecé a investigar cómo algunas de las técnicas de Disney fueron luego adoptadas por los desarrolladores urbanos en ciudades de Estados Unidos para poner a punto a la gente. Como una radio que juega un papel determinado en la sociedad, comenzaron a utilizar el sonido para influir en los límites de nuestra forma de pensar y vivir de un modo invisible para la gente”.

Miya Masaoka & Cockroach

Desvela este vecino de Mickey Mouse que “existe una técnica visual muy simple usada en Disneyland que refleja la forma en que utilizan el sonido: fue construida estructuralmente para que, literalmente, no pudiera verse fuera de sus muros, para que a nadie le atrajese nada de fuera. Ni una sola montaña o rascacielos. Lo tomé como una metáfora de cómo funciona la cultura en general. Es decir, se crean límites a nuestra percepción y nuestro lenguaje. Pero nuestra cultura, igual que puede utilizar el sonido y la música para reforzar las fronteras de nuestras experiencias compartidas, también puede permitirnos ver más allá de los muros invisibles en los que vivimos”

Elkins quiso romper las paredes. Por eso buscó y buscó aquellos sonidos que pudieran abrir boquetes en los horizontes establecidos. Comenzó en 2002. Se entrevistó con decenas de personas. Llegó hasta lugares como Australia, México, Francia, República Checa, Eslovaquia o Canadá y recopiló esencias de otros sitios como El Salvador, Angola, Yugoslavia o Palestina. En 2008 el apoyo del productor David G. Marks impulsó el proyecto para terminar la ‘no estructura’ que hoy posee.  “Quería crear un laberinto”, dice el director, “que los espectadores tuvieran que trabajar su manera de entenderla, al igual que el cerebro se esfuerza por encontrar la narrativa en el caos del ruido. La idea era crear una densa red de relaciones entre personas que hablan de cosas muy diferentes”.

Jon Rose and Hollis Taylor (Strezlecki Desert, Australia)

Aquel desbarajuste de ecos le han paseado por más de 50 muestras en 15 países y le han reportado premios internacionales. Ya trabaja en su segundo documental después de este éxito.

¿Si tuvieras que decir cuál es  el sonido del mundo, qué dirías?

No tengo una respuesta personal a eso, pero puedo hablar acerca de un montón de gente que he conocido que se acerca a ese tipo de cuestiones de manera fascinante. En un tren de Nové Zámky a Praga, en 2009, conocí a un hombre que se preguntaba cómo sonaría si los contornos topográficos de la tierra se utilizaran como surcos de un disco de vinilo. Construyó un dispositivo que era como un tocadiscos de aguja virtual de tocar la superficie del la Tierra. Su invento está ahora en un museo en algún lugar de Europa, funciona a la velocidad de rotación de la Tierra y se puede ir a escuchar lo que suena.

¿Y eso es ruido o es música?

No me gustaría limitar la articulación del mundo al lenguaje humano. Podría ser muy hermoso, pero no es la forma en que él se pronuncia ante nosotros. Reach of Resonance significa el alcance de la resonancia. ’Alcance’ implica distancia, pero también implica tocar. Elegí esa palabra porque da a entender el sentido de la conexión que la música –los sonidos- crea entre la gente.

* (La película completa puede ser comprada o alquilada en este enlace. Próximamente con subtítulos en español)

John Luther Adams – A Sonic Geography Of Alaska from Candela Films on Vimeo.

Miya Masaoka & Laser Koto Kronos Quartet Fence Rehearsals In Australia (Photo by Steve Elkins) Jon Rose's Viola-cycle John Sherba (Kronos Quartet) Fence Rehearsal (Photo by Steve Elkins) John Luther Adams & Dirk Lummerzheim Interviewing Joan Jeanrenaud, former Kronos Quartet (photo by Justice Constantine) Fred Frith Steve Elkins Listening To Fence Music (photo by David Marks) Reach Of Resonance Poster

 

 

 

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