El origen de los dichos: El coño de la Bernarda

Pasar a la historia gracias al incansable trabajo de tu órgano sexual no sabemos si llena de orgullo a la Bernarda del dicho o es para ella una desgracia más.

Compiten con esta buena mujer otras señoras que han pasado a la historia también por su vagina y cuyas expresiones no vamos a repetir aquí, pero son sobradamente conocidas (¿o acaso necesitamos recordar a la Loren –o la Loles, según Arguiñano– y a la Cantudo?).

Lo cierto es que resulta casi imposible saber a ciencia cierta de dónde nace la expresión, pero versiones de su origen tenemos un montón. Y a cuál más divertida.

Que algo sea como el coño de la Bernarda nos dice que es desordenado, confuso y donde mete mano todo el mundo sin ningún tipo de organización. No faltará quien piense en política como ejemplo de uso de este dicho. O ya en plan más consumista, a quien le venga a la cabeza una visita al Primark. En cualquier caso, su sentido está claro.

Son tres provincias las que se disputan el honor de ser la cuna de esta frase tan extendida por nuestro idioma, cuyo origen podemos situar a medio camino entre la realidad y la ficción. Estas tres provincias son Granada, Sevilla y Ciudad Real.

Lo más probable y cierto es que la famosa Bernarda que nos ocupa fuera una prostituta que pasó a la historia por la promiscuidad y buen hacer de su herramienta de trabajo. Así, al menos, lo cuenta la versión sevillana del cuento, que la sitúa viviendo en la sierra sur de Sevilla. Su historia carece del elemento religioso que tienen las versiones de Granada y Ciudad Real y da un final trágico y ejemplificante a la meretriz, ya que muere por castigo divino.

Ciudad Real y Granada coinciden en darle a Bernarda el oficio de santera y curandera y situar su existencia allá por el siglo XVI. Es probable que fuera hija natural de un rey moro y quizá mezclara ambas religiones en sus oraciones.

Tanto la Bernarda manchega como la granaína dedicaron su vida a repartir milagritos a tutiplén: que a un pastor le enfermaba una oveja, pues la sanaban. Que las cosechas venían flojas, pues las revitalizaban; que una mujer no podía tener hijos, pues toma trillizos. ¿Y con qué obraban los milagros? ¿Con la oración? ¿Con una varita mágica? No, señores y señoras: con su coño (y ustedes me perdonarán la expresión).

A la historia de Ciudad Real le falta la literatura que tiene la de Granada gracias al genio de Manuel Talens, que imagina su particular visión del mito de la Bernarda en el contexto de su novela La parábola de Carmen La Reina (1992). Con esta obra quiso Talens hacer un homenaje a su abuela, pero la cosa se le fue liando, se le fue liando y acabó escribiendo una historia inventada, pero con base real, de la comarca en la que nació.

Sitúa el autor la acción en el pueblecito imaginario de Artefa, en Las Alpujarras. Y aprovecha el arranque de la misma con la rebelión musulmana de 1568 para narrar la historia de la santera Bernarda, a quien se le apareció el mismísimo San Isidro Labrador y, metiendo mano en su vagina –quién sabe si de ahí viene la expresión tener mano de santo–, convierte la vulva de la mujer en un coño milagroso capaz de curar todo aquello que lo toque.

(Inciso: curiosa forma de blanquear el abuso sexual, aunque el perpetrador tenga nombre de santo, esté canonizado y comamos rosquillas listas y tontas en su honor cada 15 de mayo en Madrid)

Tal fama alcanzó el órgano sexual de aquella mujer que, cuando desenterraron su cuerpo años después de estar muerta, todo el cadáver era polvo excepto el figo, que se mantenía fresco como el primer día. ¡Cómo molan las historias gores y pelín irreverentes! Esta que os habla no ha tenido tiempo aún de leer la novela de Manuel Talens, pero sí ha leído el cuento de marras. Podéis encontrarlo sin problemas en internet y os aseguro que pasaréis un buen ratito.

Literaturas aparte, hay quienes se atreven a precisar el momento en que se hizo supermegapopularquetemueres la expresión. Ni más ni menos que en la primera mitad del siglo XX. Y más concretamente, el 8 de septiembre de 1925, cuando se produjo el desembarco en la playa de Alhucemas, en Marruecos, al mando del general Sanjurjo y con la inestimable participación de un coronel llamado Francisco Franco (¿de qué me suena a mí este nombre?).

Era una de esas operaciones militares que pretendían recuperar el honor y el orgullo patrio perdido durante el desastre de Annual, cuando España perdió la mayor parte de sus posesiones en Marruecos. Y, claro, a una operación con tantos cojones le hacía falta un buen coño.

Como el desembarco duró unos meses más de lo previsto y los soldados andaban más sobrados de furor uterino que de furor bélico, alguna que otra prostituta se fue para allá a aplacar los ánimos de la tropa. Y entre ellas debió viajar Bernarda que, a juzgar por su popularidad, fue la que más triunfó, sin lugar a dudas.

(Otro inciso: ¡qué asco de mentes que consideran a la mujer como una herramienta de placer sin vida propia! ¡Y qué asco da ver lo poco que hemos evolucionado!).

El caso es que sea prostituta o curandera, haya vivido en el siglo XVI o en el siglo XX, parece claro que lo que se pretende con este mito es criticar la superchería y la santería, así como a ciertas instituciones poderosas de la época (como la Iglesia, en el caso de la Bernarda santera). Y por otro lado, dar un sentido moralista de la prostitución como algo causante del caos y provocador de la desgracia.

Sea como sea, quién sabe si esta broma no acabe siendo algún día una petición real en Change.org. Amén.

Último número ya disponible

#141 Invierno / frío

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>

No te pierdas...