El templo perdido del surrealismo

11 de marzo de 2015
11 de marzo de 2015
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La pasarela de cemento colgante llega desde la entrada de un edificio de medios pisos y pasa por encima de un trocito de jungla. A la derecha, las lianas, los árboles gigantes y una vegetación espesa no dejan ver desde allí las pozas de agua turquesa y las esculturas anamórficas. Están al final del camino empedrado que corre por delante de un edificio semirredondo. Ninguna forma tiene sentido. O sí. Ni siquiera desde el alto de las escaleras en espiral inacabadas en el cielo se puede observar de una sola vez todo el complejo. Existe un lugar oculto en el verde abrupto que circunda el pueblo de Xilitla (México). Allí se levantan en cemento los sueños de un loco poeta inglés llamado Sir Edward James.
«Él mismo lo llamaba su extraño edificio sin terminar», cuentan en el Fondo Xilitla, el organismo encargado de mantener el legado de este excéntrico británico. Fue en 1945, procedente de una especie de exilio voluntario, cuando Sir James (1907-1984) eligió para la gran obra de su vida este rincón mágico de México.
Ni su fortuna, ni su mansión de 300 habitaciones en Inglaterra, ni los círculos aristocráticos de Londres ni París ni Nueva York ni Hollywood habían frenado sus ansias por establecerse en la jungla tropical. A él lo que le gustaba era cualquier cosa que se saliera de la norma. Creatividades irreverentes como las que hacían esos nuevos artistas que iban contracorriente y que él mismo decidió apoyar con su dinero: Picasso, Dalí y Stravinsky… Sir James pensó que perderse entre las cataratas, paredes verdes y arroyos de este lugar sería otro modo de romper con todo lo establecido. Allí se quedó para dejarse adoptar por la familia de su gran amigo Plutarco Gastelum, un indio Yaqui que acabaría por convertirse en su administrador y su heredero.
Cerca del pueblito existía un lugar llamado Las Pozas. «Ese era el lugar del que se enamoró», explica el portavoz del Fondo. «De sus arroyos caudalosos, la vegetación abrupta, la fauna… lo consideró el Edén». Lo que terminó haciendo el poeta fue comprar ese trocito de nirvana y construirse una casa en la villa para vivir cerca de él.
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Al principio, en 1947, planteó Las Pozas como un jardín de orquídeas y un refugio para aves y fauna exótica. Un sueño natural que una helada en 1962 redujo a la nada. Sería el inicio de una obcecación de Sir James por rellenar ese espacio en blanco con sus sueños.
«Empezó a tener una obsesión por construir allí edificios delirantes. Quería una mezcla entre arquitectura fantástica surrealista y arquitectura vegetal llegada de la naturaleza y de aquel campo de orquídeas», explica el Fondo. «Argumentaba que los cambios climáticos no podrían así estropear su suelo».
Así Sir James empezó a imaginar edificios imposibles que narraba a su amigo Plutarco. Su amigo, por amigo, fomentaba su delirio artístico aportando ideas y poniéndose al frente como capataz. Las formas oníricas tenían que llegar a oídos y manos del artista de la madera José Aguilar Camacho, encargado de crear los moldes soñados por el patrón que más tarde se rellenarían con cemento para traerlos al plano de las realidades. Mientras tanto, más de 150 personas de este diminuto pueblo trabajaban gracias a las visiones de aquel extranjero extravagante.
Para 1978, el artista aristócrata que nunca consiguió sentirse realizado en el viejo continente ya era el protagonista de un libro narrado por George Melly para la televisión británica llamado La vida secreta de Edward James (1978) .
No había cantidad de su fortuna que no mereciera la construcción de su obra maestra, universo de sueños, verde, aves y cemento. Convirtió Las Pozas en balneario y lo decoró con estatuas. Levantó columnas sin término. Construyó caminos empedrados. Parece que estuviera tratando de crear un lugar donde fuera imposible no perderse. La naturaleza de la Huasteca Potosina y su viejo campo de orquídeas eran los patrones a seguir en sus inexistentes planos.
«Se considera que hay 36 construcciones notables», dice el portavoz, «aunque depende del visitante ese número, porque el sentido de algunas es tan etéreo que no sabría decirse si se trata de uno o muchos elementos al mismo tiempo».
El cartel de «en construcción» del sueño selvático de Sir James se colgó en 1884, cuando murió este devoto en la utopía. Para esa fecha ya había conseguido ser poseedor y mecenas del monumento surrealista más escondido del planeta. La familia de su amigo Plutarco, «su propia familia», según él, heredó todo. Años más tarde el Fondo de Xilitla adquiriría el terreno para hacerse cargo de su conservación.
Para este rincón de la jungla mexicana queda un legado de practicidad dudosa y belleza reconocida. Los restos de un Dalí británico que aterrizó en el país azteca para dedicarse a la siembra del surrealismo fantástico.
*Fotos de Gibrán Ramos NavarroMaurice Marcellin.
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