En estos tiempos de crisis, la escritura ha perdido valor. La economía ha afectado directamente a los profesionales que nos dedicamos exclusivamente a practicar este oficio. Los dueños de las empresas de comunicación, especialmente las basadas en soporte digital, han decidido devaluar la escritura, al grado que conseguir un buen contrato para dedicarnos a lo que más nos gusta, y sabemos hacer, es casi un milagro.
El principal argumento, por no decir pretexto, es que escribir lo hace cualquiera. Sin embargo, realizando una breve navegación por cualquier medio de comunicación en español, uno se puede dar cuenta de que no es así. Incluso hasta al mejor cazador se le va la liebre, ejemplo de ello se observa en la columna de la Defensora del Lector de El País, Milagros Pérez Oliva, publicada el pasado 8 de septiembre con el título Cada vez más, y más deprisa, donde denuncia graves faltas de ortografía y gramática en diversos textos de la publicación, especialmente en el formato digital. No sé la situación laboral, ni la presión a la que están sometidos los periodistas y editores del periódico más importante en lengua española, pero algo está fallando.
La obsesión por las exclusivas, por la inmediatez y por las menciones en las redes sociales ha devaluado al máximo el oficio de la escritura. Lo importante es decir, mencionar, contar cuanto antes, sin detenerse a meditar en cómo se presenta cada historia, cada noticia, cada anuncio. Esta forma de trabajar, en donde la cantidad está por encima de la calidad, ha originado un enorme abismo laboral para los profesionales de la escritura, quienes tienen que aguantar salarios ínfimos por escribir pequeñas cápsulas o simplemente quedarse en casa viendo cómo un becario o un estudiante ocupa su lugar. Para el empresario da igual quién lo haga, mientras lo haga rápido.
Porque escribir no es un oficio cualquiera. No por nada la escritura es el símbolo del inicio de lo que llamamos civilización. Quienes escribimos sabemos que nuestro trabajo tiene un gran valor debido al tiempo y al esfuerzo que requiere. En muchos casos quienes pagan nuestros servicios se olvidan de que escribir no sólo implica sentarse frente a una computadora a poner una palabra detrás de otras, sino que también requiere en la mayoría de los casos de una investigación y siempre de una concentración absoluta. Sin duda, los mejores ejercicios mentales los llevamos a cabo cuando escribimos y leemos.
Al mismo tiempo, los empresarios deben saber que sus “clientes” ante todo son lectores. Por lo tanto buscan textos atractivos, con una redacción fluida y clara, así sea en una gran crónica o en la descripción de un producto en un folleto. Cuando el lector no se siente defraudado, siempre volverá su mirada a esa publicación.
Con todo esto no quiero decir que queremos ser millonarios (se sabe que a lo largo de la historia son pocos los personajes que han logrado hacer fortuna con las letras), sólo pido respeto por este oficio tan importante y tan digno como cualquiera. Que los profesionales de la escritura podamos tener acceso a un contrato y a un salario digno, que nos permita vivir con solvencia, para seguir disfrutando de lo que más nos gusta hacer: escribir.
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Carlos López-Aguirre es escritor y autor del blog Expresiones Crónicas.
Este artículo fue publicado originalmente en Expresiones Crónicas y reproducido aquí con el consentimiento del autor.
Foto: 3WME reproducida bajo lic CC
¿La prisa maltrata al periodismo?
