No lo digo yo, lo dice la NASA. El 22 de diciembre de 2032 el asteroide YR4 podría colisionar con la Tierra. Y, por lo visto, se han activado unos protocolos de defensa planetaria. Muy blockbuster todo.
Con cierta incredulidad sigo leyendo la noticia y se parece cada vez más a un guion de Hollywood. Una roca de unos 50 metros de tamaño, una trayectoria incierta, naves espaciales robóticas que pueden desviar asteroides… Pero, de pronto, una frase de la noticia lo cambia todo: «La forma es patatoide; es alargado y no redondo», ha asegurado René Duffard, del Instituto Astrofísico andaluz. Sin faltar al respeto al asunto, la cosa cambia de guion a cómic de Ibáñez. Ante una frase así, se me disparan miles de imágenes mentales y pierdo el hilo de la noticia.
Veo una película tipo El milagro de Petinto. Una patata sideral gigante amenaza con estrellarse en una zona de Huelva, en las inmediaciones de Palos de la Frontera. El mundo le ha dado la espalda porque solo afectaría a esa zona, pero la Diputación ha tomado la iniciativa: van a lanzar un cohete bautizado como Mi arma-guedón para desviar la gran piedra cósmica que amenaza al vecindario.
Una nave dirigida por el comandante Lara deberá chocar contra el asteroide, que, como una bola de billar, se desviará para caer en el mar. Para ello, esa nave se ha cubierto entera de gomas, como las de los coches de choque pero a escala Cabo Cañaveral. Se ha financiado con fondos europeos para el medioambiente, pero los expertos locales han decidido, desoyendo la recomendación de la NASA, que es mejor esperar a que el asteroide esté muy cerca para poder apuntar mejor y no fallar. Así que la carambola será visible con prismáticos.
En Palos de la Frontera hay mucho revuelo y atascos para ver el lanzamiento, porque el cohete solo puede despegar desde el parking del ayuntamiento, que es la mayor superficie asfaltada de la zona. El cohete es imponente. Es una mezcla de un pirulí gigante y un muñeco de Michelin, con tanta goma alrededor. Y pintado con publicidad de varios negocios locales que han contribuido a su construcción.
A pesar de ser un momento solemne, el día del despegue una chirigota acompaña a los cuatro astronautas desde el hotel hasta el ayuntamiento. Los héroes del YR4 van en un remolque tirado por un tractor y saludan a las más de 370 personas censadas. A uno el traje le queda grande y a otro apenas le ata por la barriga. Señoras con sus sillas de playa instaladas en las aceras aplauden la comitiva comiendo pipas y cantando a gritos «Volare, ¡oh oh…!».
Ya en la lanzadera, construida con andamios de obra, los salvadores del espacio entran al cohete bailando. Lara hace un saludo militar al tendido y se baja la visera del casco, en un gesto para la historia, diciendo: «¡Hasta luego, Lucas!». La cuenta atrás, a ritmo de soleá, se escucha por megafonía entre palmas del público. Desde cien hasta cero… Y en cada decena un «¡tra!, ¡tra!» unánime entre el público que va caldeando la escena hasta el momento del atronador lanzamiento.
El cohete despega y sube con decisión. Las llamaradas, mal calculadas, incendian las banderas y adornos que el ayuntamiento había puesto para delimitar la zona, lo que da a todo un aspecto aún más épico y apocalíptico. La nave mullida va dejando una fumata verde y blanca, dibujando una vistosa bandera de Andalucía.
En el recinto ferial, el ambiente es de fiesta. La gente aplaude entre selfis y sevillanas. Con el despegue, la megafonía lanza un atronador bocinazo como el de los coches de choque. Y, a modo de himno, suena de forma estruendosa la letra de «Era un domingo en la tarde en los coches de choque…», que la gente canta emocionada con lágrimas en los ojos y la mano en el corazón.
El comandante Lara y los tres de Ayamonte vuelan ya al encuentro del mojón galáctico. Los héroes del YR4 ya son leyenda. A su regreso tendrán su plaza con una placa: «La provincia de Huelva a los héroes del asteroide patatoide. Por su valor y por salvar nuestra región de la furia del universo».
De pronto, la música cesa, la gente deja de cantar y bailar y mira al cielo. Llega el momento del golpe, el momento de ver si Mi arma-guedón colisionará y desviará la trayectoria del zurullo celestial. La fumata con la bandera de Andalucía ha dibujado en el cielo un trazo incierto, una línea indecisa, un montón de círculos descontrolados, como si Lara y los de Ayamonte hubieran corregido varias veces la trayectoria, quizás luchando con los mandos de la nave. En ese momento, el comentarista por megafonía, que permanecía callado ante la tensión del momento, grita: «Un momento, parece que han tratado de escribir una palabra en el cielo. Parece que pone…. “Pa, Pa, ¡Palos!”. ¡Es un mensaje para el mundo!, como en aquella película Berlanga, Calabuch». La gente aplaude y llora de emoción, pero mira fijamente, se acerca el momento.
La carambola es certera. El ruido es atronador. El YR4 cae al mar. Tras el estallido del cohete, parece que se desprende una especie de cápsula, una bola que cae del cielo a gran velocidad. La canica gigante se estrella sobre el tejado de una nave del polígono industrial, pero al estar recubierta también de la goma neumática de seguridad, rebota varias veces sobre varios tejados del pueblo, golpea contra el punto limpio, la farmacia y el locutorio, causando un gran destrozo; y finalmente pierde velocidad, rueda lentamente y se para justo enfrente del ayuntamiento. Reina el silencio. La gente se amontona alrededor del bolón plastificado, que ahora permanece inmóvil y humeante. Se oyen voces desde el interior: «¡¡¡Abrir, que nos estamos asfixiando, cohone!!!».