A ver si reconoces esta sensación: te compras algo que te gusta tanto que te comprarías otros dos iguales sólo por si dejan de fabricarlo. Una colonia, tu camiseta favorita, ese chocolate…
Pasa mucho. Algo encaja tan bien contigo que crees haber encontrado una referencia vital. Se llama instinto de conservación. El miedo te hace pensar que eso no existirá siempre. Y dado la que está cayendo igual no te equivocas.
Para algunos son las Converse, para otros los Levi’s, o los huevos estrellados de Lucio o un vinilo de los Beatles. El caso es que pensando en ello, a mí casi todo me lleva al dulce y a la comida. Seguro que eso me describe como consumidor.
En lo dulce: lamentaría enormemente la pérdida de la Mouse de chocolate de Delina’s, los Lacasitos, el último trocito del cucurucho del Cuore de Frigo, ese donde se queda el chocolate duro por dentro, los tropezones del Ben and Jerry´s de Brownie… Mención especial también a la quesada El Macho. Pero por encima de todo en mi altar están las galletas originales de Jules Destrooper.
Con la bebida en cambio, sólo me pasa con la Shandy de Cruzcampo, bueno, también la leche fresca Clesa. No la tomo mucho, pero compruebo con el rabillo del ojo que sigue existiendo. Y a mi mujer con el Cacaolat y observa con pavor lo que está pasando con los Ruiz Mateos, se masca la tragedia.
Restaurantes. En mi delirio, en ocasiones, veo visiones. Veo que me toca la lotería y compro varios restaurantes sólo para garantizar que no cambian nada mientras yo viva, como La Torruca en Quijas, Cantabria.
Ropa. Lo confieso, aquí sí que lo he hecho. Me gustó tanto una camiseta de Le Coq Sportif que me compré dos iguales y fue la mejor decisión de mi vida porque en una me cayó pintura.
Y alguna noche me he despertado pensando que ya no hacen piezas para mi moto…
El caso es que algunas cosas simplemente nos parecen irrenunciables y eso no sale en los estudios de investigación. No me refiero a esas otras marcas de las que dependemos (¿Imagináis que desaparece Gmail o iTunes?)
Me refiero a esas pérdidas irreparables que sólo nosotros sentimos. Yo he sufrido varias pérdidas importantes en mi vida. Aún ningún pan de molde ha conseguido sustituir al BROOKS o las Cookies de Ortiz en su día. O que dejaran de fabricar el minidisc. Pero lo estoy superando.
En definitiva, desde estas líneas propongo hacer una plataforma en defensa de la inmortalidad de determinados productos, que se elijan democráticamente por provincias, se les de una protección de la UNESCO, una subvención o algo…
Yo, de mil amores, aceptaría que parte de los impuestos que pago se dediquen a garantizar que las galletas Jules Destrooper siempre estarán esperándome, dulces, crujientes, mantequillosas, delgaditas y con esas avellanas que parece que están cortadas con un rayo láser ¿Sabéis cuales digo verdad? ¿Me apoya alguien?
#cosasquedeberianexistirsiempre
Con la bebida en cambio, sólo me pasa con la Shandy de Cruzcampo, bueno, también la leche fresca Clesa. No la tomo mucho, pero compruebo con el rabillo del ojo que sigue existiendo. Y a mi mujer con el Cacaolat y observa con pavor lo que está pasando con los Ruiz Mateos, se masca la tragedia.
Restaurantes. En mi delirio, en ocasiones, veo visiones. Veo que me toca la lotería y compro varios restaurantes sólo para garantizar que no cambian nada mientras yo viva, como La Torruca en Quijas, Cantabria.
Ropa. Lo confieso, aquí sí que lo he hecho. Me gustó tanto una camiseta de Le Coq Sportif que me compré dos iguales y fue la mejor decisión de mi vida porque en una me cayó pintura.
Y alguna noche me he despertado pensando que ya no hacen piezas para mi moto…
El caso es que algunas cosas simplemente nos parecen irrenunciables y eso no sale en los estudios de investigación. No me refiero a esas otras marcas de las que dependemos (¿Imagináis que desaparece Gmail o iTunes?)
Me refiero a esas pérdidas irreparables que sólo nosotros sentimos. Yo he sufrido varias pérdidas importantes en mi vida. Aún ningún pan de molde ha conseguido sustituir al BROOKS o las Cookies de Ortiz en su día. O que dejaran de fabricar el minidisc. Pero lo estoy superando.
En definitiva, desde estas líneas propongo hacer una plataforma en defensa de la inmortalidad de determinados productos, que se elijan democráticamente por provincias, se les de una protección de la UNESCO, una subvención o algo…
Yo, de mil amores, aceptaría que parte de los impuestos que pago se dediquen a garantizar que las galletas Jules Destrooper siempre estarán esperándome, dulces, crujientes, mantequillosas, delgaditas y con esas avellanas que parece que están cortadas con un rayo láser ¿Sabéis cuales digo verdad? ¿Me apoya alguien?
#cosasquedeberianexistirsiempre