Me ha pasado varias veces y en diferentes empresas. Quien haya trabajado en una gran compañía, o no tan grande, habrá sentido alguna vez que muchas decisiones llegan como caídas del cielo. A raíz de algún informe externo o por la aparición de un amigo consultor o una empresa que llega al presidente con información y propuestas fuera de contexto.
Hoy resulta que estoy ayudando a pensar a empresas y a algunos de esos jefes sin ser parte del equipo y eso me ha llevado a pensar por qué ocurre…
Es sorprendente la cantidad de información que comparten conmigo y la necesidad de contar con un punto de vista externo. Sienten que su equipo no es capaz de abstraerse de sus problemas cotidianos para pensar en un proyecto nuevo. O no identifican a nadie capaz de entenderles a ciertos niveles.
Las compañías agotan sus recursos humanos con tareas. Y cuando quieren más visión recurren a reuniones de motivación que duran un día, kick-offs anuales y, con suerte, a sesiones de coaching directivo. Pero cuando un presidente quiere abordar un nuevo proyecto quiere sangre nueva. El problema es que la sangre de su empresa es espesa, está llena de glóbulos blancos y anticuerpos para prevenir enfermedades anteriores.
Creo que el problema es doble, o mejor, hay dos culpables.
La culpa es del Jefe
Por dejarse engañar y escuchar solo buenas noticias.
Por no provocar que su equipo tenga una visión amplia de las cosas.
Por no saber transmitir el entusiasmo que siente por un proyecto en el que exige lo máximo de su organización sin meterles el miedo en el cuerpo.
Por haber estigmatizado a alguien ante el fracaso, viendo solo las consecuencias y sin valorar el empeño. (Un mensaje inequívoco a la organización).
Por no elegir perfiles inconformistas en su grupo de apoyo.
La culpa es tuya
Admítelo, siempre estás intentando buscar una buena noticia para hacerla tuya y subirla al comité. ¿Cuánto tiempo has dedicado a ese powerpoint para argumentar en positivo sobre lo que es negativo?
¿Recuerdas la última vez (o alguna) que dijiste, “aquí nos hemos equivocado, jefe”?
Por dejar de decir lo que piensas. Siempre hay una forma correcta y un momento adecuado para decir las cosas y lo sabes. Luego no te lamentes si no te preguntan.
Es tu culpa porque no te crees el proyecto y te resulta mas fácil criticar el cómo y no el qué.
Hay dos tipos de profesionales: los que acumulan experiencia para acomodarse en la organización y los que cuanto más experiencia acumulan mas audaces se vuelven. Y es muy sencillo reconocerlos, porque unos solo piensan de su empresa hacia dentro y los otros de su empresa hacia fuera.