El villano Dr. Moebius invade el planeta. Es un mundo pacífico, tranquilo y futurista donde conviven los aliens, las personas y los robots. Un lugar que no está preparado para hacer frente a un ataque. Un lugar, también, que necesita superhéroes de esos con poderes reales, de los del día a día: confiar en sí mismos, ser valientes, enfrentarse a los problemas y superar sus miedos.
Es la historia de Michael, pero también la de Frank o Casiopea. Son jóvenes y son especiales. A veces les cuesta relacionarse y confiar en sí mismos, pero están dispuestos a superarse para ayudar a salvar el mundo. Y no lo harán solos: sus familias, sus amigos y hasta sus ayudantes robóticos son clave en su progreso.
Es la historia de Face Value, una publicación que busca la normalización del autismo y desterrar prejuicios. Un cómic que quiere que los propios autistas, a través de los personajes, se vean representados y entiendan que, con esfuerzo, tendrán éxito en el futuro. Que se comprendan a sí mismos, y que asimilen su entorno. Que tengan en cuenta que no son diferentes a los demás, que ellos también son héroes del mundo real y pueden hacer frente a sus problemas.
David Kot, fundador y guionista de Face Value Comics, afirma que esta publicación – que hizo su debut el pasado año y se lanzó a nivel internacional a finales de este verano – tiene la misión de transformar la imagen conmovedora que se suele tener de los autistas y caminar, así, hacia una postura global de aceptación. Nace de la necesidad de poner fin a los sentimientos de pena y diferenciación que aparecen cuando se habla sobre autismo. Él mismo fue diagnosticado, ya de adulto, y actualmente trabaja como terapeuta con jóvenes autistas y prepara su doctorado en psicología.
Caras, expresiones y colores para el aprendizaje
Al dirigirse a los menores con autismo, que suelen tener problemas para el reconocimiento facial, es muy importante mostrar diferentes expresiones en las páginas estáticas del cómic. Por eso todos los personajes de la publicación son muy expresivos, están continuamente ‘sintiendo’. Y lo demuestran con onomatopeyas numerosas, rasgos faciales muy marcados, ojos y bocas abiertos de la sorpresa – y con exageración -, narices arrugadas por el inconformismo, dientes blancos y grandes para mostrar el enfado, y hasta caras ensanchadas y rojizas para expresar felicidad.
Es la mejor manera de que el lector desarrolle empatía y aprenda cómo y por qué nacen esas emociones. ¿Debo frustrarme por cualquier cosa? ¿Tengo que enfadarme con mi compañero porque no está de acuerdo conmigo? ¿Debería hablar más con la gente? Son algunas de las preguntas que los personajes intentan responder.
El lenguaje de las emociones básicas es universal, y como muchas de las personas autistas se comunican de forma no verbal; la información gráfica, los dibujos y los colores se convierten en una buena herramienta para mostrarles el camino y darles la oportunidad de expresarse y analizar las expresiones de los demás (y, por consiguiente, las suyas propias).
Además, Kot, volviendo a hacer uso de sus dotes terapéuticas, ha hecho que cada personaje represente un problema psicológico diferente. Uno tiene síntomas de depresión clínica, otro tiene fobias, otro presenta ansiedad constante… Personajes ficticios que imitan a personas reales y resuelven sus problemas con éxito. Una estrategia del autor para dar soluciones creíbles a distintos diagnósticos (reales) que hace que los lectores autistas aprendan e imiten actitudes.
Pero, la gran pregunta: ¿todos los personajes de este cómic son autistas? Kot reconoce que muchos de los que lo han leído piensan que solo Michael, uno de los protagonistas de la historia, es autista. Pero se equivocan. Hay muchos otros que, aunque a simple vista no lo parezcan, también lo son: esa es la prueba que confirma que una persona autista es tan normal, inteligente y capacitada para comportarse como cualquier otra. ¿Cómo reaccionarías si encontraras una nave espacial en el patio de tu casa? Posiblemente con susto y preocupación, como cualquiera. Y como el propio Michael.
Al final esta obra pretende no solo buscar la aceptación del autismo en el mundo del cómic, sino también consolidarse como una forma de terapia que ayude a las personas autistas a sentirse seguras, queridas, competentes y lograr sus objetivos.
«Retiremos el adjetivo de autista, pues las etiquetas y los diagnósticos hacen que esas personas se sientan diferentes» sentencia Kot. Posiblemente, si su creador no hubiera explicado que los personajes de la historia son autistas nadie se hubiera percatado de ello. Por eso eliminar la palabra del diccionario de los prejuicios sociales es tan urgente. Permitirá, como explica David Kot, que nos centremos en la persona, en lo que necesita y en lo que logrará, y hará que les ayudemos a superar obstáculos.
El éxito de los cómics de Face Value pasa por aparecer en los mismos estantes que Batman o Spiderman. Sin calificativos.
—————-
Las fotos utilizadas para este artículo son propiedad de Face Value Comics