Joey Guidone sabe de qué pie cojean los escritores. En su serie de ilustraciones Being a Writer refleja manías, esclavitudes, voladuras mentales, obsesiones. Plasma la imagen del escritor total, el que no disfruta de espacio mental para otra cosa que no sea la creación literaria.
Buena parte de los dibujos expresan el ejercicio introspectivo y sus consecuencias en cómo el creador acaba filtrando lo que ocurre a su alrededor. Se dejó influir por muchas historias relacionadas con el mundo literario, pero fue la lectura de Margaret Atwood la que le dio la clave: «Es una pieza sobre el rol el escritor. Me gustó tanto el concepto que quise usarlo como introducción», explica Guidone a Yorokobu.
Se refiere a este pasaje de la canadiense: «Como sepulturero, usted no es solo una persona que excava. Lleva sobre sus hombros el peso de las proyecciones de otros, de sus miedos y fantasías y ansiedades y supersticiones. Representa a la muerte, le guste o no. Y lo mismo sucede con cualquier papel público, incluido el de escritor».
El ilustrador cree que leer es «una de las mejores maneras de invertir el tiempo». Trabajó en este proyecto de forma intermitente durante un año. Confiesa que le supuso un desafío encontrar 30 imágenes distintas sobre un solo tema.
Su estilo sencillo y esquemático (en todos sus proyectos emplea las mismas líneas claras y colores planos) sirve para ofrecer en cada imagen un concepto que explica el desempeño del oficio de escritor y su forma de enfrentarse al mundo.
«Creo que no hay otra forma de aprender y mejorar que copiando a tus maestros, robando ávidamente sus secretos, y eso hice. Pero después tuve que adaptar mi estilo gráfico basándome en lo que quería comunicar. Diría que no encontré mi estilo; encontré mi lenguaje, el estilo fue una consecuencia», y su lenguaje se mueve más en la órbita de transmitir una reflexión que un paisaje.
Gafas con ojos
El escritor se quita las gafas para limpiarlas y se lleva los ojos en ellas. Con esta fractura de la fisiología, Guidone pone en relieve la importancia de la mirada del creador y retrata el órgano como herramienta; con esa deslocalización consigue que, paradójicamente, la visión parezca más esclavizadora de la mente que si los ojos permanecieran fijos en su lugar. El mensaje: el escritor no puede separar los sentidos de su oficio. No es un trabajo, sino un estado físico, una condición del ser.
El péndulo de Newton
Este instrumento creado por el físico Edme Mariotte demuestra cómo la energía se conserva. En este caso, Guidone utiliza la semejanza física de los péndulos con la punta de la pluma para llegar a una conclusión mayor que, además, remite al efecto mariposa. Cuando la pluma se activa, cuando se carga de vibraciones y de fuerza, el escritor nunca conoce bien el origen de ese impulso. En la película Las horas, que solapa tres planos temporales, la mirada del niño abandonado se convierte en el magma que llevará a la fama y a la caída al escritor que será de adulto.
Perforacion literaria
Aquí, el ilustrador regresa a la idea de Margaret Atwood sobre el artista como sepulturero que no solo carga con sus propias condenas, sino que, además, le acechan las raíces de la tierra que va descubriendo. Un detalle: el excavador no tiene forma de regresar a la superficie; el hoyo, esa punta de pluma que él mismo ha horadado en el terreno, lo contiene y lo encarcela.
Tinteros y mareas
Dice el poeta murciano Eloy Sánchez Rosillo que el poema preexiste y que su tarea solo consiste en darle forma. Encontrar la horma verbal perfecta es el desafío. En el juego metonímico de esta ilustración, Guidone trasvasa a la tinta las propiedades del inconsciente (esa materia prima literaria).
Terrores de escritor
Solo hay una cosa más pavorosa que el miedo a la página en blanco y es el miedo a la página escrita. Todo escritor ha caído alguna vez en una época de insatisfacción patológica con su propio trabajo: la sensación de que las ideas no salgan, la amenaza de que en el fondo, como se sospechaba, sea un impostor, un charlatán sin validez. Existe otro estado que da pánico al creador: intuir la propia insignificancia y el poco peso que, en realidad, tienen la mayoría de palabras que se escriben. Esta imagen puede representar ambas pesadillas.
Escribir desde sí mismo, escribirse a sí mismo
Guidone describe así el juego dialéctico que el escritor mantiene con su obra. Cuando uno escribe traduce a un relato concreto vivencias emocionales propias (que no hechos), también lo hace con las ajenas pero incluso estas se enriquecen con esquirlas de la identidad propia. Es un ejercicio de drenaje que a su vez altera la memoria, la adorna y reconstruye la percepción íntima de los sucesos de una vida. Con las mismas líneas se crea un personaje y se recrea, en cierto grado, la idea que el literato tiene de sí mismo.
Dan Brown contra Juan Rulfo
Con este dibujo, Guidone podría estar ofreciendo una metáfora que supone a la vez una crítica muy actual al mercado editorial. Mamotretos que se caen por su propio peso mientras que un volumen delgado los sostiene y permanece impasible y rígido. Los más vendidos, como productos de entretenimiento que son, tienden a poseer un gran tamaño: cuanta más extensión, más tiempo ocupa, más distrae.
Servirían de ejemplo Cincuenta sombras de Grey, El código Da Vinci o cualquier novela romántica. Es decir, bestsellers de más de 500 páginas que se quedan en nada cuando se enfrentan a novelitas magistrales como Pedro Páramo.