El Japón decimonónico de Felice Beato

11 de noviembre de 2015
11 de noviembre de 2015
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Un chaval de diecisiete años compró una cámara fotográfica en París. Era un día cualquiera de 1851. Aquel chico inglés, que pronto sería un hombre de aspecto victoriano y barba prominente, se convertiría en uno de los primeros fotógrafos de guerra poco antes de irse a vivir a Japón.
Hablar del origen de Felice Beato es entrar en una madeja: nació en Corfu (1833 o 1834), que aunque hoy pertenece a Grecia, entonces era protectorado británico. Pero antes había pertenecido a Venecia, de ahí que los padres del fotógrafo fueran italianos.
Con su cuñado, el fotógrafo James Robertson, comenzó a viajar haciendo fotos por Constantinopla (hoy Estambul), Malta, Grecia y Jerusalén. Ambos se adentraron juntos en la Guerra de Crimea y retomaron el trabajo del fotógrafo Roger Fenton, que acababa de abandonar el lugar. Beato continuó solo, fotografiando todas las guerras y rebeliones al alcance de su objetivo. Algunas de sus fotos más destacadas las tomó durante la Rebelión de la India de 1857 y la Segunda Guerra del Opio. Su amplio legado fotográfico le convirtió en el primer fotoperiodista.
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Vivió en Japón entre 1863 y 1877, compaginando su labor como maestro con la fotografía costumbrista. Allí se unió a Charles Wirgman, que llevaba dos años trabajando en Yokohama, donde fundaron Beato & Wirgman, Artists and Photographers. Wirgman convertía las fotografías de Beato en ilustraciones y este convertía las ilustraciones de aquél en fotos. Su sociedad apenas duró tres años.
Aunque su firma hace plantearse si no tendría el don de la ubicuidad, se sospechó que varios fotógrafos firmasen con su mismo nombre, puesto que aparecieron fotos realizadas a la vez en Japón y Egipto. Hoy se sabe que se trataba de su hermano, que firmaba igual que él. No obstante, en algunos casos cuesta distinguir qué fotos fueron tomadas por Felice y cuáles por Antonio.
Sus imágenes de Japón, capturadas entre 1863 y 1877, cuando vivía en Yokohama, arrojan luces y sombras sobre la vida en el Japón del shogunato.
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Samuráis y geishas desfilan por una amplia colección que retrata la vida cotidiana japonesa en el siglo XIX. Lo que engrandece la labor de Beato es la dificultad de acceder a los lugares a los que él accedía, cuando los movimientos de los extranjeros estaban tan limitados en el Japón del período Edo. Una parte considerable de los negativos de Beato desapareció en un incendio que arrasó una parte de Yokohama en 1866, incluido su estudio, que quedó destruido.
Beato vivió una época de transición en Japón. Con la Restauración Meijí, en 1868, el país nipón se abría al mundo tímidamente mientras el fotógrafo lo inmortalizaba.
Al separarse de Wirgman, fundó su propio estudio, Beato & Co., Photographers. Allí coloreaba las fotografías a mano y compaginaba su labor como fotógrafo con distintos negocios como la importación de bolsos y alfombras y trabajaba sin descanso con la intención de repetir las fotos que consumió el fuego.
El 1896, después de vender casi todo cuanto tenía, se fue a Birmania y abrió un estudio fotográfico. Es aquí donde empiezan las lagunas de su biografía. ¿Abrió una tienda de antiguedades en Mandalay? ¿Qué hizo? Cuando dejó la fotografía (temporalmente) y Japón, un periódico japonés publicó que Beato se había arruinado en el mercado de la plata de Yokohama. Supuestamente, murió en Italia en 1909.
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