Había rumores de que el actor estadounidense James Franco aparecería en cualquier momento. Desde el comienzo decidí no creerlos, pero la verdad es que me divertía la idea de que el Harry Osborn de la saga Spider-Man (S. Raimi, 2002), o el Alien de Spring Breakers (H. Korine, 2012), polémico por ir sumando acusaciones de acoso sexual a lo largo de la última década, pudiese irrumpir de pronto en la terraza del Hotel ME Terramar de Sitges, donde parte del equipo de Cupra y del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña celebraban el fin de una nueva edición (y van 58) de ese cine que nos hace taparnos los ojos con las manos y mirar a través de los dedos.
Me hacía gracia aquella posibilidad, teniendo en cuenta los invitados relacionados con la industria cinematográfica que sí se encontraban allí, y que hubiese pagado por ver en un animado corrillo junto a Franco: desde Carlos Areces y Aníbal Gómez, integrantes del grupo Ojete Calor, hasta Arturo Valls, Carmen Ruiz, Ingrid García-Jonsson o el director Javier Ruiz Caldera. Gran parte de la comedia española de los últimos años y de nuestros días se encontraban bajo el mismo techo, compartiendo canapés junto a los periodistas que les oteamos con admiración, como si de un safari se tratase. Creo que a Franco, responsable de The disaster artist, película que llegó a proyectarse en el marco del festival en 2017, le haría mucha gracia el humor chanante.
La llegada de Joaquín Reyes, otro asiduo del festival (fue miembro del Jurado Oficial en 2021), parecía inminente. Junto a Gómez, Valls, Ruiz y García-Jonsson, se había acercado al certamen para presentar su nueva serie, Rafaela y su loco mundo (2025), una visión surrealista sobre la adolescencia que parece compartir, desde sus primeras imágenes, muchos ingredientes de ese universo de Muchachada Nui (J. Reyes, 2007). Reyes nunca llegó, pero sí Raúl Arévalo y Javier Cámara.
Sin comerlo ni beberlo, asistíamos al reencuentro de los tres azafatos de Los amantes pasajeros (P. Almodóvar, 2013). Ojalá el DJ hubiese pinchado I’m so excited de The Pointer Sisters en aquel preciso momento. Cámara aparecía físicamente cambiado, probablemente por exigencias de algún nuevo papel, y saltándose el dresscode de la fiesta. Pero a ver quién le recrimina nada al artífice de tantos papelazos del cine nacional. Uno de los más injustamente olvidados, el del cocinero Maxi en Fuera de carta (N. G. Velilla, 2008), fue mencionado con nostalgia entre los compañeros de prensa, aunque confieso que yo accedí al camarismo a través de la serie 7 vidas (Velilla, 1999).
La comedia ha sido un género clave en la edición del festival de este año, que le dedicaba el leitmotiv al vínculo, muchas veces inquebrantable, entre la risa y el miedo. La programación ha sido una de las más potentes que recuerdo, y la mayoría de las conversaciones giraban en torno a las películas que cada invitado había tenido la oportunidad de ver. La hermanastra fea (E. Blichfeldt, 2025) fue la ganadora de la Sección Oficial a competición, y lo cierto es que cumple bastante bien esa doble sensación de pasatiempo ameno y auténtico horror, por las torturas corporales autoinfligidas de Elvira (Lea Myren), en sus intentos fallidos por llamar la atención del príncipe del cuento de los hermanos Grimm.
Esta versión de La Cenicienta se acerca mucho más a la violencia del relato original de lo que hizo Disney entre calabazas y ratones que cantan: la fea hermanastra llegaba a cortarse los dedos de los pies para que le cupiese el famoso zapato perdido. En este sadismo físico, Blichfeldt encuentra todo un discurso sobre el sufrimiento femenino para encajar en los cánones de belleza: «Me di cuenta de que Elvira soy yo», dijo en la presentación del filme sobre el esclavismo constante de la imagen y las expectativas sociales.
El cineasta argentino Andy Muschietti, responsable de la saga It (2017-2019), presentó la nueva serie del terrorífico payaso, It: Bienvenidos a Derry (2025), y también apareció por la Cupra Night. Otros de los directores afincados en el género de terror y gran amigo del festival, J. A. Bayona, llegaba al evento, si acaso no lo confundí con su hermano Carlos. Diferenciarlos es una prueba de fuego para gente muy atenta, y desconozco si en algún punto fui víctima de un gag cómico, en el que una misma persona entra y sale del escenario con más o menos barba y ropa cambiada. Me pregunto si el director de La sociedad de la nieve (2023) ha visto 127 horas (D. Boyle, 2010), en la que el brazo de James Franco queda atrapado en la grieta de un cañón de Utah. Saber que está basada en hechos reales sí que me parece un auténtico body horror, como la experiencia de aquel equipo de rugby dejado de la mano de Dios en los Andes. La abuela de una amiga se refiere a esta película como la del «ñam, ñam, ñam». Nuevamente, terror y comedia colindan.
A estas alturas de la noche, me parece que ya nadie confiaba en que apareciese James Franco. Hablando de hermanos, quizás hubiese tenido más sentido que apareciese Dave Franco, de quien el festival proyectó otra de las piezas de body horror más espeluznantes de la edición, Together (M. Shanks, 2025). El propio cineasta contó al público que se inspiró para escribir el relato en su tóxico historial como pareja. Cuenta la historia de Tim (Franco) y Millie (Alison Brie), quienes después de beber del agua de una misteriosa gruta, sus cuerpos comienzan a pegarse con la tendencia de fusionarse en uno. Para mí fue una de las pesadillas del año, y la comparo al fenómeno que causó en su día La sustancia (C. Fargeat, 2024). Creo que la sátira sobre la comunicación y la dependencia de la pareja encuentra aquí un modo de expresión sorprendente, original, y muy divertido. Además, hay una secta de por medio en la trama. ¿Qué más se puede pedir?
El espíritu de Cupra parece transitar por estas ideas canallas, vampíricas, monstruosas en sus dimensiones, que cuestionan el mundo en el que vivimos desde lo más íntimo a lo más sistemático. El patronazgo de la marca se aproxima cada vez más eventos culturales, de aquí y de allá, pero de una cuidada selección. Este es el tercer año consecutivo que acompaña al Festival de Sitges, generando encuentros entre industria y espectadores, y fomentando el talento comercial y contracultural.
Tiene pinta de ser una historia duradera, de una simbiosis a lo Together. La Cupra Night se asentó este año como alfombra roja del fin de fiesta, y confirmó que el municipio catalán es el place to be cada octubre, ya sea para los de película al día, o los de maratón de medianoche. No hay dudas de que a James Franco le hubiese flipado.