La tragedia que marchitó el «flower power» y puso fin a la era hippie

Es el día esperado. El día que llevará a los Rolling Stones a la cima de su propio éxito y dejará claro a la prensa y la opinión pública internacional que los reyes del rock son capaces de congregar a miles de personas para difundir un mensaje de paz y música. O tal vez no…

6 de diciembre de 1969

Sobre el escenario, los Rolling tocan ya el tercer tema de su repertorio: Under my Thumb. Mick Jagger canta: “Di que todo está bien, sí cariño… todo está bien”. Pero las cosas no van nada bien. Algo ocurre entre el público. Todo es confuso. Un joven, Meredith Hunter, de 18 años, intenta subir al escenario pero es contenido por los Ángeles del Infierno –que, presumiblemente, se encargan de la seguridad–, abofeteado y enviado de nuevo junto a la multitud.
El chico lo vuelve a intentar, pero esta vez empuña una pistola. Sin tiempo para reaccionar, se ve alcanzado por uno de los Ángeles del Infierno, que lo acuchilla sin pudor hasta en cinco ocasiones tras esquivar el arma de fuego. Mientras Hunter yace en el suelo, otros moteros lo pisan y golpean. El tiempo se detiene. Sin saber bien lo que ha ocurrido, los Rolling siguen tocando.
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Por poco tiempo. Hunter ha muerto y solo se escucha el desgarrador sollozo de su desconsolada novia, mientras una ambulancia recoge el cuerpo sin vida del muchacho. Asustados, asfixiados y muertos de miedo por la falta de seguridad y la actitud de una masa enfurecida, Jagger y su banda son conscientes de que deben desaparecer. Hay que salir de aquí a toda costa. Los Rolling Stones abandonan las inmediaciones de Altamont (California) en helicóptero.
El Speedway Free Festival de Altamont se ha saldado con la muerte de cuatro personas (una de ellas asesinada) y ha dejado centenares de heridos. David Dalton, fotógrafo y uno de los fundadores de la revista Rolling Stone, ha estado allí para describir la situación y dejar constancia con su cámara. Explica el ambiente del último gran acontecimiento del año, que 300.000 adolescentes y veinteañeros no quisieron perderse: un teatro apocalíptico donde los jóvenes han estado esperando, bebiendo y consumiendo sustancias narcotizantes desde primera hora de la mañana.
Un lugar poco apropiado para un evento de este tipo que, más bien, podría compararse con una zona de guerra. «Un mini Vietnam de basura y restos de automóviles antiguos». Las drogas causaron estragos mucho antes de comenzar el evento musical. Se trata del episodio que muchos han descrito como el fin de la era hippie.

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Agosto de 1969. Mick Jagger lee con cierta envidia las noticias sobre el festival de Woodstock celebrado en Nueva York. Sabe que es hora de tomar la iniciativa y preparar algo similar, algo para terminar en alto su exitosa gira. Por eso propone un gran concierto en el que participará un elenco de estrellas inigualable: Santana, Jefferson Airplane, The Flying Burrito Brothers, Crosby, Stills y Nash & Young. Los Rolling serán los encargados de cerrar este cartel de escándalo.
Pero la organización del evento se topa con problemas desde el minuto uno. Desde el mismo momento en que el recinto Golden Gate Park rechaza la propuesta de acoger el festival gratuito, alegando que su equipo de seguridad sería incapaz de proteger a los numerosos asistentes. Nadie quiere repetir la fatídica experiencia de Woodstock que, tres meses antes, acabó con tres personas fallecidas.
Después de un segundo rechazo, la localización final se decide tan solo un par de días antes de la fecha prevista: Altamont Speedway parece ser el sitio indicado. Y si no, da igual, porque tampoco hay otro disponible. O eso piensa Jagger mientras olvida lo más importante: contratar a un equipo de seguridad como es debido y tener en cuenta que un evento de esas magnitudes necesita espacios de asistencia sanitaria (incluso lavabos). A menos de 48 horas, no hay tiempo para pensar en los detalles.
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En la mañana del 6 de diciembre de 1969, las malas decisiones empiezan a pesar en el ambiente. El principal error ha sido congregar a una multitud sin las condiciones de seguridad idóneas. Los Ángeles del Infierno no son un ejemplo a seguir ni tienen buena reputación en los Estados Unidos, pero eso es algo que los artistas ingleses desconocen. La situación lo exige: los moteros van a quedarse en el lugar de cualquier manera y a cualquier precio. Es su territorio.
La única forma de mantenerlos controlados, de que colaboren, es convertirles en los encargados de proteger al personal. Pero el grupo de motoristas exige algo más: permanecer cerca del escenario, entre el público y los músicos. ¿La forma de pago? 500 dólares cobrados en cerveza que empezarán a beberse mucho antes de que suene el primer acorde. Drogas, alcohol, motoristas de dudosa reputación y hippies en un mismo recinto. Descontrolados y al aire libre. Con estos ingredientes, lo difícil es que las cosas salgan bien.
A eso hay que sumarle que el escenario mide menos de un metro de altura. Perfectamente accesible para los miles de fans que tratan repetidamente de llegar hasta los artistas. La respuesta de los moteros es contundente para tener a raya a una primera fila tomada por la borrachera, el LSD y las anfetaminas.
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Después de todo un día consumiendo sin límites, el estado de la multitud y de los Ángeles solo puede traducirse en violencia. Violencia incluso contra los artistas: Denise Jewkes –embarazada de seis meses–, de la banda de rock local El As de Copas, ha sido golpeada en el cráneo por una botella de cerveza lanzada desde el público. Los motoristas comienzan a armarse con tacos de billar y cadenas de motocicleta.
Cuando la multitud derriba una de sus motos, el grupo se vuelve aún más agresivo y llega a golpear en la cabeza a Marty Balin de Jefferson Airplane, que queda inconsciente. Viendo lo que acaba de ocurrir, la banda Grateful Dead decide cancelar su actuación, complicando aún más las cosas. Jagger, prescindiendo de la cordura y aferrándose a su idea inicial, se niega en rotundo a comenzar su actuación hasta que no se haga de noche. Tal y como estaba programado. La espera no podría ser recibida de peor forma, así que los Rolling se ven obligados a ceder a la exigencia del público y saltan precipitadamente al escenario. Cuando suena la tercera canción, se produce el fatal desenlace: un confuso forcejeo y Hunter deja de respirar. La era hippie se desvanece.
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El documental maldito

La cámara de Albert y David Maysles dejó constancia de aquel desastroso momento en el documental Gimme Shelter. Su trabajo fue utilizado por la policía para identificar y detener al asesino del joven Hunter, aunque posteriormente fue absuelto en 1971, cuando se confirmó que el adolescente empuñaba una pistola. Los moteros sostuvieron en todo momento que Hunter estaba drogado y dispuesto a disparar contra algún integrante de los Rolling Stones, aunque eso, por supuesto, nunca pudo comprobarse.
El festival de 1969 se ha descrito como el punto y final de una época de paz y sobredosis de alegría. Un impasse armonioso truncado justo cuando alcanzaba su apogeo. Un espíritu comunitario mareado por los efectos de las drogas duras. Y, así, la luz se apaga, llega la noche y los colores se vuelven negruzcos. La música sigue sonando mientras la vida se desvanece. Mientras se apaga el sonido, la (contra)cultura que marcó una época se esfuma. Las flores se marchitan. La paloma de la paz voló espantada por el ruido de un disparo. El amor, ahora, está teñido de sangre.
Con información de: Rollingstone.com, Youtube, Rockthebestmusic.com, Independent.co.uk, Thehoboride.blogspot.com, Ew.com, Findagrave.com, Altamontfree.weebly.com, Voices.yahoo.com, Morethings.com, Rhythmcityla.com, Sentadofrentealmundo.com y Sabiduriainutil.blogspot.com
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