Booker T. Jones grabó lo que se convertiría en el tema instrumental más importante del Memphis soul cuando solo tenía 17 años. Y de casualidad.
Le quedaba poco para marcharse a la escuela de música de Bloomington, Indiana, para comenzar su primer año de universidad. Y, como tantos otros domingos de los últimos dos años, no se encontraba en misa como la mayor parte de la población de Memphis.
Estaba en el estudio de grabación del sello Stax. Y estaba allí para tocar lo que hiciera falta (normalmente el órgano Hammond o el piano), como uno de los músicos contratados para acompañar al artista que estuviera asignado para grabar ese día.
Ya desde muy pequeño se vio que tenía un entendimiento especial de la música. Era hijo de un profesor de matemáticas y una pianista que no ejercía profesionalmente, y nieto de una profesora de piano. Así que el primer instrumento en el que posó sus manos fue precisamente ese. Pero poco después su obsesión con la música le llevó a la batería, el clarinete, el oboe, el saxo, el órgano, el bajo, el trombón… E incluso la guitarra, cuando no había ningún guitarrista cerca.
[pullquote]Un tema instrumental al que ni su autor ni su sello hicieron demasiado caso acabó como cara B de un single que tampoco estaba destinado a tener mucha repercusión[/pullquote]
Esa precocidad musical fue alimentada por su entorno, que le permitió desarrollarla y hacer cosas que no se correspondían con su edad. Empezó a tocar en clubes con 15 años, cuando aún le faltaban unos cuantos para entrar en ellos legalmente. Era el único alumno con llaves del cuarto de música y el único al que permitían tomar prestados los instrumentos. Y alguna vez tuvieron que interrumpir su clase en el instituto y llevárselo de urgencia al estudio de Stax para que aportara su saxo a una grabación atascada.
Pero volvamos a ese domingo de 1962. Ese día en cuestión le tocaba grabar a la antigua estrella de rockabilly Billy Lee Riley, que después de comer recogió sus cosas y se marchó. La norma de la casa era que, si una sesión se truncaba o acababa pronto, los músicos que estaban allí podían usar las horas restantes para sus propios apaños. Así que Booker T. Jones, Al Jackson Jr., Lewie Steinberg y Steve Cropper se quedaron improvisando un rato. Y Jim Stewart, que estaba al control de la mesa de mezclas ese día (y que además era el dueño de la discográfica), dio al botón de grabar.
Empezaron a tocar una melodía que Booker T. usaba para probar sonido en los garitos. El resto de los músicos le siguió y todo fluyó de tal manera que a Stewart le pareció que el resultado era digno de incluirse en un single de la subsidiaria de Stax, Volt.
¿Así nació Green Onions? No. Esa canción se llamó Behave yourself e iba a ser la primera grabación propia editada por ese grupo interracial (en una ciudad aún segregada) que todavía no tenía nombre. Pero claro, el 7” necesitaba una cara B. Así que le preguntaron a Booker T. por esa otra composición que había estado rumiando las últimas semanas.
El multinstrumentista llevaba un tiempo experimentando, mezclando los nuevos conocimientos que iba adquiriendo en su clase de Teoría de la música con aquellas cosas que sus raíces musicales le decían que no debía olvidar.
Y jugando con los doce compases del blues y las reglas del contrapunto, había ideado Green Onions. De esta manera, un tema instrumental al que ni su autor ni su sello hicieron demasiado caso acabó como cara B de un single que tampoco estaba destinado a tener mucha repercusión.
Además de una cara B necesitaban un nombre, y Booker T. & The M.G.s sonaba bien. Y aunque durante años juraron que lo de M.G. eran las siglas de Memphis Group, lo cierto es que salió de la marca del deportivo que Chips Moman, técnico del estudio, tenía en ese momento aparcado en el trozo de calle que veían desde la ventana. Tardaron décadas en reconocerlo para no tener problemas con el fabricante de automóviles.
Cuando los desconocidos M.G.s tuvieron su primer 7” en la calle, se lo llevaron a Reuben Washington, locutor de la emisora local WLOK. Al DJ le gustó la cara B, la pinchó en su programa varias veces seguidas y de pronto la radio se llenó de llamadas preguntando por lo que estaba sonando.
[pullquote]Aunque Booker T. & the M.G.s pasaron a ser un combo con nombre propio y no solo la banda de la casa, en Stax se los siguió considerando más el grupo de respaldo del resto de sus artistas que otra cosa[/pullquote]
Otras emisoras también se decantaron por el reverso del disco. Y ahí Stax se dio cuenta de cuál era la verdadera gema del 7”. Se apresuraron a convertirla en cara A y sacarla, esta vez sí, como una referencia del sello matriz. Green Onions se convirtió en un gran éxito: entró en las listas estadounidenses ese verano, llegando al número 3 de la general en septiembre. Y se pasó cuatro semanas en el número uno de la lista de singles de soul.
Mientras tanto, su creador estaba casi todo el tiempo lejos de allí, centrado en sus estudios reglados de música. Para desesperación de sus compañeros y su disquera, en vez de lanzarse a la carretera a capitalizar el éxito del 7”, Booker T. no quiso abandonar su recién comenzada formación universitaria. Como reconoce en su autobiografía, aún era demasiado joven e inexperto como para saber que ese tipo de oportunidades se dan solo una vez en la vida.
Aunque Booker T. & the M.G.s pasaron a ser un combo con nombre propio y no solo la banda de la casa, en Stax se los siguió considerando más el grupo de respaldo del resto de sus artistas que otra cosa. De hecho, eran los únicos con cierto renombre que no tenían manager. Y el sello nunca se planteó reprogramar una sesión en la que trabajaran como músicos de estudio para beneficiar su trayectoria como banda.
Aun así, Green Onions solo fue el comienzo de muchísimos conciertos, una enorme reputación y un buen puñado de éxitos. Tras dejar su huella en mucha de la música que les siguió y después de varias décadas de actividad intermitente como grupo, entraron en el Salón de la Fama del Rock&Roll en 1992 y recibieron un Grammy por toda su carrera en 2007.