Guía para que tu intercambio de casa sea un éxito

14 de septiembre de 2017
14 de septiembre de 2017
7 mins de lectura

Algo después del albor del nuevo modelo económico aparecido con la irrupción de internet, alguien decidió acuñar el término ‘consumo colaborativo’ o ‘economía colaborativa’. Fue el consultor Ray Algar quien bautizó a la criatura y el concepto se ha aplicado posteriormente a propuestas de negocio que se han convertido en muchimillonarias. Airbnb o Uber son dos de los ejemplos más célebres.

Efectivamente, millones de personas están colaborando para que, entre otros, estos tipos o este otro, estén haciéndose de oro. Nada que objetar, salvo la desnaturalización de la idea de economía colaborativa. Eso es una opinión, pero la realidad es que en el proceso de ajuste a ese nuevo paradigma se están produciendo efectos no deseados. Mientras esto ocurre en el Monte Olimpo de la economía mundial, los ciudadanos de a pie tienen sus propias maneras de enfrentarse con generosidad a su papel en el engranaje del consumo colaborativo.

Una de las maneras que está experimentando un mayor crecimiento es el intercambio de casa. La idea es sencilla: tu familia y tú os alojáis en una casa particular y, a cambio, otra familia se aloja en la tuya sin que haya intercambio económico entre ambas familias. Una propiedad por otra sin importar cuál es más valiosa.

[pullquote]Si tienes casa, ya tienes un bien económico con el que ‘pagar’ tus vacaciones.[/pullquote]

 

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El intercambio de casa es una modalidad vacacional tremendamente extendida fuera de España. Países como Francia y Estados Unidos encabezan las estadísticas de número de viviendas ofertadas mediante este sistema.

Aunque en España está aumentando la base de usuarios, lo cierto es que aún seguimos manejando vicios y miedos gracias a nuestra especial educación acerca de la propiedad privada que, en el apartado de vivienda, se podría resumir en que «en mi cama no folla nadie que no sea yo».

Por si te ha entrado la curiosidad, aquí van unos cuantos consejos acerca  de la manera de enfrentarse a esta no tan nueva forma de disfrutar del turismo y los viajes.

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1.- Abre la mente. Vas a recibir a una familia en tu casa. Van a echar la siesta en tu sofá, a hacer el amor en tu cama, van a usar tu baño con todo lo que eso supone en términos de materia orgánica de desecho y van a escuchar ese disco de PJ Harvey cuyo vinilo te costó la vida conseguir. No pasa nada. Aceptarlo te convierte en mejor persona, en un ser más generoso y, en general, tu familia será mil veces más guay. Ah, y tú harás lo mismo en casa de ellos.

Además, tú eres español. Así que, por regla general, tu casa será peor que la de la mayoría de los países más desarrollados que este, tus modales serán peores y gritarás más que ellos. Sus vecinos pensarán mal de esa pobre familia por tu culpa. Es decir, normalmente ellos salen perdiendo. Y si eso no les importa, ¿por qué ibas a estar tú intranquilo con desconocidos en tu casa?

En reglas generales, las familias que aceptan planear sus vacaciones intercambiando su hogar son familias de mente abierta, liberales (pero no en el sentido que le da Esperanza Aguirre a la palabra) y generosas. No la fastidies con una actitud talibán y antipática.

2.- Desapégate de tus propiedades (aunque no es necesario). En el caso de la familia que suscribe, en 6 años de intercambios de casa, la lista de daños en nuestra propiedad se limita a la tapa de cristal de una olla y un rayajo en una pared por un infante con inquietudes artísticas. No seremos nosotros los que censuren actitudes artísticas en nuestro hogar.

No va a pasar nada, pero libérate de la carga del temor por tus cosas. Por norma general, las van a cuidar mejor que si fueran las suyas.

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3.- Planea todo con tiempo suficiente. Si eliges este tipo de intercambio vacacional, lo haces para viajar de una manera menos ‘turística’, menos convencional y que te acerque más a la forma de vivir de una familia local. Cierto. Pero también por el pastruzal que te ahorras en alojamientos.

Si planeas las vacaciones con meses de antelación tendrás una oferta mayor de casas para elegir, unos vuelos más baratos y, por lo tanto, una sonrisa de triunfador mayor a la hora de repasar el extracto de la cuenta corriente.

Si se te echan las vacaciones encima, aumenta el precio de los vuelos y la cuota de sorpresa: aceptarás destinos que no tenías pensados en un principio. Esto, ojo, es muy bueno.

4.- El bonus social. La experiencia más gratificante es la de llevar a cambio un intercambio de casa simultáneo. Viajas a la casa de otra familia mientras, a la vez, esa otra familia se aloja en tu casa. Llegar a concretar un intercambio de este tipo supone una búsqueda intensa de opciones, y decenas de emails y mensajes para que cuadre lugar y fecha.

Decíamos antes lo difícil que le resulta al españolito meter en su piso de ladrillo visto de la zona del ensanche a una familia desconocida. Sin embargo, llegados a este punto, esa familia ya no será nada desconocida. Relájate. Es posible que te hagas amigo de ellos y que repitas una segunda vez en la misma casa.

Esas conversaciones te servirán también como inmersión cultural. Aprenderás cómo son, lo que les gusta y cómo es el estilo de vida de su ciudad, sabrás mucho más de la manera de vivir en ese otro lugar.

Dialoga mucho. Es gratis y es guay.

5.- No hurgues en los cajones de la ropa interior de las casas que visites. Es raro. Yo no lo he hecho nunca. Lo juro.

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6.- Sé flexible. Probablemente tengas una lista de destinos soñados e ideales a los que viajar, pero en ocasiones es excitante aceptar invitaciones a lugares que no entraban en tus planes. ¿Por qué no pasar unas semanas en una cabaña al borde de un bosque en las afueras de Helsinki? Prueba destinos desconocidos y actividades que a un tipo que vive en Madrid le resultan marcianas como recoger fresas de tu propio jardín para el postre. Esas son las cosas que hacen en Helsinki cuando andan cerca del solsticio de verano.

7.- Adopta una actitud slow. Tómate las vacaciones con calma. Huye del tumulto de las hordas de turistas. Pasa alguna tarde descansando en casa y aprovecha para leer y escuchar música que no es la tuya o para que tus hijas jueguen con juguetes ajenos. Haz la compra en supermercados. Cocina. Haz la colada. Juega con los hijos de los vecinos en el jardín del edificio. Tranqui. Todo tranqui.

8.- Lleva/deja un detallito sutil a tus anfitriones/huéspedes. Ellos comprarán para sí mismos aceite de oliva o jamón, pero no será ni oliva virgen ni ibérico o serrano bueno. Se equivocarán. Ayúdales y elige tú, que para eso ellos eligen para ti el vino francés que está bueno y del que no tienes ni pajolera idea.

9.- Busca la plataforma que mejor se adecúe a tus necesidades. En este santo hogar comenzamos por HomeExchange.com porque ofrece, además del intercambio de casa puro y duro, un sistema de puntos que permite más flexibilidad basado en intercambios simultáneos o no que implican a dos o más familias.

Un ejemplo: te vas de vacaciones de Navidad a gorronear cordero y langostinos a casa de tus padres. Tu casa se queda libre unos días. Esos días, puedes acoger a una familia australiana en tu hogar que, en lugar de disfrutar del verano austral, quiera venir a Madrid a comprar belenes en la Plaza Mayor, que ya son ganas. Si no te apetece ir a Australia en este momento o en otro próximo, puedes ‘cobrar’ esa cesión de tu casa en puntos. Esos puntos se utilizan para alojarte en otra casa que te interese más y en el momento en el que quieras. Son una especie de moneda con la que cobrar y pagar alojamientos.

Por ahí fuera, las casas tienen jardines con cama elástica, que lo sepas.
Por ahí fuera, las casas tienen jardines con cama elástica, que lo sepas.

¿Es esta la verdadera economía colaborativa?

La propuesta del intercambio de casas incide más en la parte colaborativa de la expresión que en la de economía. El capital en este caso deja de ser la moneda. Ahora lo es tu propiedad, tu vivienda, pero puede ser una manera de apaciguar los efectos no deseados que los grandes monstruos en la cabeza del pelotón de esta economía han contribuido a causar.

En Airbnb, por ejemplo, empresas especializadas están acaparando viviendas para ponerlas en alquiler. Las consecuencias se materializan en forma de especulación, aumento de los precios del alquiler de un bien básico como la vivienda y gentrificación. Airbnb está reordenando las ciudades más turísticas del mundo y así seguirá haciéndolo mientras las normativas municipales no regulen los flujos de vivienda turística y la carga impositiva que se les aplica.

En el caso de Uber en España, sus conductores han desembarcado con un marco de licencias muy diferente al de sus máximos competidores, los taxis. El agravio comparativo ha generado un conflicto entre las partes más violento de lo que sería deseable. Al igual que en el caso de Airbnb, la clave residirá en el marco legal que regule la transición del modelo más antiguo, el del taxi, a uno mixto en el que convivan con los nuevos servicios como Uber o Cabify.

El mundo de oportunidades que se abre cuando uno se libera de prejuicios y escrúpulos es apabullante. Si tienes casa, ya tienes un bien económico con el que ‘pagar’ tus vacaciones. Aprovéchalo y sal a conocer mundo aportando un cuota menor a la psicosis de la turismofobia.

Si quieres conocer un caso de intercambiadores Nivel Dios, debes conocer el proyecto El Vuelo de Apis, una familia sevillana que ha pasado un año entero recorriendo América Latina de intercambio de casa en intercambio de casa. Y sí, también intercambiaron con nosotros justo antes de coger el vuelo que les llevaría a América.

 

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