Las guías de formación de las empresas son como los manuales de instrucciones de los electrodomésticos: aburridas.
Conscientes de que nadie se los leía, los fabricantes de lavadoras y televisores al menos se inventaron eso de «guía rápida» para poner el aparato en funcionamiento sin demasiada demora. Sin embargo, los responsables de materiales de formación interna seguían en sus trece.
A principios de 2017, Lucía Jiménez Barca decidió resolver esa situación, que le era bien conocida después de casi dos décadas trabajando en el campo de la formación.
«En ocasiones las empresas para las que trabajaba me pedían hacer manuales, pero el resultado era un rollo. Tanto por el contenido como por las fotografías, que solían ser de bancos de imagen o libres de derechos sacadas de internet».
Con semejante factura, que esos manuales no se los leía nadie era un secreto a voces. Por eso, decidió mejorarlos en la medida de lo posible, por ejemplo, cambiando las fotografías por ilustraciones.
«En una empresa en la que trabajé, me dieron un manual de riesgos laborales. Si me lo leí fue por obligación, porque tenía que hacer luego un test. Lo mismo que me pasaba a mí le pasaba a otra gente. Así que me compré una tablet y comencé a ilustrar las guías yo misma. Aunque al principio los dibujos eran muy sencillos, a la gente que los vio le gustaron».
En un primer momento, Lucía Jiménez Barca no tenía pensado dedicarse en exclusiva a la redacción e ilustración de manuales de formación. De hecho, a ella aún le cuesta aceptar que la llamen ilustradora porque «hay miles de ilustradores ahí fuera mejores que yo». Sin embargo, cuando un una enfermedad le obligó a replantearse su vida profesional, decidió apostarlo todo a las guías ilustradas.
«Al principio me dirigí a consultores, coachers, psicólogos… gente que necesitaba ebooks para su trabajo, para sus webs. Como yo estaba empezando y era una propuesta nueva, tanto ellos como yo aprovechábamos la situación para aprender. Cuando la cosa estuvo un poco más desarrollada, comencé a ir a grandes empresas».
Entre los clientes de Lucía Jiménez se encuentran importantes compañías de seguros, operadoras de telefonía e inmobiliarias nacionales e internacionales, que le encargan todo tipo de guías tanto en castellano como en inglés. «Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en una para concienciar a los jefes de una aseguradora de que no deben estresar a sus trabajadores enviándoles mails fuera del horario de oficina o durante el fin de semana». Un mensaje que podría ser mal recibido por algunos de esos jefes si no fuera porque, además de dibujos, Jiménez emplea el humor en sus trabajos.
«Creo que el humor es importante en estos proyectos, aunque todavía hay algunos clientes, como las fundaciones, a las que les cuesta contar las cosas con humor. La verdad es que no entiendo por qué, porque el humor que utilizo es como el de Friends o como el de Fraiser, con algunos toques de ironía muy light. Nunca empleo un humor sarcástico ni rompedor, primero porque no soy así y, segundo, porque las empresas no lo aceptarían. De hecho, acostumbro a tener reuniones con los clientes para decidir juntos los chistes que se van a utilizar».
El entorno de Lucía Jiménez todavía no acaba de entender que tenga «reuniones para contar chistes». En ocasiones, hasta envidian que tenga un trabajo tan inusual.
«Cuando me dicen eso les respondo que se inventen ellos un trabajo como me lo he inventado yo. Según me cuentan los clientes, nadie hasta ahora les había propuesto una cosa como esta. Por supuesto que hay estudios de diseño que pueden hacer guías de este tipo si las empresas se lo encargan. Posiblemente las hagan incluso mejor que yo pero, por ahora, personas que vayan a las empresas, les propongan las guías, las escriban, las ilustren y lo hagan con humor, solo estoy yo».
La propuesta de Jiménez Barca añade a todo lo anterior un elemento más: la exclusividad de las guías. Lejos de ser materiales intercambiables entre una compañía u otra, estos trabajos se hacen expresamente para la compañía que las va a utilizar.
«Antes de empezar a escribirlas y dibujarlas, me reúno con ellos y les pido fotografías de las instalaciones, ejemplo de los uniformes de los trabajadores en caso de que los lleven, les pregunto detalles sobre la empresa, sobre cómo es la gente que trabaja… Cosas que me permiten hacer ilustraciones y chistes con los que esos trabajadores se sienten identificados y que al final contribuyen a que les apetezca leer el contenido».
[…] la gamificación o incluso los becons. Y, por supuesto, algo más tradicional, la formación y los manuales que se reinventan para dejar a un lado esos tediosos aprendizajes y esos tochos aburridos que nadie […]
Felicidades por el artículo y por descubrirme a Lucía!