En el colegio de Rubén, ya no hay a quien se le escape una luz encendida ni han vuelto a resbalar las gotas de un grifo mal cerrado. Gracias a las patrullas verdes de las que él mismo forma parte, han logrado reducir hasta un 24 % el gasto en luz de su colegio y un 20 % el de agua durante el pasado curso escolar. En total, 1.800 euros que se volverán a reinvertir en la escuela. Y lo mejor de todo no es el ahorro (que no es poco), sino que ahora Rubén sabe que su pequeño gesto de patrullero medioambiental ha logrado un pequeño cambio en el consumo energético del planeta entero.
La iniciativa puesta en marcha en el colegio de Rubén, el CEIP Pi i Margall de Madrid, forma parte del proyecto 50/50, que promueve la toma de conciencia del consumo energético desde los colegios y que busca involucrar a toda la comunidad escolar para poner en marcha medidas de ahorro y eficiencia energética.
«Cuando nuestros alumnos vieron el ahorro que se estaba logrando se implicaron todavía más queriendo incluso dejar de utilizar la pizarra digital o tener todas las luces apagadas», explica Alberto Fernández, jefe de estudios del Colegio Pi I Margall. «También los papás y las mamás nos cuentan que en sus casas sus hijos son ahora excesivamente controladores y están todo el día pendientes de no tener los cargadores enchufados, de bajar la temperaturas de la calefacción… Algunos intentan calcular el ahorro si no se usan determinadas cosas que según ellos son prescindibles», añade.
El concepto 50/50 comenzó a instaurarse en colegios de Hamburgo, en Alemania, en 1994 alcanzando un éxito que, años más tarde, lo llevaría a extenderse a más de 500 colegios y otros 50 edificios públicos de 13 países europeos. El objetivo era incluir incentivos económicos para que las escuelas y los administradores de los edificios escolares (normalmente los ayuntamientos) ahorraran energía: el 50% del ahorro de energía conseguido mediante las medidas de eficiencia energética adoptadas por los alumnos y los maestros vuelve a las escuelas a través de una aportación económica; el restante 50% es un ahorro neto para la autoridad pública que paga las facturas.
Los propios alumnos deciden en asamblea en qué quieren gastar el dinero que vuelve al colegio: libros para la biblioteca, nuevos juegos en el patio o reformas en las infraestructuras. El dinero sirve también para incorporar mejoras que permitan una mayor eficiencia energética del edificio.
Al inicio del proyecto, los estudiantes aprenden cómo funciona toda la maquinaria que esconde el edificio en sus entrañas y el gasto de energía que implica mantener las aulas calientes o las luces encendidas. Desde el ayuntamiento, responsable del mantenimiento y conservación de los edificios, se ponen en marcha medidas de monitorización y gestión energética y se instala una herramienta informática con la cual los propios alumnos pueden hacer un seguimiento de la optimización energética de los sistemas de iluminación, climatización y agua.
Una vez al mes se reúne una comisión de energía formada por alumnos, docentes y personal de comedor, limpieza o conserjería del colegio con personal del ayuntamiento para analizar el funcionamiento del programa e intercambiar ideas y experiencias para poder seguir con el ahorro.
Es precisamente la implicación de toda la comunidad educativa lo que hace que el proyecto funcione. «Es muy importante que el personal de limpieza, por ejemplo, apoye a las patrullas verdes de los estudiantes y que luego participe en las comisiones y aporte sus ideas», explica Fernández. Los niños se sienten parte de un equipo que les escucha y participa y con el que pueden lograr cambios que no solo les benefician a ellos, sino al planeta entero. «Desde el cole teníamos por seguro que este proyecto iba a funcionar muy bien porque los niños y las niñas son el propio agente de cambio, ellos son el futuro y ellos son quienes mejor pueden favorecer que se produzcan los cambios», añade Fernández.
En España, el proyecto se instauró por primera vez en 2012 por iniciativa del Ayuntamiento de Rubí, en la provincia de Barcelona, a través de la iniciativa Rubí Brilla. Desde entonces y gracias a una disminución progresiva de los consumos energéticos y de agua en las 12 escuelas del municipio en las que se ha aplicado la metodología, han logrado un ahorro económico acumulado de más de 300.000 euros.
Gracias a la iniciativa Ecooolocal, que suma las experiencias de participación ciudadana en materia de energía de la empresa sin ánimo de lucro Ecooo y el proyecto Rubí Brilla, el proyecto 50/50 ya ha llegado a más de 40 colegios de toda España y la idea es seguir avanzando, siempre a través del trabajo con los ayuntamientos. «Trabajamos implementando la metodología basada en el traspaso de conocimiento teórico práctico a los técnicos municipales, de forma que en años sucesivos sean estos quienes gestionen el proyecto y pueda ser ampliado al resto de centros educativos y de otros ámbitos (culturales, deportivos, etc) en el municipio», explica Laura Ramos de Blas, de la Ecooo.
En el cole de Rubén la caldera es bastante vieja y está programada para que funcione de lunes a viernes en un determinado rango horario, pero también funciona los días festivos que caen entre el lunes y el viernes. Rubén y sus compañeros del Pi i Margall le están dando vueltas a este asunto y piensan, como dice su jefe de estudios, que este año encontrarán una solución. Rubén lo sabe muy bien: no está el mundo para quedarse parado.
para bonito, tu artículo, la difusión de esta iniciativa tan bonita que habría que replicar por toda la geografía ibérica
Muchísimas gracias Esteban, la iniciativa y la forma en que se está desarrollando es ciertamente bonita 🙂