Guitarras que no mueren

16 de octubre de 2014
16 de octubre de 2014
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No hay nada más ridículo que los concursos de Air Guitar. No porque esté mal divertirse dando guitarrazos imaginarios, ojo. Esa motivación vale por sí sola un potosí. El tema es que, pudiendo calzarnos una bellísima guitarra real de hace medio siglo, ¿por qué vamos a andar con sustitutivos o placebos? Headbanger Rare Guitars se dedica precisamente a encontrar guitarras viejas y especiales, darles una nueva vida y quitarle el sentido a eso de hacer Air Guitar.
[pullquote class=»right»]«En España,no existía la posibilidad de probar una guitarra de los años 50 o 60»[/pullquote]
La cosa está clara. Una buena guitarra, una guitarra original y con presencia, puede convertir al más mindundi de tu barrio en una estrella del rock. Ejerce ese poder transformador y dota a quien se la cuelga al cuello de un aura que denota actitudes diferentes, estilos variopintos y, sobre todo, molonidad extrema.
Desde que a Leo Fender, Les Paul o a Adolph Rickenbaker y George Beauchamp —cada uno por su lado— les dio por amplificar una guitarra hace poco menos de un siglo, la historia de la música discurre por senderos diferentes a los que el destino les tenía señalados sin la energía eléctrica.
Desde hace poco menos de un siglo, la variedad de modelos de guitarras es inabarcable. Hay mucho que rascar y, por eso, Israel Domínguez y Lidia Martín han decidido construir su propia historia de las guitarras rescatando viejos modelos que necesitan resucitar. Headbanger Rare Guitars abrió sus puertas hace muy poco más de un año en la calle La Palma. Desde el corazón de la madrileña Malasaña, encuentran, restauran, reparan y venden modelos clásicos —y algunos nuevos— de guitarras y bajos acústicos y eléctricos.
Israel dejó su trabajo como montador en televisión algo quemado. Fue Lidia quien le empujó a abrir la tienda. «Tienes que montar algo que te apasione», le dijo. Como Domínguez entró en contacto con las cuerdas cuando tenía trece años y tiene una banda, Coilbox, de la que es cantante, la cosa fue bastante natural. «Empezamos a flipar viajando por Estados Unidos y viendo tiendas allí. La primera vez que entré a una de ellas de este rollo me di cuenta de que llevaba toda la vida viviendo una mentira. En España, nunca había tenido la posibilidad de probar una guitarra de los años 50 o 60». Así que lo vio claro. Tenía que traer esa idea de Estados Unidos a Madrid.
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Como explica el cofundador del negocio, la filosofía de este templo guitarrero es «traer a la gente material que hasta hace nada era imposible probar en una tienda y sobre todo traer cosas muy exclusivas pero asequibles para muchos bolsillos». En las negras paredes del local, cuelgan desde guitarras acústicas con 40 años por 250 euros a alguna Gibson de 18.000 machacantes. «Queremos que venga cualquier chaval a probar una guitarra de hace 50 años. Creemos que así deberían funcionar las tiendas», afirma Domínguez.
[pullquote class=»left»]«Muchas personas vienen a probar una guitarra y se ponen a cantar»[/pullquote]
Todo invita, de hecho, a pasar tiempo en Headbanger. Israel sonríe con amabilidad y avisa a todo el que entra para que se sienta libre de probar lo que quiera, muy lejos de la inquisidora mirada del encargado de tienda de instrumentos caricaturizado toda la vida. Hay sillones confortables, espacios diáfanos y equilibrados, música y todo el material es estéticamente atractivo. «El sitio es tan cómodo que muchas personas vienen a probar una guitarra y se ponen a cantar. Así que, a veces, tengo música en directo en el local», cuenta riendo.
Israel y Lidia traen el material desde Japón y Estados Unidos, donde han tejido una especie de red de contactos que les avisan cuando surge una buena oportunidad. «Tratamos de conseguir las guitarras en el mejor estado. Las guitarras son como un coche, te puedes llevar sorpresas comprando de segunda mano. Por eso, tenemos mucho cuidado y, además, cambiamos el menor número posible de partes de las guitarras para que no cambien el sonido ni pierdan valor», dice el extremeño.
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Cuando una de estas criaturas cruza las puertas de Headbangers, Israel realiza los primeros ajustes y Mario y Vicente, los artesanos de Entone Luthiers, se ponen manos a la obra. Desmontan pieza a pieza, pulen, reparan, sustituyen y vuelven a montar para que la guitarra quede como nueva pero con su sonido clásico característico, que de eso se trata.
Israel es de Gibson. «Fender no me hace mucha gracia», confiesa. Sí, le gustan las guitarras americanas de los 50 como las Silverstone o Kay, «que eran guitarras para estudiantes y que ahora son muy caras». ¿La culpa? De músicos que las han rescatado y las han vuelto a poner de moda. «Esas guitarras siempre han sonado bien, pero hasta que Jack White no salió con una Kay, la gente no se dio cuenta», apunta el dueño de Headbanger.
[pullquote class=»right»]Headbanger también vende material hecho a mano por artesanos independientes[/pullquote]
Así se crean las tendencias en el mundo de las seis cuerdas, amigos. Guitarras que valían 300 o 400 euros disparan su precio tras aparecer, por ejemplo, en un vídeo de The Black Keys. Eso le obliga a ejercer de una especie de cazatalentos guitarrero, en constante búsqueda de la pieza que verá disparado su valor en los próximos tiempos. «Es oferta y demanda», dice. Puerco capitalismo que todo lo corrompe.
A Israel Domínguez le gustan las rarezas y, por ejemplo, se ha especializado en traer copias japonesas de modelos clásicos de los 70 como las de la marca Greco. «Aquí tienen la posibilidad de probar la original y su copia y comprobar que, por menos dinero, pueden llevarse guitarras con muy buen sonido», señala.
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Headbanger es un espacio maker y no solo por los lutieres que utilizan sus manos para curar guitarras. Israel Domínguez se dio cuenta de que hay ‘chalados’ que hacen artesanalmente productos exclusivos en pequeños talleres. Además de los amplificadores de segunda mano, la tienda cuenta con un jugoso apartado de amplis. «Morgan es un fabricante americano y Muddy es la marca de Alfonso, un chico de Madrid que vino cuando abrimos la tienda y me dijo que hacía amplificadores en casa como hobby. Trajo algunos, los probamos y flipé. No los había vendido en ningún sitio y los clientes alucinan», cuenta.
Eso provocó que se corriera la voz y llegaran otros makers. Los lutieres de Headbanger, que son de Carabanchel, barrio de rock, también hacen guitarras exactamente como se las piden los clientes. Dos chicos de Alicante hacen correas de cuero a mano. «Mola porque esos pequeños fabricantes me dicen que no les hacen caso en otro sitio. Cuando yo empecé, también me ayudaron sin conocerme. Hago lo mismo. Me gusta que la gente tenga una oportunidad», declara.
Ocurre lo mismo con los pedales que ofrecen. Tenían que ser hechos a mano y Domínguez decía que no quería trabajar con ninguna marca grande. «Unos chicos de Cáceres crean pedales artesanales con la marca de la tienda. Al principio, yo pensaba si alguien compraría un pedal con el logo de la tienda. ¡Los compran!», explica el pacense. «También me envían material de Sonic Mamooth para ampliar un poco el abanico».
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Headbanger se ha convertido también en sitio de reunión de músicos. La tienda, además del material que rescatan y restauran, vende guitarras de los clientes que quieran dejarlas en depósito a cambio de un porcentaje.
Olvidando los golosos juguetes que cuelgan de las paredes del local, hay conciertos algunos jueves. ¡Y conocimiento! Santi Guillén, el primer cliente que tuvieron, da clases de guitarra a una veintena de personas de todas las edades.
La última es que también hay exposiciones relacionadas con este mundo, como la que Jägermeister montó hace pocos días y que reunió una importante colección de guitarras de nuevos valores como Trajano! o The Parrots o Juventud Juché. Como cuenta Arnau Sabaté, responsable musical de la marca, «el local respondía exactamente a lo que buscábamos. La impresión es la de un sitio genuino con el que nos identificamos, así que les llevamos unas cuantas guitarras de bandas madrileñas con las que habitualmente trabajamos».
Así transcurrirá la vida presente y futura en Headbanger, entre todo aquello que tenga que ver con el universo de las seis cuerdas (o de las cuatro, que no se enfaden los bajistas). Quedan miles de guitarras por rescatar y, lo bueno, es que allí se pueden manosear.
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