Hay un viejo dicho periodístico que viene a decir que periodismo es publicar lo que otros no quieren que se lea, que todo lo demás son relaciones públicas. Cuando el autor de tan manida cita dijo eso seguramente pensaba en la censura y en las presiones de los poderosos para ocultar según qué cosas, pero supongo que no pensaba en una losa mucho más evidente y extendida en nuestros días: la de la audiencia.
La audiencia lo es todo en los medios: nos moldea, nos condiciona y nos permite vivir. La lógica es simple: a mayor audiencia, mayor ingreso, así que hay que hacer cosas para tener audiencia. Titulares, fotos, enfoques, contenido… Todo. El problema está cuando se apuesta solo por crear contenidos para agradar a las audiencias, porque con el tiempo acabas condenado a la irrelevancia tras destruir tu marca. Pero más peligroso es hacer algo sin pensar en las audiencias, porque si lo que haces no interesa no habrá manera de ingresar un céntimo por tu trabajo. Serás un producto minoritario, también irrelevante.
Si uno hace el peligroso ejercicio de echar un ojo a los temas más leídos de cada medio de comunicación verá que esos listados están poblados de titulares picantes, cosas extrañas, fotografías sugerentes y, de vez en cuando, algún tema del día si es realmente polémico. Si esos temas funcionan y otros no, ¿por qué invertir tiempo, inversión y esfuerzo en hacer otros que sabes que no van a funcionar? Porque todo configura el producto y porque, como dice un amigo, no puedes jugar con once Messis en el campo ya que sin portero ni defensa perderías todos los partidos.
Lo malo es que yo soy experto en temas que no interesan aunque, la verdad, no creo que haya temas que no interesen, sino formas de contar que no interesan.
Lo que he hecho
Lo mío es la política, así, en general. Y, en concreto, el llamado conflicto vasco. He recorrido Euskadi y Navarra entrevistando a gente. Más de 1.600 kilómetros por pueblos y ciudades, de un lado a otro. He entrevistado a ertzainas, víctimas, periodistas de Gara, gente de colectivos sociales, políticos del PSOE, del PP, del PNV, cargos del Gobierno vasco, exmiembros de la mesa nacional de HB, encausados de la época del ‘todo es ETA’, concejales de Bildu, adolescentes de pueblos abertzales, profesores de política, funcionarios de prisiones… Para muchos, un coñazo.
Es difícil vender según qué temas: la gente está saturada de algunas informaciones y, además, si estos temas son duros o difíciles, peor. Sin embargo, muchas de esas historias, publicadas además en malas fechas, funcionaron en audiencia. Y cuando otros como Jordi Évole -que cuenta historias mejor que servidor de ustedes- fue a Euskadi a contar qué pasaba allí, también funcionó bien. El problema pues no es tanto el tema en sí, que también, sino cómo contarlo.
Lo que quiero hacer
Sin embargo, y años después de tantas entrevistas y reportajes, quise contar la historia del fin de ETA.
Supongo que la historia de ETA y lo que ha pasado a su alrededor centraría la atención de muchos si hubiera pasado en otro lugar. Pero esto es España, y aquí ETA no interesa. Eso era lo que me decían los medios con los que hablé cuando les propuse eso, volver al norte, a sus calles, a hablar con la gente, a intentar ver qué pasa allí mientras aquí se guarda silencio. Que estaba muy bien lo que había hecho hasta entonces, que sí, que era un tema importante… pero que ETA no vende. Que ETA no interesa a los lectores.
ETA dejó las armas hace años, una historia esperada durante décadas. La izquierda abertzale volvió a las Cortes, ya sin violencia en las calles, y casi 30 años después. Pero lejos de tratar lo anterior como muestra de una histórica normalización, nuestra sociedad dejó caer encima de todo eso una losa de silencio. ETA no interesa a la gente y por tanto a los medios tampoco… o quizá sea al revés, quién sabe. Hemos vuelto a hablar de inmigración, de la Constitución, de la Corona, de nacionalismo, de cosas que de tanto en tanto vuelven a nuestros medios y sirven para centrar la atención de la gente en según qué asuntos (y no otros).
Pero Euskadi sigue su camino, cerrando heridas, sin que nadie preste atención.
Cómo quiero hacerlo
¿Y cómo es la historia que quiero contar? Pues de una forma que a muchos les molesta: intentando hablar con todos. Eso es lo que significa Guztiak, el título del libro: «todos».
No entiendo otra forma de hacer periodismo que no sea escuchar todos los puntos de vista, sin sacar conclusiones, y que sean los lectores quienes lo hagan, si es que las hay. Sin embargo, no siempre es posible. Aún guardo conversaciones con altos funcionarios de Justicia, con ediles de la izquierda abertzale más ortodoxa y con víctimas que nunca he publicado por petición suya expresa. Y aún hoy tengo conversaciones con altos responsables políticos y caras muy conocidas que prefieren hablar desde el anonimato o, directamente, no hablar. Y cuando eso pasa, es por algo.
Hace años, y de forma simultánea, algunos me llamaban «franquista» por hablar con según qué personas y otros me acusaban de ser «amigo de ETA» por dar voz a otras. Y cuando eso pasa, es por algo.
Así que ni los medios compraban la historia porque no interesaba, ni algunos accedían a hablar conmigo por miedo o desconfianza, ni tampoco muchos de los lectores parecían contentos con que hablara con gente que pensaba diferente a ellos.
El más difícil todavía
Finalmente, una editorial se puso en contacto conmigo. Se trata de Libros.com, una editorial que funciona con crowdfunding para ver si los libros tienen apoyo suficiente o no. Les gustaba la historia, querían publicarla y nos pusimos en marcha.
La campaña, que creo que es la más complicada que han hecho hasta ahora (suelen pedir entre 75 y 150 apoyos por libro, y este necesita 250 apoyos), empezó la semana pasada. Durará un mes. Servirá para ver si a la gente le interesa o no esta historia, si tiene salida en formato libro lo que empezó concebido como reportajes y entrevistas periodísticas. Y es complicada, por todo lo dicho hasta ahora y por el alto número de apoyos exigidos (comprensible porque los costes del libro son mayores por el viaje que requiere el hacerlo).
La clave es que lo que se necesita no es una cantidad de dinero, sino de apoyos. Da igual lo que pagues, aunque sea el mínimo (6 euros por el libro en formato e-book). Lo que cuenta es el número de personas que lo respalden. Y precisamente por eso es tan complicada. Pero más complicado era que un conflicto tan enquistado se resolviera, y parece que se avanza en ese sentido. Así que por qué no probar suerte.
Por qué quiero hacerlo
Cuando la gente me pregunta por el porqué de mi interés, que si soy vasco, que si tengo familia vasca o que si hay algo de todo el conflicto que me haya tocado de cerca, digo que no. Que no, pero que no puedo entender que extrañe que un periodista, por más que sea de Valencia y viva en Madrid, quiera contar esa historia. Porque esa historia no es solo mía: es mía y de cada uno de los vascos y españoles cuya vida estuvo condicionada durante décadas por lo que pasó, por centenares de asesinatos, por tantas cosas terribles que se hicieron o permitieron, por tantas portadas monotemáticas durante tantos años y por tanto miedo.
Por eso me extraña que queramos olvidar todo tan rápido. Y no, no hablo de ‘memoria’ con el significado que se le ha querido dar. Ni hablo de rencor ni venganza, sino todo lo contrario: de cómo se ha acabado el terrorismo de ETA y de cómo mucha gente, alejada del foco de las cámaras, ha vuelto a tejer lazos, ha tirado hacia adelante y ha decidido seguir. Aunque sus historias ya no nos interesen.
Pero si decir según qué cosas sigue haciendo que muchos se escandalicen es porque hay muchas cosas que contar todavía. Porque es tabú decir fuera de Euskadi que ha habido malos tratos en las comisarías, pero así lo reconocen sentencias y ONG. Porque para muchos sigue siendo tabú decir dentro de Euskadi que el terrorismo fue un error, y un crimen. Porque para muchos es comparar muertos el decir que, además de los ochocientos muertos de ETA, hubo otros trescientos más a manos de otros grupos terroristas, desde la ultraderecha al propio Estado.
En las calles de Euskadi y Navarra hay muchas historias que contar. Yo sólo he adelantado dos de todas las que tengo en la libreta: la de Eduardo Madina, de quien muchos no saben que ETA le arrancó parte de una pierna con una bomba, y la de Aitor Merino, que intentó explicar en un documental que su mejor amigo es etarra y, sin embargo, buena gente.
Este relato está lleno de gente así. Algunos que perdonan, otros que no. Algunos que alzaron la voz y pagaron un precio por hacerlo. Otros que han repetido demasiadas veces un durísimo «pero ellos…». Hay muchísimas historias que vale la pena contar, y es lo que quiero poder hacer. Y no es por mí, ni por dinero, ni por el estúpido fetiche de publicar un libro. Es porque de verdad creo que hay historias que merecen ser contadas.
Y porque vale la pena intentar llevar la contraria a quienes dijeron que esta historia no tenía cabida en sus páginas porque no era interesante.
Si te apetece echar una mano a que Guztiak pueda hacerse, aquí puedes hacerlo
El reto de escribir una historia que no interesa a nadie
