«Sí, la gente cree que eres repugnante».
«Eres gorda y asquerosa. Tus brazos me hacen vomitar».
«No entiendo cómo las mujeres se permiten ser gordas. Sabes que te tratarán como la mierda».
Los insultos empezaron a llegarle por goteo a Haley Morris-Cafiero. Con el paso de los días, el goteo se convirtió en aluvión. Corría 2015, la fotógrafa acababa de publicar su primer y rompedor ensayo fotográfico: Wait Watchers.
En esta serie, Morris-Cafiero realiza autorretratos en los que se muestra como una turista rechoncha. Su aspecto es el extremo opuesto a los cánones de belleza difundidos por las revistas de moda. Los transeúnes se asombran, ríen, la rechazan; expresan su disconformidad con sus curvas generosas. La interacción con las personas que revela Wait Watchers es pasiva: la observan y la juzgan sin miramientos. La protagonista no participa.
Este trabajo se viralizó en internet, la autora no lo esperaba. Hubo algo aún más inesperado: la animadversión que otros usuarios demostraron y que alcanzó cotas extremas de sadismo. «Hasta hoy he recibido millares de correos electrónicos y comentarios de desconocidos que me llaman fea, gorda, enferma y me dicen que debería cambiar o morir», cuenta la autora, originaria de Atlanta. Lejos de desanimarla, este material explosivo inspiró su siguiente ensayo, al que titula The Bully Pulpit (El púlpito del matón).
Con la determinación de una investigadora y la creatividad de un ser excepcional capaz de transformar una experiencia desagradable en arte, Morris-Cafiero espía los perfiles públicos de sus acosadores en las redes sociales. Después, se disfraza para parecerse a ellos e incluye, en cada autorretrato, el mensaje agresivo que le enviaron.
«Nunca imaginé que Wait Watchers podría suscitar las críticas y el interés de tantas personas. Desde el primer mensaje, me reí de los comentarios de los acosadores. Si, por un lado, no fue difícil hacer el proyecto, por el otro debo decir que necesité años para experimentar muchas situaciones difíciles y reaccionar de esta manera. He sobrevivido al cáncer y al odio hacia mi cuerpo desde mi adolescencia», cuenta.
En The Bully Pulpit, elige los personajes que le llaman la atención desde una vertiente meramente visual. En total son 30 retratos de personas muy diferentes: hay desde un adolescente de 13 años apasionado por los videojuegos hasta un exculturista de 70. Morris-Cafiero inventa versiones grotescas de sus censores; pelucas chillonas, narices falsas, músculos de mentira. Cada imagen nace cargada de un profundo sentido del absurdo.
El resentimiento y la intolerancia se convierten en el punto de partida de su trabajo. «Creo que internet proporciona un colchón para que las personas expresen sus pensamientos de odio, seguras de que no van a ser reprendidas. En muchas ocasiones pueden actuar de forma anónima. Uno de mis acosadores, por ejemplo, se esconde detrás de la imagen de una caricatura, y cuando busqué su nombre en Google, descubrí que había sido arrestado», explica.
La fotógrafa crea una estética fake que alude precisamente a la falsa sensación de seguridad que ofrece la red. The Bully Pulpit intenta demostrar que, a pesar del presunto anonimato, nadie está realmente a salvo y todo el mundo puede ser rastreado. Al mismo tiempo, pretende estimular una reflexión sobre la belleza, la aceptación, la tolerancia y, sobre todo, el ciberacoso.
«Las redes sociales proporcionan una plataforma para que las personas que propagan el odio reciban aplausos e incluso se hagan famosas. Los medios de comunicación son cómplices a partir del momento en el que publican los cosas odiosas que los líderes mundiales y los políticos dicen unos de otros», señala Morris-Cafiero, que se escuda en el humor para neutralizar la negatividad y crear una parodia de los peores instintos humanos.
Hoy sigue provocando. Trabaja en una serie de retratos en los que delata a los poderosos que aprovechan su situación privilegiada para soltar impunemente declaraciones aterradoras. «No me refiero a personas como Donald Trump o el periodista Boris Johnson, ya que ellos son criticados públicamente todo el tiempo. Hablo de figuras con un poder manifiesto que controlan los debates sobre el arte y que tienen ideas horribles flotando en su cerebro, ideas que, ocasionalmente, salen de sus bocas».
Bully Pulpit estará expuesto en el festival Getxo Photo del 4-29 de septiembre.