Hay un camello cerca de usted (II)

El lunes pasado inicié esta serie sobre ciertos tipos de camellos. Algunos lectores y lectoras de poca fe han dudado de la autenticidad de mis pesquisas. Se lo disculpo, vivimos en un mundo incrédulo, sobrepasado por el telediario y las teleseries. Los estereotipos existen, sí. Pero no diez. Y diez son los tipos de camello que este cronista ha decidido mostrarles a ustedes, tanto si me creen como si no.
Repasamos los tres primeros: el hipster, el colombiano en el coche y el que acepta tarjetas. Hoy veremos algunos más, pero antes, me gustaría enviar un mensaje al ministro de Hacienda, que sé que me está leyendo. Sr. Montoro, considere usted la posibilidad de legalizar todo el tinglado y aplicar un tipo impositivo del 21% a la venta de estupefacientes en España. Según la Agencia EFE, el negocio de las drogas genera un beneficio diario de 15.7 millones de euros en nuestro país (lo que permite suponer una facturación mucho más abultada). Así que solo en un mes el IVA que recaudaría el Estado podría superar con holgura los doscientos millones…
Hacienda ya cobra IVA y otros impuestos indirectos sobre sustancias tan letales como el alcohol, el tabaco o las sopas instantáneas, así que no hablamos de razones sanitarias, sino fiscales. Solo es una idea.
Pero sigamos con nuestro catálogo de camellos, tras este inciso en la actualidad financiera. Les recuerdo que el momento SWAP se produce cuando intercambiamos dinero por sustancias, y determina la tipología del dealer en cuestión.
4.- El camello culto
Con él terminas hablando del último libro de Houellebecq o discrepando acerca de la relación tortuosa que mantuvieron Rimbaud y Verlaine, cuando mira su reloj y dice.
Será mejor que me vaya.
El momento SWAP es en un intercambio de libros. Yo le presto uno de Philip K. Dick con el dinero dentro, y él me devuelve uno de Marguerite Duras con la mercancía entre sus páginas.
Exquisito.
5.- El camello chica
Es extremadamente infrecuente, pero no pasa nada; tampoco abundan las mujeres que toquen el saxo o que sean reparadoras de aparatos de refrigeración.
La que he conocido era muy menuda, muy joven, muy mona y con una mochilita en su espalda. Madre mía, lo que llevaría ahí dentro… Pues curiosamente nada de cocaína: solo pastillas de éxtasis, cristal y algunos capullos de polen afgano. Cuestión de estilo y de principios. Entre los camellos no faltan quienes denostan algunas sustancias por considerarlas indignas.
El momento SWAP se produce con dos besos en la mejilla, uno de ellos deliciosamente cerca de la comisura de los labios.
6.- El camello paternal
Se preocupa por tu salud, por la de los tuyos, por si vas abrigado o por si va a llover. Y te recrimina amablemente tu frecuencia de consumo. Cuando ha comprobado todos estos extremos te vende su química, que suele ser letal. A mayor grado de paternalismo peor calidad de las sustancias.
Recuerdo una noticia en Glasgow que me hizo mucha gracia; habían detenido a un tipo en el aeropuerto con una bolsa de cocaína. Pero después de los análisis, la droga estaba tan cortada que no alcanzaba el límite mínimo para constituir delito, y lo dejaron marchar.
7.- El camello religioso
No consume nada de lo que vende, tiene mujer e hijos que mantener en otro país, y el cubículo en el que te recibe está repleto de vírgenes y santos, además del ordenador portátil y las cajitas con sus variadas mercancías. Uno casi le compra por compasión o por solidaridad. Te llama de usted, y siempre pregunta:
¿Qué le preparo?
Al despedirse repite sin variación un inquietante:
Que Dios le bendiga.
Bien es sabido que los caminos del Señor son inescrutables, pero este, más.
8.- El camello policía
Lo siento, no puedo decir nada, ni siquiera poniendo un nombre falso, o el tipo en cuestión acabará conmigo. En su defensa cabe decir que los recortes en los sueldos de los trabajadores públicos empujan a estas soluciones.
En fin, ahora me encontraba en la mesa de mi comedor observando un arsenal químico capaz de tumbar a un regimiento. Y tenía que revertir mi inversión, faltaría más. La necesidad agudiza el ingenio, y si no lograba recuperar la pasta no podría pagar el alquiler. Como ya anuncié, este valiente reportaje no estaría completo sin meterme en la piel de un dealer. Así que no se pierdan la tercera y última entrega de esta apasionante serie… Les contaré lo de la cunda y el poblado… y me verán bailando house deshaciéndome de casi todo lo comprado.

No te pierdas...