La portada más dulce de la historia de Yorokobu

31 de enero de 2018
31 de enero de 2018
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Hazlo tú Barahona

Suele ocurrir con frecuencia. Las buenas ideas no siempre son expelidas por sus autores, extraídas de la mente cuando están cocinadas. Hay veces que, ellas mismas, conscientes de su dimensión, se abren camino hacia la luz como en un parto sin epidural.

Aunque eso ocurra, que ocurre, no es un proceso espontáneo. Gonzalo Barahona, ganador de la séptima edición del concurso Hazlo Tú, organizado por Yorokobu y Volkswagen, llevó a cabo su propio ritual. «Salí a tomar unas copas con unos amigos. Siempre pedimos cachimba. Me relaja. Nos trajeron unas chucherías con ella. Eran mis preferidas desde pequeño y hacía mucho que no las comía: huesitos y otras parecidas que son redondeadas y del mismo color, formando el rojo y el blanco una espiral». Ahí estaba el primer input.

portada

El segundo llegaba por la propia formación de Barahona –es arquitecto– y por su manera de ver el mundo. «Veo todo en tres dimensiones y por ello necesito trabajar así», explica. La propuesta que aunaba portada y contraportada sería un dibujo continuo, pero en tres dimensiones. «Y en el espacio solo hay una ley y es la gravedad. El dibujo no se escaparía a ella».

En su imaginación también bullían sus obsesiones del pasado: «Los edificios pantalla, edificios altos y estrechos, como si de carteles gigantes se tratase; como el museo de Caja Granada, de Alberto Campo Baeza; o quizá el edificio Flatiron de Nueva York». Con esos cimientos, el mensaje brotó solo.

contraportada

Gonzalo Barahona no traicionó lo que es y comenzó, como arquitecto, con lápiz y papel, con croquis sencillos, «no de gran calidad, pero sí rápidos y expresivos». Además de arquitecto, es esclavo de la procrastinación, así que con el reloj como amenaza y estímulo, se clavó en el ordenador 24 horas antes del límite de entrega. «Pero es que solo sé hacer las cosas así. “Si no se hace tarde, no se hace bien”», asegura. El resultado es un lettering de golosina, con trazos de infancia, de feria, de tardes de vacaciones y bolsa de chuches. La propuesta consiguió imponerse a las 578 presentadas al concurso, algunas de una gran calidad.

Además, tuvo claro desde el principio que la diferencia que él proponía iría en la relación entre portada y contra: serían el mismo dibujo, que viajaría entre la creatividad de Yorokobu y la seriedad de Volkswagen, porque, en su opinión, ambas marcas tienen mucho también de la cualidad opuesta, más allá de su rasgo más característico.

«Entendí que la continuidad literal podría ser un punto positivo y que sería más sencillo», dice. Así que, desde esa unicidad, el arquitecto estableció una dialéctica entre las dos caras de una misma revista. «Cada una tiene un poco de la otra».

Puedes encontrar la revista aquí. Los gastos de envío los pagamos nosotros.

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