Hola, marinero: el orgullo (gay) que vino del mar

21 de octubre de 2015
21 de octubre de 2015
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Entre todas las banderas de señales que conforman el lenguaje de la navegación marítima hubo una que fue raramente mostrada pero ampliamente representada. Hablamos de la bandera del arcoíris. El orgullo gay, aunque pocos lo sepan, tuvo su máximo exponente en el mar. Ni Holanda, ni España ni EEUU. El lugar más tolerante del mundo con la causa gay, cuando la palabra gay ni siquiera estaba extendida, era tierra de nadie. O más bien mar de nadie. Es lo que explican Paul Baker y Jo Stanley en su libro Hello Sailor: The hidden history of gay life at the sea.
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Basándose en entrevistas personales y los pocos datos que corroboran este fenómeno, los autores aseguran que cerca del 30-40% de la tripulación de los cruceros a mediados del siglo XX era gay, destacando casos como el de la línea P&O, que parece haber sido la más atractiva para los homosexuales de la época, el porcentaje podría alcanzar aquí cotas de hasta el 90%.
«Hablamos de la mayoría de líneas de cruceros», explica Baker, «así que no era cuestión de uno o dos barcos». Para hacerse una idea, dice Baker, habría que pensar en algo similar a lo que sucede en muchas aerolíneas actuales con los azafatos. Con la diferencia, no menor, que marca el contexto histórico. En los años cincuenta la homosexualidad estaba penada en Reino Unido, lugar al que se circunscribe el estudio de este libro. Mientras la tierra era un lugar de represión, el mar se convirtió en el símbolo de la libertad para miles de jóvenes homosexuales. Respondían así a los versos de los Village People antes de que estos los cantaran: «¿dónde puedes encontrar placer?» Efectivamente: In the navy.
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Un barco lleno de hombres -las mujeres no podían ser parte de la tripulación hasta los años setenta- sexualmente frustrados -no podían tener ningún tipo de relación con el pasaje- recorriendo playas paradisíacas lejos de las miradas de familia, amigos y conocidos. No es difícil imaginar los motivos que impulsaron a muchos a embarcarse, pero el fenómeno más interesante que reseña Hello Sailor no es la alta concentración de homosexuales en los cruceros, algo que podría ser meramente anecdótico, sino la forma,«totalmente abierta y expansiva», en la que la vivían.
Romances, drag queens, drama y mucha pluma subían a bordo de los cruceros, lo nunca visto en la sociedad británica de los años cincuenta. En una época altamente represiva estos barcos se configuraron como islas de libertad sexual, un verano del amor pasado por agua. Atendiendo a las declaraciones de quienes lo vivieron de primera mano, las reacciones de sus compañeros de viaje heterosexuales, tripulación y pasajeros, parecen haber variado desde la total indiferencia al apoyo explícito.
«Creo que la cultura marinera es quizá más tolerante de lo que habríamos pensado en un primer momento», reflexiona Baker, que cita como ejemplo de esta tolerancia la fama de ‘The Queen of the Pacific’, una drag queen especializada en artes marciales, o la anécdota de una pasajera que sorprendió a un azafato probándose su vestido. «Oh, cariño», le dijo, «te queda mucho mejor a ti que a mí».
Este ambiente de tolerancia propició que se crearan códigos y conductas propios de este submundo. Fue precisamente uno de ellos el que puso sobre la pista a Baker para escribir su libro. Este profesor de la Universidad de Lancaster, especializado en lenguaje y temas de identidad de género, estaba realizando una investigación sobre el polari, la jerga que utilizaban los homosexuales ingleses a mediados del siglo XX. Analizando sus referentes se dio cuenta de que esta jerga compartía palabras con el slang típico de los marineros, y cuando vio que muchos de los que lo habían utilizado tenían un nexo en común: un pasado en el mar.
Baker se asoció con la especialista en historia marina Jo Stanley y juntos se dedicaron a sacar a flote un pasaje de la historia marinera que había sido olvidado. Lo hicieron a través de anuncios en revistas gais y publicaciones marítimas. Encontraron de todo, incluso insultos y amenazas, pero finalmente dieron con algunos de los protagonistas que narraron su experiencia en primera persona.

Pero, si este fue un fenómeno tan extendido y tan aceptado, ¿por qué apenas se ha oído hablar de él? «Probablemente por la homofobia y el secretismo», reflexiona Baker, «estos hombres fueron borrados de la historia, y sentimos que era importante corregir esto».
La tolerancia entonces terminaba al llegar a puerto. No es así hoy en día, desde que se publicó Hello Sailor, las fotografías y documentos que lo glosan han pasado a convertirse en una exposición itinerante que ha recorrido varios museos.
«Me gustaría que esta exhibición diera la vuelta a todos los museos marítimos del mundo», aseguraba pletórica la coautora de Hello Sailor Jo Stanley cuando se inauguró la primera en Liverpool. «Nos han contado una versión demasiado tradicional de la historia marítima que ha excluído a mujeres y homosexuales, así que creo que estamos mostrando una realidad inédita».

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