Historia del insulto: «Cabrón»

Hay insultos que saltan a la primera página de los periódicos o a sus breves de sucesos debido a los motes que se asignan entre ellos los criminales que se encuentran entre rejas.
También hay bandas que no han pisado la cárcel pero ya emplean esta jerga de pseudónimos chungos. El PP es una de las más conocidas.
El caso que nos ocupa en esta ocasión es el insulto, devenido en nombre, del extesorero del partido del gobierno actual de España, Luis Bárcenas, alias ‘el Cabrón’. ‘El cabrón’, dicho por su abuelo, al que le faltaba todo el maxilar derecho, o el ‘puto cabrón de los cojones en vinagre’, dicho por el único empleado que no cobraba en sobres en B en la sede del Partido Popular.
Pero no hablemos solo de Luis, cabrones; (aquí va un punto y coma porque nos dirigimos a vosotros) cabroncetes, de espíritu más ingenuo y no tan hijoputa; cabritos, que son los cabrones que se convertirán en cabronazos en un futuro; y putos cabrones, que es un insulto propelido para entablar una riña rápida y sin necesidad de instancia intermedia, ya que su intensidad es máxima.
Pensamos mucho en Heidi a la hora de relacionar el animal macho cabrío con el insulto diabólico de cabra endemoniada. Y recordamos la épica frase del abuelo de Heidi en el capítulo 166 (prohibido en la parte norte de las montañas de Senegal) diciéndole a Pedro: «¡Eh! ¡Tú! ¡Cacho cabrón del cantón del Tirol de los putos zombies! ¡Saca esa mano de mi pequeña Heidi que te pongo al perro Niebla de mochila en el orto!». A lo que Pedro, muy malencarado en su ruralismo, respondió: «Abuelo, no se me arisque que si se me hace el loco le peino padentro el gaznate».
No es de extrañar este enfado de Pedro y su constante utilización de ‘cabrón’ porque conocía los devaneos de su madre con otros hombres que no eran su padre, de nombre Julius. Era marcharse su progenitor a cuidar a las vacas suizas y, de pronto, empezaban a aparecer señores por su casa como si aquello fuese una cola del DÍA en jornada de oferta.
Era habitual que Pedro sufriese en el colegio los escarnios de sus compañeros: «¡Tu padre es un cabrón!», le gritaban. Pedro reaccionaba violentamente: «¡Eh! ¡Cuidao! Que mi padre trata a todo el mundo muy bien». Le respondían los otros, evidentemente poseedores de mejores notas en Lengua: «No, hombre, que nos referimos a su otra acepción de la RAE, es decir, ¡que tu padre Julius tiene cuernos! ¿No ves, Pedro, que él es chino y tú tienes una cara de suizo que no puede aguantarse?».
«Ayské»: en la Antigua Grecia así se designaba a los cabrones. De hecho, en uno de los diálogos de Platón, el Teeto, Sócrates menciona que Parménides era un «Ayské de cojones» porque jamás le dio las gracias por ocuparse de su perro Toby durante unas vacaciones de verano.
Movimiento de cabeza lateral, de izquierda a derecha: en muchas culturas incas se había interiorizado tanto la expresión que con un simple movimiento de cabeza bastaba para que la persona de enfrente entendiese el insulto. De ahí la gran preocupación de las madres para que sus hijos no les saliesen con ‘tics’ o con Parkinson.
Nivel de intensidad en Extremadura en invierno: 9/10. Gran posibilidad de que un oriundo te arranque la cabeza.
Nivel de intensidad en Extremadura en verano: 5/10. Debe ir acompañado de algún otro improperio porque, con un insulto así no basta para que alguien se mueva. Hace demasiado calor.
cabron2
Artículo escrito a dos manos por Edu Galán y Fernando Rapa.

Último número ya disponible

#142 Primavera / spring in the city

Sobre nosotros

Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

Suscríbete a nuestra Newsletter >>