Las hiyabistas de Kuala Lumpur, o cómo usar el velo y dictar la moda

«Malasia es país tropical, musulmán, amable y multirracial, donde también hay corrupción y un sinfín de temas peliagudos. Todo este cóctel nos resulta muy atractivo». Blanca Galindo y David Simon Martret son los fundadores de Leafhopper, un ente fotográfico que trabaja con el concepto de autoría compartida. «Ya no nos importa quién dice qué y si uno hace la foto o redacta el texto. Somos un equipo, nos entendemos muy bien y solemos estar de acuerdo en la base y la profundidad de los conceptos. Creemos que esto nos enriquece como creadores y como personas», aseguran en la que podría definirse una entrevista coral.

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En este país poco conocido en nuestras latitudes, Leafhopper está desarrollando un proyecto fotográfico sobre el hiyabismo, una mezcla de moda y religión que tiene como escenario festivales de música como el Good Vibes o el Future Music Festival Asia. «El trabajo sobre el velo es algo que nos llamó la atención desde el principio. En Kuantan, que es bastante más tradicional y musulmán que la capital Kuala Lumpur, yo veía a muchas de las mujeres cubiertas, incluso en la playa», cuenta Blanca Galindo.

«Me miraban con curiosidad y respeto, igual que yo a ellas, y no con desaprobación o como quien te está juzgando. Y es cierto que por la trayectoria multirracial del país, todas las diferentes nacionalidades están muy acostumbradas a coexistir. El 10% de la población es india, el 20% es china y luego están los malayos musulmanes. Hay distintas razas, colores, festividades y religiones, que en términos generales conviven en un status quo bastante admirable», añade esta fotógrafa.

LEAFHOPPER PROJECT

Participar en el Future Music Festival Asia, en Kuala Lumpur, marcó su aventura malasia. «Fue un shock cultural y una absoluta ruptura de prejuicios estar en un festival donde tocaban Rita Ora o Prodigy ante una platea llena de jóvenes de todas las razas, dándolo todo con sus respectivos atuendos. Ver a tipas en hiyab pegando brincos nos rompió todo los esquemas y eso nos encanta», explican los miembros de Leafhopper.

De la curiosidad inicial al trabajo documental sobre las hiyabistas hubo un paso. Son mujeres musulmanas que usan el hiyab como una libre elección. Se consideran fashionalistas proislámicas: aman la cultura, la moda y las tendencias, sin que esto esté reñido con su religión. A través de las redes sociales inspiran a decenas de miles de mujeres en todo el mundo. Su presencia en Internet afecta a las tendencias globales de la moda. En algunos casos, incluso se convierten en auténticos iconos del estilo, capaces de dictar reglas en varios continentes.

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«El tema de cubrirse desde nuestra perspectiva occidental puede calificarse como algo impuesto desde el patriarcado», afirma Leafhopper. Tradicionalmente, las mujeres musulmanas empiezan a llevar el velo después de la primera menstruación, cuando alcanzan la edad en la que pueden concebir. «Pero eso es bastante arcaico. Creemos que hoy la mujer musulmana en Malasia decide en última instancia lo que quiere hacer, si quiere cubrirse o no. Aprender esto no de los libros o las teorías, y sí por hablar y convivir con la gente, junto a las tensiones internacionales que recaen sobre cualquier símbolo de esta religión, nos llevó a querer hacer algo más concreto», agregan.

El tema de las hiyabistas ha acaparado las portadas de los periódicos en los últimos años. La prohibición del burkini en Francia llevó a la actualidad el tema de los atuendos de las mujeres musulmanas y tuvo una gran repercusión internacional. Paralelamente, algunas marcas como H&M, el segundo minorista más grande del mundo, han empezado a interesarse por la estética musulmana. Esta empresa fue pionera en escoger en 2015 a Mariah Idrissi, la primera modelo que presume de hiyab en un anuncio publicitario.

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Su repentina preocupación por esta prenda tan controvertida no es baladí. Los musulmanes gastaron 266.000 millones de dólares en ropa y calzado en 2013, según Thomson Reuters. Para 2019 esta cifra debe llegar a los 488.000 millones de dólares. Es un mercado suculento al que las grandes marcas no quieren renunciar.

Recientemente la fotógrafa sueca Elin Berge las ha retratado en su país en una serie que lleva ese mismo nombre: Hiyabistas. «Es interesante ver cómo chicas comunes se han convertido en iconos de la moda en Instagram, mientras la moda occidental ignora este sector», afirma Berge en una entrevista. «Parece que se atreven más y que usan el hiyab de una forma diferente, mezclándolo con la moda. Son muy expresivas y no tienen miedo de ocupar mucho espacio», añade esta fotógrafa.

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«No es incompatible ser una mujer empoderada y tener tu fe o vivir tu expresión personal como tu quieras. Malasia nos parece un buen ejemplo», asegura Leafhopper. En su ensayo, retrata a varias mujeres como Nabila, de 27 años, que estudió Economía y Empresariales y decidió usar el hiyab libremente, en un proceso de quita y pon en el que no hubo ninguna presión familiar. Otras de las chicas retratadas es Safia, piloto de aviones para quien escoger cubrir su cabeza y su cuerpo no le impide seguir las últimas tendencias de la moda.

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Galindo y Martret llevan cuatro años viviendo entre Barcelona y Malasia. Llegaron a este país por una casualidad, para hacer una residencia artística en la ciudad de Kuantan, al este de la península. Fue el preludio de una relación amorosa con este país semidesconocido, poco o nada mediático. «Malasia es un país multicultural donde el mismo partido político está en el poder desde la independencia de Inglaterra en 1957: se llama Barisan Nasional y es islámico. También es un país en el que se vive un capitalismo extremo y que después del 11-S tuvo la presión internacional de posicionarse como país islámico. Desde entonces, ha ido creciendo su confesionalismo y hay una cierta tendencia hacia la radicalización del Islam, aunque es un Islam bastante relajado y tropical en términos generales», destaca Leafhopper, que surgió precisamente en Malasia.

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Sus integrantes reconocen que sienten una conexión enorme con este país, a pesar de los aspectos más complejos y escabrosos, como la ambigüedad o el miedo a la represión, algo con lo que tuvieron que lidiar cuando trabajaron con las feministas islámicas Sisters in Islam o con Tenaganita, una organización que acoge a empleadas domésticas extranjeras en situación de semiesclavitud.

«Nos encanta la complejidad, las contradicciones, la multiculturalidad, el carácter tranquilo de los malasios, la felicidad que se respira, el clima, la naturaleza… Hay millones de cosas que se podrían mejorar y que pueden llegar a agobiarte, por no hablar de las infracciones de los derechos humanos o de lo incómodo que es Kuala Lumpur, una ciudad en la que no se puede andar. Pero cada uno tiene sus gustos. Nos inspira muchísimo precisamente por ser un melting pot, en el que hay mucho donde rascar. Entre nosotros le llamamos Los Estados Unidos de Asia».

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