«Si hubiera vivido en el siglo XXI, Hokusai sería un bloguero de los que actualiza los contenidos de su página cada día con cualquier observación sobre lo ocurrido en su paseo diario», cuenta David Almazán, doctor en Historia del Arte, antropólogo y profesor de Arte de Asia Oriental en la Universidad de Zaragoza. «También podría haber sido un youtuber de éxito con tutoriales sobre cómo pintar y cómo apreciar la belleza de las cosas».
Sin embargo, el que hoy es conocido como uno de los artistas japoneses más influyentes de la historia nació y murió a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Se ganaba el pan pintando y realizando ukiyo-e –grabados en madera conocidos como ‘el arte de la estampa japonesa’– para las clases medias que crecían en nuevos entornos urbanos. Gente que gustaba de cultivar diversas artes como la poesía, la música, la caligrafía y sí, la pintura.
El tercer arte era por entonces una práctica de lo más popular, entendida como necesaria parte de una educación estética que elevaba la percepción social de quien la practicaba. «Para este sector la edición de manuales que les sirvieran de guía y modelo para avanzar en el arte de la pintura fue una nueva vía de negocio», explica Almazán.
La edición y distribución de pequeños libros de bocetos con indicaciones para aprender tenía un gran potencial lucrativo en la cultura japonesa. Amén, según el doctor en Historia del Arte, de ser «una eficaz manera de propagar por todo el país los diseños de diversas escuelas pictóricas».
Cuando se enteró, Katsushika Hokusai no se lo pensó dos veces antes de publicar un libro llamado Ryakuga hayaoshie –traducido como Manual de dibujo abreviado–. En pleno auge de reconocimiento de su obra el éxito no se hizo esperar: su manual multiplicó su magisterio, asentó su fama y le hizo ganar dinero. Todo el mundo quería dibujar como él.
Doscientos seis años después, el autor de La gran ola de Kanagawa sigue propagando su arte. El doctor Almazán y la editorial Sans Soleil, acaban de rescatar del olvido Manual de dibujo abreviado: auténtico artefacto artístico que resiste los embates del tiempo y nos enseña a ver el mundo como lo veía Hokusai. Seguimos sus pasos con cinco ejercicios para educar la mirada y alimentar la creatividad que impulsaba al maestro.
Coge un compás y dibuja leones
Lo que vemos son dos leones shishi, guardianes espirituales que en Asia Oriental son símbolo de buena fortuna. De hecho, el artista solía pintarlos a primera hora del día para desearse buena suerte a sí mismo por la mañana, y seguir trabajando el resto del día.
Con un compás, y paciencia, Hokusai enseñaba a deconstruir geométricamente elegantes figuras en particulares reuniones de formas elementales circulares. «No se trata de dibujar leones, sino de familiarizarse con la descomposición de las figuras en círculos», escribió el propio Hokusai a modo de consejo, con letra hiragana sobre el dibujo.
Ahora prueba con una regla y dibuja este actor de teatro Kyōgen
La representación de una representación: nos enfrentamos a un dibujo de un actor interpretando una escena de Suehirogari, obra muy popular en los años en los que Hokusai publicó Manual de dibujo abreviado, ¿Cómo lo sabemos? Porque aquella obra trataba de un sirviente que tenía que comprar un abanico para su amo, pero no sabía qué forma tenían. Al final, y para gozo del espectador, terminaba gastándose el dinero en un paraguas tal y como nos muestra este ejercicio.
Como vemos, tras aprender a representar figuras complejas partiendo de la utilización del círculo –el paraguas que vemos en la parte superior de la imagen–, tendremos que probar con una regla. Según Hokusai, la combinación de dos herramientas como la regla y el compás, al alcance del bolsillo de la mayoría, nos podía llevar a sitios sorprendentes. Además, como vemos, la geometría del traje se asemeja a un tangram, el clásico rompecabezas chino que nos recordaba que podíamos formar infinitas siluetas con un numero limitado de figuras geométricas.
«Con este manual se estudia la forma más rápida de dibujar equilibradamente solo con una regla y un compás. Al enseñar la técnica pictórica desde el inicio con bocetos de un solo trazo, el dibujo florecerá en breve tiempo», escribía Hokusai. No necesitamos más, según él, para dejar que brote el arte.
Observa la naturaleza e interprétala
La naturaleza y su representación son la mayor fijación de la obra Hokusai. «Amaba la alegría de la vida cotidiana y la belleza de la naturaleza. En su obra se puede apreciar su capacidad para convertir en arte todo lo que capturaba con la mirada: cualquier situación, cualquier gesto o pequeño detalle», cuenta David Almazán.
Educar la mirada para observar nuestro entorno y apreciar en él primero las formas precisas que se esconden bajo el caos, y después su belleza innata, era una de sus principales armas para aprender a dibujar. Así se lo contaba a quien estuviese dispuesto a escucharle.
De esta forma podemos observar que la composición de una mariposa era, según él, un práctico ejercicio de unión de círculos y triángulos, una libélula se podía dibujar mediante rombos y cuadrados, y un saltamontes era una colección bien dispuesta de círculos y rombos. La belleza de las tres figuras, sin embargo, va más allá del pragmatismo de su representación, nos habla de la magnitud de las pequeñas cosas, una constante en la poesía y el arte nipón.
Mira el huevo y mira el pájaro
Sin entrar en debates sobre qué fue antes, Hokusai sostiene que preexiste en la realidad un diálogo constante entre las partes y el todo. Un hilo conductor que se aprecia si se atiende. Así, un pequeño gorrión se puede representar utilizando la forma del huevo del que nació. Todo es lo mismo y se puede dibujar cuando se captan las líneas básicas de armonía y proporción.
Obviamente, Katsushika Hokusai no es, ni mucho menos, el descubridor de la proporción milimétrica con la que se puede dibujar nuestro entorno. «La esquematización de la realidad en figuras geométricas simples no es una estrategia extraña en el mundo del arte», explica Almazán. Los dibujos de Villard d’Hónnecourt, en el siglo XIII, la madurez artística de Paul Cézanne tratando la naturaleza mediante el cilindro y el cono, o los textos de Vasili Kandinsky son solo unos poquísimos ejemplos de otros defensores de esta mirada.
Hokusai aprendió de quien le predeció como sus sucesores aprenderían de él. De hecho, este ejercicio nos recuerda el discurso de la célebre pintura del monje zen Sengai Gibon, El universo, que sostiene que «la pintura expresa la unidad del universo».
Y ahora dale rienda suelta a tu imaginación
Estas tres figuras son la interpretación de Hokusai de tres rostros habituales del folclore nipón. De arriba abajo vemos un oni, ser maligno semejante a un demonio, un hyotokko, representación cómica de una mueca masculina, y una okane, personaje cómico femenino que se asocia a la buena fortuna.
No son animales, no son plantas, no son humanos. Tampoco surgen de la observación minuciosa de la realidad ni del entendimiento de sus formas subyacentes. Nacen de la imaginación. Se expresan mediante las técnicas anteriormente mencionadas pero surgen de nuestro interior.
Para Hokusai, saber mirar es solo el paso previo a saber imaginar. Y este, en realidad, es solo el primer paso para entender la vida y poder captarla. Como él mismo contaba: «Desde los seis años tuve la manía de dibujar la forma de las cosas, pero antes de los setenta no hice nada que mereciera la pena. […] A los noventa alcanzaré el misterio de las cosas, y a los ciento diez cuanto dibuje, aunque solo sea una línea, poseerá el soplo de la vida». Con un poco de suerte, y practicando, podríamos aspirar a dibujar el soplo antes de cumplir más de un siglo de vida. Sería un buen principio.
Imagen de portada: EPPING, Jason. (2008) ‘If Hokusai put up’. [Fotografía]. Yekaterinburg, Rusia.
[…] Como dibujar como Hokusai: http://www.yorokobu.es/hokusai/ […]
¿Sabeis que existe un manga sobre la vida de Hokusai? https://blogdecomics.com/hokusai/