La Mierda Buena del Día: Odio eterno a la huida

4 de octubre de 2023
4 de octubre de 2023
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huir del planeta Mierda Buena

Tal vez sea una herencia animal de cuando nuestros ancestros todavía eran simios, o quizás sea un comportamiento aprendido por culpa de un modelo de gestión emocional bastante normalizado. Sea cual sea su origen, parece innegable la existencia de una pulsión en el ser humano hacia la huida, la evasión y la fuga.

En muchos casos, cuando las circunstancias superan al individuo, es la única vía posible para su supervivencia, sin embargo ¿en qué medida se ha instalado como un mecanismo recurrente para abordar los errores propios?

Puede parecer una cuestión baladí, pero nada más lejos de la realidad. Precisamente ahora es especialmente importante, pues a una minoría rica le corresponde decidir si ponen fin a su negligente forma de exprimir los recursos naturales o comienzan a pensar vías para huir del planeta Tierra.

Para muchos de estos megalómanos, la decisión se ha declinado hacia la segunda opción, ejemplificando perfectamente la obsesión con la huida de nuestra sociedad.

Este modus operandi no solo se limita a los superricos. En una escala menor, y alejándolo del plano económico, en la vida cotidiana se suceden numerosos casos de escapismo, a veces no tan evidentes como construir un cohete para abandonar una humanidad y un planeta tras exprimir su riqueza, pero en su propia medida, igual de dañinos y cimentados en un mismo modelo socioeconómico.

Muchas veces, tan solo consiste en dejar pasar el tiempo y permitir que la rutina cause sus estragos, y en otras, es necesario comprar un billete de avión a la otra punta del mundo; sin embargo, la estrategia es la misma: no confrontar. 

Echando mano al bolsillo y abriendo cualquier red social, son cientos de miles de millones de cuentas las que instan a irse a alguna playa paradisiaca por el módico precio de dos o tres meses de trabajo. Este formato del «todo pagado» y de evasión de la realidad es una forma de exorcizar una forma de vida no deseada.

En este ritual encaja perfectamente el mileurista wannabe o el acomodado de clase alta. Pero también, una forma de huir es continuar una relación que hace aguas por el peso de la costumbre, o consumir a personas de forma sistemática como vía para saciar algo. En definitiva, todo aquello que alimenta un círculo vicioso y que no se frena por el esfuerzo que puede conllevar.

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Podría dar la impresión de que cada vez hay menos espacio para transitar la tristeza o la pena de forma constructiva. Tal vez todo sentimiento que se acerque a este eje sea absorbido por una necesidad imperiosa de camuflarlo en un par de stories.

Sería un enorme error que el lector pensara que el autor de estas líneas concibe la vida como un valle de lágrimas, todo lo contrario, pero es interesante replantear la tristeza, la pena o la ira como revulsivos para modificar la realidad, en vez de sustituirla por otra nueva. 

En efecto, es necesario reivindicar la alegría, y construir sociedades donde el bienestar y la felicidad de la ciudadanía sea un centro que lo vertebre todo. Pero para transitar estos sentimientos es necesario afrontar momentos de disconformidad con la existencia y el contexto. Huir de ellos es simplemente hipotecar el futuro, construir una fachada y no cimentar el edificio. 

Precisamente ahora, que una desorbitadamente poderosa minoría tiene el poder de decisión sobre el futuro de la humanidad, en tanto en cuanto tienen la capacidad de continuar con una gestión suicida de la riqueza, es el momento de no caer en el evasivo inmovilismo y sentarse a buscar soluciones.

Ya no vale justificarse con que la culpa es de un comportamiento animal. Es el momento de parar, cortar con el círculo vicioso y confrontar, sea cual sea el resultado. Frenar y pensar es la única solución cuando la rutina, la costumbre y la tradición devoran todo. 

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