La historia del mรฉdico que obligรณ a sus colegas a desinfectarse las manos y acabรณ muriendo por ello

Ignรกz Semmelweis (1818-1865) estudiaba derecho cuando presenciรณ una autopsia que provocรณ que cambiara el rumbo de su carrera y se dedicara a la medicina. Es tentador caer en la pregunta: ยฟquรฉ hubiera pasado si Semmelweis hubiera seguido con su idea primigenia de ejercer de letrado? Como lo es interrogarse quรฉ hubiera ocurrido si a Adolf Hitler (1889-1945) hubiera entrado en la Academia de Pintura de Viena. Esas cuestiones acostumbran a no tener una respuesta constatable.

Sin embargo, el caso de Semmelweis es una excepciรณn y se puede intuir la contestaciรณn: miles de mujeres hubieran muerto y, acaso, รฉl habrรญa tenido una existencia mรกs longeva. No en vano ha pasado a la historia como ยซel salvador de mujeresยป.

Mรกs allรก de interrogaciones retรณricas, lo รบnico que tienen en comรบn el galeno y el dictador es que el momento decisivo de la pregunta sin respuesta a tuvo lugar en Viena. Allรก es donde al del bigotito, Hitler, le dijeron que era poco menos de un pintamonas y decidiรณ dedicarse, por desgracia para la humanidad, a otros quehaceres menos artรญsticos. Y allรญ es donde en 1846 Semmelweis logrรณ un contrato de dos aรฑos en la maternidad del Hospital General de Viena como mรฉdico asistente.

Ignaz Semmelweis by Jenล‘ Doby. 1860
Ignaz Semmelweis by Jenล‘ Doby. 1860

Era este un centro puntero, en la capital del poderoso Imperio austrohรบngaro, por lo que un hรบngaro, venido de provincias, que hablaba un extraรฑo dialecto alemรกn, podรญa darse con un canto en los dientes por haber conseguido la plaza. Los hospitales, durante estos aรฑos, se convirtieron en el motor que hizo avanzar la medicina. Brindaban asistencia gratuita a las clases mรกs desfavorecidas y sus pacientes, a cambio, permitรญan que los examinaran mรฉdicos y estudiantes y asรญ pudieran ratificar o descartar sus hipรณtesis cientรญficas.

El joven Semmelweis se enfrentรณ en esos aรฑos a un misterio que nadie hasta entonces habรญa podido desentraรฑar. En aquella maternidad existรญan dos unidades: la Primera, en la que las muertes por fiebre puerperal eran muy elevadas, y la Segunda, donde los niveles eran mucho mรกs bajos. Tambiรฉn se comprobรณ que las mujeres que alumbraban de camino al hospital o en sus hogares tenรญan una tasa mรกs baja de mortalidad que las que pisaban la lรณbrega Primera Unidad del Hospital.

Este hecho era tan conocido en la capital que algunas mujeres imploraban de rodillas que las llevaran a la Segunda Unidad para alumbrar a sus churrumbeles, conocedoras de los peligros que entraรฑaba hacer lo propio en la Primera Unidad.

Semmelweis se propuso descubrir cuรกl era la letal variante que marcaba la diferencia y para ello no escatimรณ ni en hipรณtesis ni en experimentos. Llegรณ a barruntar que tal vez el hecho de que se oyeran mรกs claramente en la Primera Unidad las campanas que anunciaban la llegada del cura que debรญa administrar la extremaunciรณn podรญa desencadenar un terror mortal entre las parturientas. Asรญ que hizo un experimento en el que el tintineo cejรณ, pero las muertes no descendieron.

Probรณ a cambiar a las parturientas de lado (en una unidad se recostaban boca arriba y en la otra, de costado), recomendรณ descanso despuรฉs del parto, cambiรณ la forma de administrar los medicamentos, aireรณ el espacio, pero todo fue en vano. La estadรญstica de muertes seguรญa ensaรฑรกndose con la Primera Unidad.

El ยซeurekaยป le llegรณ a Semmelweis teรฑido de tragedia. En 1947 muriรณ su colega y amigo Jakob Kolletschka y la razรณn fue la picadura anatรณmica. Eso es un corte accidental que un mรฉdico sufrรญa en una autopsia y que se saldaba con su muerte. Al examinar el cuerpo de su amigo, descubriรณ que los sรญntomas eran muy similares a las afectadas de fiebre puerperal.

Entonces, el mรฉdico reparรณ en la diferencia que habรญa entre la Primera y la Segunda Unidad. La mรกs mortal era atendida por galenos y la preferida por las parturientas contaba con comadronas. Los doctores acostumbraban a practicar autopsias y despuรฉs de ello, introducรญan sus manos en las nobles partes de las embarazadas o acabadas de parir. La causa de la mortalidad eran los propios mรฉdicos que intentaban salvar a las pacientes y, sin saberlo, las contagiaban de las llamadas partรญculas cadavรฉricas.

Aquel descubrimiento dejรณ en shock a Semmelweis, que acarreรณ toda su vida un gran sentimiento de culpa por haber acabado con la vida de las que debรญa salvar. Sin embargo, sus compaรฑeros de profesiรณn no padecieron los mismos remordimientos, mรกs bien al revรฉs: vieron como un ataque las teorรญas del mรฉdico y, en la mayorรญa de los casos, se dedicaron a ridiculizarlas.

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Durante siglos, se habรญa culpado a las mujeres โ€“sobre todo a las de clase bajaโ€“ de todo lo que pudiera ocurrirle a sus criaturas. Ellas eran las necias que con sus sucios cuerpos, su falta de cuidados y conocimientos e, incluso, con sus pensamientos pecaminosos provocaban males irreparables a sus descendientes. Y cambiar esa idea tan enraizada no fue tarea fรกcil, como pronto descubriรณ Semmelweis.

De todos modos, iniciรณ su experimento: la desinfecciรณn de manos por parte de los mรฉdicos. Los profesionales sabรญan que el agua y jabรณn no eran suficientes, pues no servรญa para acabar con el putrefacto olor que desprendรญan sus extremidades tras aventurarse en un cuerpo inerte e infectado.

Una soluciรณn clorada era lo รบnico que acababa con aquella fragancia tan desagradable. Pero una cosa era hacerlo porque el galeno tuviera que asistir a un evento y no quisiera heder y otra muy diferente es que les obligaran a desinfectarse para proceder al examen de una paciente.

Pese a lo mucho que refunfuรฑaron los mรฉdicos, la medida se mostrรณ eficaz. En abril de 1847 las muertes se cifraban en 18,3% y tras la instauraciรณn de la desinfecciรณn, en agosto del mismo aรฑo habรญan descendido al 1,9%.

Cabe, pues, imaginar que Semmelweis se convirtiera en hรฉroe nacional o, al menos fuera encumbrado por el estamento. Pues ocurriรณ justamente lo contrario. El director del hospital, Johann Klein, no veรญa con buenos ojos aquellas revolucionarias costumbres que suponรญan que los mรฉdicos se desinfectaban, y cuando acabรณ el contrato de Semmelweis no se lo renovรณ.

Tras varias tentativas de trabajar como profesor universitario, consiguiรณ un puesto, pero de un dรญa para otro se volviรณ a Hungrรญa sin despedirse de nadie, lo que no sentรณ muy bien en la comunidad cientรญfica. En Pest trabajรณ en un hospital menor, intentando imponer sus tรฉcnicas, pero la resistencia seguรญa siendo grande.

Semmelweis iniciรณ una cruzada que le acabรณ de condenar al ostracismo. Enviรณ beligerantes misivas a los jefes de ginecologรญa mรกs importantes de Europa, tildรกndoles de asesinos y otras lindezas. Sus trabajos cientรญficos, muy densos y plagados de opiniones, solo sirvieron para que sus contemporรกneos se mofaran aรบn mรกs de รฉl.

En 1865, el mรฉdico cayรณ en barrena. Empinaba el codo a todas horas, abandonaba a su familia para frecuentar la compaรฑรญa de prostitutas y, bรกsicamente, acababa liรกndola parda en cualquier situaciรณn social. Se ha especulado mucho sobre si su errรกtico comportamiento se debรญa a su carรกcter agrio o tal vez a que padeciera alguna enfermedad mental o degenerativa.

Ese mismo aรฑo, cuando contaba con 47, su mujer y unos amigos le tendieron una trampa para internarlo en una instituciรณn psiquiรกtrica. La primera noche el mรฉdico se resistiรณ y los enfermeros le propinaron una soberana paliza. Quince dรญas despuรฉs fallecรญa, probablemente a consecuencia de los golpes recibidos.

Hicieron falta 20 aรฑos para que sus teorรญas fueran rescatadas y Louis Pasteur y Joseph Lister impusieran la asepsia en la cirugรญa. Juan Arsuaga, paleontรณlogo y autor de El primer viaje de nuestra vida, explica en su libro que en una de sus primeras clases en la universidad su profesor dijo que las plazas de todo el mundo deberรญan contar con un monumento a este mรฉdico. Semmelweis es apodado ahora ยซel salvador de mujeresยป. Y en 2015 la UNESCO reivindicรณ su figura y su legado. El reconocimiento le llegรณ demasiado tarde.

4 Comments ยฟQuรฉ opinas?

  1. hitler era un grandรญsimo cabrรณn en todos los sentidos. pero no era un dictador, afortunadamente no le diรณ tiempo.

  2. Es increible que se haya llegado tan lejos en avances con lo dificil que se lo han puesto siempre a los descubridores

  3. Es increible que se haya llegado tan lejos en avances con lo dificil que se les ha puesto siempre a los descubridores

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