«Dibujar para pensar»: las ilustraciones masónicas de Bernardino Rozada

Bernardino Rozada Fernández dibuja para pensar. De la rectitud de sus líneas y los giros de sus curvas no espera que aparezca solo una imagen. Busca una reflexión («por qué esto, por qué eso y por qué aquello») y una expresión («cómo hacer que eso que estoy representando me diga lo que quiero que diga»).

Al dibujante le obsesionan los símbolos. Desde siempre. «Desde los primeros dibujos hasta los actuales han ido apareciendo solos. Son individualistas…», especifica. «Incluso en los pocos bodegones que hice, los elementos son tocados como símbolos. Símbolos que, como diría el antropólogo y pensador francés Paul Ricoeur, dan que pensar».

ilustraciones masonicas

Y a eso se sumó algo que reforzó su admiración por los signos y los emblemas. «Entré en masonería», cuenta, «entre otras cosas por la atracción que ejercían sobre mí sus símbolos, y una vez allí descubrí un universo nuevo lleno de posibilidades. Y tanto es así que, incluso ahora que estoy estudiando la naturaleza, la trato como un símbolo. ¿Quizás sea porque me considero un dibujante y pintor de laboratorio (ya que apenas salgo al exterior, y todo lo hago en el estudio)? ¡Quizás! No lo sé, pero mi vida rueda a través de ellos».

Los símbolos están en los orígenes más remotos de la masonería. Retroceden hasta la Francia medieval. Ahí aparecieron los francmaçons (albañiles libres) y el gremio que los agrupaba (francmaçonerie), según Ricardo Soca, de Elcastellano.org. Pronto se organizaron también en Inglaterra. En 1350 ya se hablaba del free-stone-mason, el albañil o cantero que trabajaba las piedras de mejor calidad para colocarlas después en los capiteles, las esculturas y los adornos, explica José A. Ferrer Benimeli en su libro La masonería.

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Los primeros masones de la Edad Media dependían del papa y quedaban bajo la protección de la Iglesia. El candidato que entraba en una logia tenía que jurar fidelidad con su mano derecha frente a un libro abierto de los Evangelios, una escuadra y un compás.

A partir de entonces recibía una enseñanza secreta de la arquitectura llena de símbolos y una ciencia mística de los números que después aplicaba en sus trabajos de construcción. El 3, el 5, el 7 y el 9 estaban tocados por la divinidad. Entre los signos, preferían el compás, la escuadra, el nivel y la regla porque simbolizaban la sabiduría, la fuerza y la belleza.

«Soy masón. Soy feliz en la Orden y su simbología me llena de tal manera que, si antes ya representaba símbolos (muchos de ellos masónicos), ahora que conozco más, me siento en la obligación de enriquecerme más todavía», cuenta Rozada Fernández. «Tengo que aprovechar que pertenezco a un mundo tan rico simbólicamente que la vida me ha brindado».

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—¿Qué pueden enseñar los símbolos que dibujas?

—Los símbolos son microuniversos. Cada uno tiene mil y una vidas propias. Puedes jugar con ellos, combinarlos e interpretarlos. Su riqueza es enorme y, además, si lo que ves, si lo que te rodea, tú lo elevas a esta categoría, la riqueza es enorme. Si observas el mundo que nos rodea, ellos viven con nosotros de manera que incluso forman parte de nosotros mismos. Si miramos a nuestro alrededor, ¿qué vemos además de símbolos?

—¿Qué te gustaría transmitir con ellos?

—Hay algo que siempre me atrajo de ellos, ya no solo como artista, sino como persona que reflexiona ante una belleza trasladada a un plano simbólico, y es el tiempo, el transcurrir de las horas, de los días… Y cómo el tiempo, inexorablemente, conduce toda la existencia hacia algo que llamamos, dentro de nuestra ignorancia, el eterno infinito. Eso es lo que en el fondo quiero transmitir con ellos. La atmósfera que los conduce y nos conduce a lo efímero.

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—¿Cómo haces tus dibujos?

—Las pinturas son acuarelas, es el medio o la técnica que más me gusta. Pero no empleo la técnica habitual de acuarela. Yo huyo de los efectos, de las grandes aguadas en el sentido ortodoxo del uso. Quizás porque soy más dibujante que pintor, me gusta que la pintura no fluya por el papel como le dé la gana. Me gusta tener el control. Me gusta dibujar con ella. Me gusta ser el que le diga al color y a la luz lo que tienen que hacer, es decir, que aquí el que manda soy yo, y no la gravedad, el agua o… lo que sea. No me gustan ni la casualidad, ni la suerte, ni el azar, ni nada de esos inventos del ser humano con los que trata de justificar lo injustificable. Soy y quiero ser muy racional. Me gusta usar la razón hasta para pintar, en la búsqueda de eso que, escondido, está esperando salir, pero que está, aunque no lo veamos.

Tampoco le gusta que le pidan un dibujo a medida. «Un encargo es una cruz. Quizás porque mi imaginación siempre o casi siempre está volando alrededor de mí. Las ideas me vienen rápido y en bloque, así que, según llegan, las anoto y luego las ejecuto», indica. «No obstante, cuando me someto a la dictadura del encargo, procuro buscar la máxima flexibilidad, la máxima libertad de poder volar».

Rozada Fernández dice que, más que pintor, se siente dibujante y por eso ve la pintura «como un dibujo con color». No utiliza pinceles. Usa lápices, lápices acuarelables, tizas y «el mejor bolígrafo del mundo, el Bic de toda la vida». Y lo combina con «el boli verde, el rojo, el azul y el negro mediante tramas, haciendo hincapié en las zonas a las que quiero dar un determinado efecto».

Piensa que esta técnica se puede deber a que todo lo aprendió solo. Es autodidacta. «Quizás, y solo quizás, no haber podido asistir a escuelas de arte limitó mi técnica», considera. Incluso hubo un momento en el que fue su gran frustración, «pero ya sabes que todo llega y todo pasa, que diría el poeta. Hoy ya está todo superado. Me conformo con un buen bote de bolis Bic… ¡y andando!».

ilustraciones masonicas

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2 Comments ¿Qué opinas?

  1. Homenaje al Toisón de Oro en la tienda Brooks Brothers,Serrano 14, un lujo de escaparate,con todos Tisones colgando en cascada.
    Las veces que pasas por las tiendas uno observas q

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