Minucias para saber si es probable que tu pareja te la pegue con otra persona

1 de noviembre de 2018
1 de noviembre de 2018
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Una relación de pareja puede llegar a ser una auténtica carrera de obstáculos en la que no siempre se llega limpio (o íntegro) a la meta. Algunos de sus participantes, de hecho, ni llegan a olerla. Demasiadas tentaciones por el camino, quizás. ¿Será acaso cierto que, tal y como decía Oscar Wilde, lo único que hace emocionante el matrimonio es la infidelidad? Parece ser que sí, al menos para muchísimas personas comprometidas.

Cada vez hay más expertos que consideran la monogamia sexual como un estado antinatural. Piensan que la infidelidad es algo intrínseco a la naturaleza humana. Y como muestra, basta un botón: según el libro The Normal Bar: The Secrets of Happy Couples and What They Reveal About Creating a New Normal in Your Relationship (2012), basado en numerosas encuestas sobre satisfacción matrimonial realizadas a más de 70.000 personas, un 33% de los hombres y el 19% de las mujeres admitieron haber sido infieles.

Pero ¿por qué son infieles las personas? Es difícil determinarlo, aunque sí es posible afirmar que existe una serie de factores de riesgo (que en ningún caso deben ser tomados como predicciones de futuro) que podrían aumentar las posibilidades de que una persona se la pegue a su cónyuge.

A continuación se enumeran diez de estos factores:

La erótica del poder. Según el estudio Beauty and the Labor Market, elaborado por Daniel S. Hamermesh y Jeff E. Biddle, las personas físicamente atractivas ganan más dinero que las normales o poco atractivas. Además, cuanto más inteligente sea tu pareja más probable es que tenga un trabajo de alto estatus socioeconómico.

Esta circunstancia suele hacerles más atractivos a los ojos de los demás, y esto lleva a que les tiren más los tejos. Es matemática pura: el aumento de oportunidades supondrá, por tanto, un mayor riesgo de infidelidad.

Los malqueridos. Se tiende a pensar que cuando una persona engaña a su pareja lo hace porque se ha desenamorado. Pero lo cierto es que (con frecuencia) la infidelidad suele ser una reacción a la falta de amor (y de buen trato) que el infiel siente por parte de su pareja.

Es probable que si alguien se siente tratado injustamente, y no le da al masoquismo, busque fuera de la relación aquello que le falta y trate de castigar a su prometido. «Esto se da mucho en el caso de las parejas tóxicas, donde uno de los miembros se siente poco respetado, descalificado o desvalorizado», cuenta la experta en crisis de pareja y familiares Beatriz Goldberg.

«Esa persona, a la que se deja sin autoestima, va a buscar fuera a alguien que le dé la certeza de que todavía está en carrera. Una especie de certificado de que la persona aún vale y es de buena calidad».

Beber para olvidar. Son varios los estudios que señalan que aquellos que cometieron una infidelidad lo hicieron porque se encontraban borrachos y andaban confundidos.

Esto lleva a pensar que cuanto más juerguista y bebedora sea tu pareja, más probabilidades hay de que te la pegue con otra persona. «El consumo altera el funcionamiento habitual del organismo del ser humano y, cuando este está alterado, es más difícil controlar los impulsos y atenerse a unos códigos racionales y morales; y eso hace que la persona esté más vulnerable», explica Eduardo Torres, psicólogo de Instituto Centta.

«Es frecuente que el consumo, en las personas emparejadas, esté fomentando una relación de pareja que incite a este tipo de juegos de celotipias y traiciones. El alcohol siempre es un disparador tanto en la relación como en los aspectos individuales, y la infidelidad es un mecanismo más».

Maldita impulsividad. Algunos episodios de cuernos están presididos por la premeditación y la alevosía (tal es el caso de la conocida versión secreta de Tinder). Pero, a menudo, se da la circunstancia de que tu pareja estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, y se muestra demasiado débil como para resistirse a la tentación. Si tu pareja es de ese tipo de personas incapaces de resistirse a los deseos impulsivos y rara vez piensa en las consecuencias de sus actos, mantente alerta.

Padres recién salidos del horno. El estrés suele presidir la llegada de cualquier recién nacido al hogar. Las mujeres suelen centrar su atención en los bebés, y eso hace que muchos hombres se sientan celosos y, en cierto modo, apartados. Y, para más inri, ellas se sienten agotadas físicamente para seguir llevando el ritmo sexual de antaño.

En resumen, muchos hombres reconocen sentirse mal después del nacimiento de su hijo, sobre todo si el tema de la paternidad era algo que no deseaban especialmente (o, al menos, no tanto como sus mujeres).

Y ahí es cuando se suele dar el engaño. «Es frecuente que, al estrenar paternidad, pueda haber una infidelidad si no ha habido un acuerdo explícito [para tener a ese hijo]», explica Torres. «La infidelidad pasa a ser una manera de denunciar, de salir de ese compromiso o de resolver una situación ante la que no tengo otras herramientas».

El peligro del 9. Si tu media naranja está a punto de celebrar un cumpleaños redondo (esto es, de cambiar de década), ten cuidadito. Hay estudios sobre la actividad en la web de citas para personas comprometidas Ashley Madison que han descubierto que los hombres son más propensos a buscar relaciones extramatrimoniales cuando su edad termina en el número nueve.

«Cada cumpleaños es un momento movilizante. El nueve es como ese último año cercano al cambio de década donde siempre hay un replanteamiento de la pareja, de toda índole», comenta Goldberg, autora del libro Parejas tóxicas.

De tal palo, tal astilla. Hay estudios que apuntan que las personas con tendencia a ser infieles son más propensas a haber experimentado la misma situación en la relación de sus padres.

No es que uno tenga que ser infiel porque sus padres lo hayan sido, ni mucho menos, pero sí que se trata de un factor de riesgo.

«Cuando la infidelidad ha sido aprendida, es decir, cuando hemos crecido en un entorno donde la infidelidad ha sido una herramienta utilizada frecuentemente en las relaciones de nuestros padres, en el modelaje relacional nosotros vamos a tender a repetir esos patrones vinculares», cuenta Torres. «Por lo tanto, la infidelidad va a recobrar un valor importante a la hora de establecer nuestras propias relaciones».

Ganas más que él. Un estudio estadounidense publicado en 2015, y titulado Her Support, His Support: Money, Masculinity, and Marital Infidelity, reveló que las personas que dependen económicamente de sus cónyuges son más propensas a engañar a sus parejas.

Los hombres que pasan por esta situación ven de alguna forma amenazada su masculinidad al sentir que no encajan con el rol prescrito para ellos por la sociedad. «Para los hombres, especialmente los hombres jóvenes, la definición dominante de masculinidad se basa en términos de virilidad sexual y conquista, particularmente con respecto a [tener] múltiples parejas sexuales.

Por lo tanto, participar en una infidelidad puede ser una manera de restablecer la masculinidad amenazada. Simultáneamente, la infidelidad les permite a esos hombres amenazados poder distanciarse de, o quizás castigar, a sus cónyuges que ganan más», aseguraba en una entrevista digital la propia autora del estudio antes citado, Christin Munsch.

Pornoadictos. Ver porno no convierte a uno en infiel ya que, si así fuese, la mayor parte de los seres humanos serían desleales. Y tampoco es que consumir porno predisponga a todos los hombres y mujeres a la infidelidad (es más, hay casos en que ocurre justo lo contrario).

Lo que sí es cierto es que este tipo de cine, donde todos se acuestan con todos y las parejas no se quejan (o incluso se unen a la fiesta), desvirtúa bastante el modelo de relaciones sexuales.

Muchos chavales piensan, de hecho, que los tríos son norma habitual en las relaciones de pareja, pues es lo que ven que ocurre en la mayor parte de las pelis porno que consumen.

La cabra siempre tira al monte. Parece que los infieles suelen ser reincidentes. El estudio Once a Cheater, Always a Cheater? Serial Infidelity Across Subsequent Relationships, elaborado por Kayla Knopp, de la Universidad de Denver, señala que las personas que reconocieron haber engañado a su pareja en su primera relación fueron tres veces más propensas a engañar a una pareja posterior que aquellos que nunca engañaron en la primera relación.

Factores de riesgo a un lado, tampoco cabe obsesionarse con el tema. Ni caer en celotipias sin sentido, sobre todo si uno sabe el tipo de persona que tiene al lado y conoce sus valores. Tal y como apostilla Torres, cuando hablamos de infidelidad conviene «salir de la construcción moral sobre si es bueno o es malo y hay que hacer una lectura mucho más ecológica de todas las variables que entran en juego, tratando de comprender el para qué de esa infidelidad».

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