«¿El gato está vivo o muerto? ¡¿Vivo o muerto?!», interroga Fry a un Erwin Schrödinger que responde: «Ambos estados coexisten hasta que uno abre la caja y se colapsa la función de ondas». Fry, policía de crímenes del futuro en este capítulo de Futurama, abre la caja y el famoso gato, que en la paradoja de Schrödinger está dentro de la caja junto a una ampolla de veneno volátil y un martillo sobre ella, le ataca.
Así se explica el principio de la superposición cuántica: un objeto puede poseer dos o más estados simultáneos hasta que un agente externo interviene para determinar su condición y altera el sistema cuántico. En este caso, literalmente. El experimento del físico austríaco es el mainstream de la mecánica cuántica, pero su aplicación es muy útil en la vida que hay más allá de la teoría. Que le pregunten a James Everingham, ingeniero jefe de Instagram.
Everingham, que a lo largo de su vida ha intentado escapar de la dirección de equipos en varias ocasiones, es desde hace un año el jefe de ingeniería de Instagram y tiene a su cargo un buen puñado de profesionales.
Es evidente que su habilidad para gestionar grupos no es la misma que para huir de cosas. Para Everingham, ingeniero de software, cualquier equipo de trabajo es un gato de Schrödinger en potencia. Por lo tanto, una de las decisiones más importantes que debe tomar un jefe es mirar o no en la caja con el riesgo de matar al minino. La dirección cuántica, así llama a su propio sistema, va de eso: se trata de trabajar la impredecibilidad humana a través de la mecánica cuántica.
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«Construyes sobre el fracaso». Lo decía Johnny Cash, que lo más próximo que estuvo a ser teórico cuántico fue aquel episodio de Los Simpson en el que doblaba al coyote espacial. Por eso, según un artículo de Fast Company, Everingham cree que es mucho más recomendable no abrir la caja y aprender del error; abrirla significa, la mayoría de las veces, matar al gato de forma involuntaria. Intervenir de forma directa en un grupo de trabajo es cerrar las puertas a la creatividad y limitar, tanto el número de resultados, como el de caminos a través de los cuales llegar a ellos.
El objetivo ha de ser influir lo mínimo y nunca precipitarse: si no hay ideas, se soslayan pistas; si, por el contrario, hay demasiadas, se filtran a partir de la probabilidad.
Everingham ha reconocido que durante 10 años, hasta que llegó a diseñar su propio sistema de dirección cuántica, gestionó equipos como un idiota. Teniendo en cuenta que lleva casi 30 años ejerciendo, una década de idiocia profesional tampoco parece una mala proporción. Su brillante extrapolación de la mecánica cuántica en general y de la paradoja de Schrödinger en particular está fundamentada en cinco objetivos.
Multiplicar los estados del éxito
El gato no sólo puede estar vivo y muerto a la vez, también puede estar vivo a duras penas, feliz o indignado por el hecho de estar encerrado en una caja. Multiplicar los estados del éxito y los objetivos facilitará, al mismo tiempo, la multiplicidad de caminos para llegar a ellos.
Garantizar la superposición de estados
Un buen director cuántico no se puede permitir abrir la caja de forma prematura, por lo que deberá ser capaz de vaticinar y calcular tanto el éxito como el fracaso en todas sus posibles manifestaciones. Siempre con la caja cerrada.
Saber cuándo abrir la caja
La caja sólo se puede abrir cuando existe la certeza, inferida a partir de todas las variables exteriores, de que el gato ya no está entre nosotros. Sólo en ese momento el sistema de dirección cuántica recomienda abrir la caja y determinar el porqué de la muerte del gato: el jefe nunca debe preguntar para instruir, sí para empoderar y reforzar a su propio equipo.
Valorar el entrelazamiento cuántico
Esto ya son palabras mayores. Se trata del principio cuántico con el que Everingham equipara un conjunto de partículas entrelazadas con un equipo humano de trabajadores: como las partículas, los miembros del grupo se definen, no tanto como entes individuales, sino como un sistema bajo la propiedad matemática de la no separabilidad.
Lo positivo atrae a lo positivo, y por eso el director cuántico debe ofrecer al grupo responsabilidad, empatía con el usuario (todo el equipo de Instagram usa Instagram), incentivos (no sólo monetarios, también morales) y compañerismo.
Autocrítica directiva
«Quis custodiet ipsos custodes?», que dijo Juvenal. ¿Y quién dirige al director? La autocrítica es fundamental. También en la dirección cuántica. Los jefes no son los que más saben por decreto, o por nómina, así que Everingham sugiere que alguien, desde otro departamento, sea capaz de ofrecer una valoración aparentemente aséptica de su función.
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