El frío no existe, pero nos podemos acercar a él. No es una entidad en sí misma, sino la ausencia relativa de calor. No en vano, el calor es una manifestación de la energía cinética de las partículas: cuanto más se mueven las partículas, mayor es la temperatura. El frío, en cambio, se percibe cuando esa energía disminuye y las partículas se mueven más lentamente.
El cero absoluto es el punto teórico en el que la energía cinética de las partículas es tan baja que cesa por completo todo movimiento. En términos de la termodinámica, es la temperatura más baja posible, definida como 0 Kelvin o -273,15 °C. Desde un punto de vista práctico, no podemos alcanzar el cero absoluto, aunque hemos llegado a estar extremadamente cerca. Como en el Laboratorio de Átomos Ultrafríos del MIT, donde los científicos enfriaron gases de átomos a temperaturas cercanas a 500 nanokelvin (500.000 millonésimas de grado por encima del cero absoluto).