Veinteañeros, precarios y con un festival en su currículum

Imaginen a un chico, de unos veintipocos, con un contrato de trabajo precario, pasando las noches navegando con Google Maps en busca de colores y formas que se alejen del gris de las grandes urbes. Como desmenuzando los mapas físicos que estudiábamos en el colegio: estuario por aquí, cabo por allá, cordilleras, zonas montañosas, llanuras. Ojos fijos y la cara iluminada por la luz que desprende la pantalla del ordenador. Es su modus operandi para encontrar la localización perfecta del festival de música electrónica y baile que sueña montar.

Así fue como Guillermo González y el resto del colectivo ITHAKA encontraron Granadilla (Cáceres), una asombrosa villa amurallada del siglo IX de origen árabe, deshabitada desde mediados de los años 50 y a orillas del embalse de Gabriel y Galán. Fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1980 y desde el 1984 se incluyó en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados por declararse zona inundable cuando se realizaron las obras del embalse, algo que, sin embargo, nunca ha ocurrido.

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Ahora solo la visitan estudiantes de instituto para hacer campamentos, talleres y trabajos de reconstrucción. Sí, es exactamente lo que estás pensando: unos jóvenes van a montar un festival de música electrónica en un pueblo abandonado que se celebrará los días 22, 23 y 24 de junio bajo el nombre de Ithaka Festival; un verdadero viaje, recordando el poema de Kavafis.

«Empezamos repasando todas las ideas en torno a los escenarios de algunos festivales en los que hemos estado», cuenta Guillermo, uno de los coordinadores del proyecto. «Teníamos claro que queríamos un escenario totalmente natural y que tuviese algún elemento arquitectónico inutilizado al que pudiésemos dar nuevos usos. Nos rondaba la mente ese aspecto de reciclaje, de reutilización de antiguas estructuras».

«El otro elemento que queríamos tener era agua. Hemos estado en muchos festivales que normalmente son en verano y cuando no hay agua, a uno se le hace un poco más cuesta arriba». Partiendo de estos requisitos, comenzaron «a peinar la península» armados con Google «en busca de lugares históricos o parques nacionales».

Barajaron «un monasterio del siglo XIII enclavado en una zona natural y unas antiguas minas», hasta que finalmente se decantaron por Granadilla. Además de estar deshabitado y amurallado, tener ruinas, un castillo del siglo XIII y una iglesia del siglo XVI, el pueblo está «rodeado por un embalse inmenso, enclavado en una pequeña entrada de tierra». Lo envuelven tres cuartas partes de agua.

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La pregunta acude enseguida: ¿cómo lo han conseguido? Lo cierto es que los episodios burocráticos para emplazar allí el festival han sido «largos y bastante trabajosos, no así tanto como difíciles». El proyecto, sin duda, ha gustado y por ello «ha habido una cierta flexibilidad institucional para abrirnos paso».

Sin embargo, ha sido «trabajoso» porque «es un espacio público, por lo que tienes que llamar a muchas puertas, hablar con mucha gente y conseguir muchos permisos», pero, por lo general, las instituciones con las que están trabajando –Organismo Autónomo Parques Nacionales, Ceder Cáparra, Ayuntamiento de Zarza de Granadilla– «se han convertido en socios de hecho del proyecto».

En total, han transcurrido dos años de trabajo desde los primeros borradores e investigaciones hasta que han revelado la primera tanda de nombres del cartel, ordenados y presentados no por relevancia, sino por orden alfabético: Amir Alexander (EEUU), anu (Inglaterra), Arrogance Arrogance (Portugal), Bedouin Sahrawi (Sahara Occidental), Jasss (España), LIE Radio (España), Live Code Mad (España), Dj Makobu b2b Nidia Minaj (Angola-Portugal), Nazira (Kazajstán), Object Blue (Inglaterra), SIREN (Inglaterra) y Sisso (Nyege Nyege, Uganda), de un total de veinte artistas que se irán revelando próximamente.

Actuarán en dos escenarios más que particulares: uno situado en una pequeña arboleda junto al agua en la parte trasera de la muralla, orientado al suroeste y desde donde se podrá ver el atardecer cada día; otro –a falta de autorización final– será «el más íntimo» y se ubicará «dentro de una casita de piedra que está junto a la antigua plaza del mercado. Ha desaparecido su tejado, pero aún permanecen las vigas cruzando de un lado a otro». De esta forma, utilizarán tanto «la parte más natural como la más interna e impresionante, que presenta el fondo del pueblo en ruinas».

La idea detrás de este marco idílico es «extraer la música electrónica del contexto en el que se encuentra categorizada –sobre todo en España– como algo nocturno, cerrado y oscuro; una visión un poco plana de la cuestión, que quizás date de la fama que tomó en los últimos años de la Movida valenciana y que todavía arrastra».

Lo que quiere Ithaka es, en palabras de Guillermo González, «mostrar la riqueza tanto musical como social que existe detrás de esta escena; la paleta de colores que hay dentro de la música electrónica, no solo a nivel de géneros, sino de expresiones de distintas culturas que han sido volcadas y desarrolladas por personas de ámbitos y backgrounds completamente diferentes».

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El objetivo, en definitiva, es que los 1.000 asistentes de Ithaka (ese será el número de tickets puestos a la venta) sientan lo que los organizadores han sentido «en algunos de los mejores encuentros musicales» en los que han estado: «la capacidad de sentirse sorprendido por todo lo que ocurre alrededor, tanto a nivel musical como sensorial». Para inspirarse, han elegido festivales como Terraforma Festival (Milán, Italia), Into the Valley (Rättvick, Suecia) y Dimensions Festival (Pula, Croacia).

La localización se une a otras bazas que sostienen a Ithaka como pilares fundamentales. La diversidad de los artistas, como adelantaba el párrafo anterior, se desarrolla también en aspectos culturales y de género: el cartel es paritario y, según dicen, no les ha costado «nada» hacerlo así.

«La idea existía y es algo que teníamos presente, pero a la hora de desarrollar el proyecto nos hemos centrado en los artistas que nos gustaban, que tenían una propuesta musical interesante y un buen discurso, también a nivel personal». Por ejemplo, «SIREN es un colectivo londinense femenino que se concentra en dar visibilidad a artistas poco representados, gente que no está en los circuitos, como mujeres o personas de género no binario. Es una alta propuesta política en ese sentido».

Otro caso: «Nazira viene de Kazajistán, un país en el que no existe una escena musical electrónica como la que conocemos en Occidente, y ella la está creando desde cero, uniendo a colectivos y artistas. Haciendo esto está desarrollando un acto político».

De lo que se han asegurado –dentro de los «veintipocos» artistas que actuarán– es de traer a gente «de todas partes» («Estados Unidos, Angola, Reino Unido, Portugal, el Sáhara, Kazajistán, China…»), «exponentes de sus escenas locales que nos van a dar una visión propia de lo que es la música electronica y cómo se ve en diferentes sitios; y eso es lo que nos parecía super interesante».

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Príncipe Discos, verbigracia, «es un colectivo formado por portugueses de ascendencia angoleña que hacen música electrónica con ritmos y elementos propios de su país de origen».

La sostenibilidad es la otra «idea enraizada en el proyecto desde el principio». «Un festival no es per se un evento medioambientalmente sostenible: hay concentración alta de gente, mucho consumo y muchos residuos, así que hemos investigado qué tipo de medidas se están llevando a cabo en otros festivales».

En este sentido, la entrada de vidrio en el área del festival estará terminantemente prohibida, la utilización de jabones ecológicos será obligatoria en las duchas, se repartirán bolsas de plástico y ceniceros portátiles y un equipo de voluntarios recorrerá el perímetro del festival, asegurándose de que el recinto esté limpio en todo momento y tratando de sensibilizar a los asistentes acerca del respeto al entorno.

A Granadilla, además, no se podrá acceder en coche, por lo que se fijará una zona de parking en el pueblo de Zarza de Granadilla, además de una línea de autobuses desde el aeropuerto de Barajas, junto a otras que intentarán establecer desde otras ciudades. Y de allí al camping, incluido en el precio de la entrada, 75 euros hasta abril, momento a partir del cual se incrementará el precio.

El colectivo ITHAKA sale así a la guerrilla de las ofertas de los festivales de España, con solo una pequeña aportación de la mancomunidad de la región en la que se encuentra Granadilla –«algo menos de un 10% del coste del festival»– y con la esperanza de que su oferta atraiga a aquellos que buscan «buena y sorprendente música, que al llegar a casa tengan una lista increíble de artistas que no conocían y que se apresuren al ordenador a buscar»; que contemplan un festival como «una pequeña burbuja dentro de la vida para desconectar de los problemas; a aquellos que «durante un fin de semana puedan estar presentes».

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Patrick Thomas

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