Jode al vecino, arma de destrucción sonora


Alejandro Espinosa es un tipo que no olvida fácilmente. Su vida transcurría como la de la mayoría de personas que no viven en una vivienda aislada: entre sobresaltos causados por perros guardianes, telenovelas venezolanas a volumen absurdo o taladros en hora de siesta. Hasta que se cansó.
Y el hartazgo se tornó en rencor, y el rencor en venganza. Y esa venganza se materializó en una web, Jode al Vecino, que hace exactamente lo que apunta su denominación: fastidiar al prójimo. «La web nació con la idea de joderlos  a todos de forma automatizada. En mi anterior piso tenía ruido en todas las fronteras de la casa. los vecinos de abajo, los de arriba, los dos de los lados y para termina un par de perros cercanos», cuenta Espinosa. Así que se armó de grabadora, programa de edición de audio y creó una pequeña colección con los ruidos más molestos que existen.
Las instrucciones de uso son muy sencillas. Basta con coger los altavoces del equipo de música, ponerlos en contacto con la pared que separa nuestra vivienda de la del sujeto elegido para el molesto experimento, subir el volumen hasta que nos disloquemos la muñeca y elegir sintonía.  Llanto infantil, martillo, fiesta doméstica o despertador son algunos de los sonidos que Espinosa añadió a su particular catálogo. El proyecto, además, no se detiene aquí. «Tengo una tanda nueva casi lista y una novedad,  Jode al perrito, un microsite dentro de Jode al vecino que tiene un mezclador de sonidos en plan ultrasónico para que cada uno encuentre la frecuencia que más joda al perro que no te deja descansar».

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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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