La de formas que hay de pajearse. El ser humano ha inventado una eternidad de procesos, sistemas, herramientas, adornos e intrigas para correrse.
No hay mayor desprecio a la naturaleza (a su ley impuesta; en este caso, a su facilidad) ni mayor proeza que la siguiente: teniendo el placer al alcance de la mano, el dedo y la voluntad, resulta que en vez de ejecutarlo y ya (tembleque de rodillas, gemido, espasmo, papel higiénico), se nos ocurre demorarlo, adornarlo, reinventarlo, jugarlo, convertirlo en cultura… Y, encima, lo hacemos, sobre todo, cuando estamos solas, cuando no nos comunicamos con nadie ni ofrecemos imagen alguna, ni nuestra destreza compite con la de nadie.
Porque hoy cuando se folla, se sabe que lo que ahora es polvo será relato y será juicio popular después, a lo largo de sesiones de cañas y torreznos. Entonces toca esforzarse.
¿Pero solos?, ¿por qué hacer acrobacias en la soledad?
Qué hay detrás de la mano que empuja el dildo: ¿carencia, necesidad o festivaleo?
El ser humano compra falos, masturbadores, apéndices, esposas, látigos o aderezos-lubricantes por el mismo impulso por el que compra orégano, salsa de soja, cucharas o cuencos.
Óscar Ferrani, divulgador sexual experto en juguetes eróticos y director del programa de radio Sex o no sex, explica: «Los seres humanos necesitamos herramientas para optimizar cualquier área de nuestra existencia. Usamos herramientas para curarnos, para vestirnos, para alimentarnos. Es un poco sospechoso que en el terreno sexual lo consideremos distinto, como una necesidad o una carencia; seguimos siendo homo sapiens, seguimos usando herramientas».
Ferrani trabaja como asesor para Amantis, tienda que ayudó a cambiar el enfoque emocional y comercial con que se ofrecía este tipo de productos. Junto con Lelo, son los dos nombres más reconocibles del mercado patrio de genitalidades mecánicas y Roombas del amor.
Poco a poco, la percepción de la gente de estas herramientas ha ido liberándose y dejando atrás su aura clandestina. Pero ha costado largo tiempo que se entienda. Sigue costando.
Para quien se encuentra en una capa superficial de este mundillo de masturbación con atrezo, visitar estas webs es un viaje emocional que va desde la curiosidad hasta la perplejidad o el repelús. Por eso, la comunicación de venta de este tipo de artilugios (sobre todo de los juguetes eróticos más raros) debe afinar bien el tiro, dar en el clavo, caer en el agujero correcto…
En la web de Amantis anuncian un dildo con aspecto de caramelo diciendo «bastón sexual (…) no podrás sostener tu placer»; o definen una «ducha anal» como «un enema muy ameno». Este tono humorístico cabaretero, de dobles sentidos facilones y picantones, tiene un objetivo estratégico.
«La del juguete erótico es una venta muy sensible que afecta a las emociones. Apelamos al sentido del humor y la ligereza para que luego cada persona se relacione con la gravedad que considere oportuna con cada objeto. El reto es vender, pero también, normalizar y entretener», explica el experto.
La variedad que se encuentra por internet convierte el ejercicio de exploración en un desafío. Cuesta adivinar para qué sirve cada producto o en qué lugar del cuerpo deben colocarse las distintas prolongaciones de un mismo artículo. Algunos vibradores parecen sepias. Es casi un examen de inteligencia espacial. MENSA podría elegir a sus superdotados usando dibujos de cimbreles 4.0.
LA DILATADA (ji, ji, ji) ANTIGÜEDAD DEL JUEGO
Muchos juguetes eróticos raros parecen hijos de un siglo cimentado en la ampliación de la oferta comercial hasta el absurdo, sin embargo, frecuentemente, la idea matriz se remonta a milenios de antigüedad (aunque no ocurre en todos los casos: por ahí circulan vibradores, por ejemplo, con la cara de Vladimir Putin; imaginamos que estimulan el punto G, pero también el K y el B).
«Cualquier juguete que puedas ver, de los 4.0, tienen su antecedente perfectamente registrado hace 15.000 o 20.000 años. Hasta hace poco estaban catalogados como objetos de culto a la fertilidad, pero ahora, con la moral del siglo XXI, en un ejercicio de honestidad, se han recatalogado y se ha visto que eran juguetes, complementos y accesorios», señala Ferrani.
El divulgador recuerda la exposición Sexo en piedra que organizó la Fundación Atapuerca: «Hace poco irrumpieron en el mercado unos mangos ergonómicos para dildos, con un asa en círculo como un servilletero, que fueron aplaudidos como una innovación, pero el diseño ya estaba en aquella exposición».
Uno de los dildos de mayor antigüedad descubiertos es el falo de Tübingen. Se encontró en la cueva alemana Hohle Fels y data de hace 28.000 años. Era un manubrio de 20 centímetros. En piedra.
Cuesta creer que algunos productos se vendan y no sean atrezo para películas o para hacer regalos de broma. «Todo lo que ves se vende más de lo que podrías pensar por la particularidad del objeto», advierte. Donde intuimos simple excentricidad a primera vista, Ferrani ve estética y técnica. Por ejemplo:
COLAS DE CABALLO
«El sexo anal prolifera en heterosexuales. Este plug es una excusa para que algo que es a veces delicado se haga divertido. Por un lado, evitas que se vea tu esfínter invadido por un objeto mientras te mueves haciendo otras prácticas y, por otro, el cosquilleo que ocasiona en las nalgas intensifica las terminaciones nerviosas y hace que tu cerebro esté más sensible a los estímulos».
MORDAZA CON FORMA DE HUESO PERRUNO DE SILICONA
«Además de dar un efecto visual muy interesante y estar relacionado con roles de dominación-sumisión (que luego cada uno gestiona como quiere según su sensibilidad o cultura), hay una justificación mecánica: al morder, tienes una tensión definida en la comisura de los labios y en sus terminaciones nerviosas; te genera otra sensibilidad. Por otro lado, estableces una comunicación distinta con tu pareja; la comunicación no verbal cobra otra dimensión, solo puedes emitir sonidos y mirar».
La forma de hueso, afirma, tiene el mismo fin que el uso de mensajes humorísticos: restarle gravedad y brusquedad a un elemento, la mordaza, que en principio posee connotaciones de dominación.
UN PEDACITO DE TI
Hay, también, torsos con genitales. Pesan dos kilos o diez. Son fragmentos humanos. Algunos tienen apariencia lógica, solo que sin cabeza ni extremidades. Pero hay otros que son como las mutaciones que resultarían si alguien dejara la información de la codificación del genoma humano en manos de un adolescente motivado.
Los torsos-lógicos tienen nombres como Roberto Maromo, Daniel Erecto… Y los que van por partes: Megaculo o Shequ, que es una vagina doble vibradora para emular tríos.
«No son más que evoluciones hiperrealistas de los clásicos asistentes masturbadores masculinos, pero toman forma de cuerpo», detalla Ferrani. «Están diseñados en un plástico de baja densidad, suave y termoconductor. Convenientemente lubricado y con la temperatura adecuada (por eso, algunos tienen calentadores), no digo que te vayas a confundir, pero casi casi parece que tocas piel humana».