Si paseas por Lisboa y ves un anciano con las manos manchadas de pintura corriendo delante de los municipales, no te asustes. Probablemente esté detrás de la escena una plataforma llamada Lata65.
«El objetivo es acercar a los menos jóvenes a una forma de expresión habitualmente asociada con los jóvenes», esgrimen los portavoces de la organización sin ánimo de lucro. En román paladino, están enseñando a señores de la tercera edad a manejarse con los esprays para aprender a hacer grafitis.
A través de talleres, los canosos asistentes se empapan de la historia del arte urbano y hacen sus propias plantillas y etiquetas. Solo cuando ya saben controlar el aerosol con destreza se les pide que incorporen su trabajo a los murales de la ciudad.
«Es una manera de demostrar que la edad es solo un número», dice el portavoz, «que conceptos como el envejecimiento activo y la solidaridad entre las generaciones cobran cada día más sentido. Pensamos que el arte urbano tiene el poder de estimular, promover y mejorar la democratización del acceso al arte contemporáneo, la sencillez y la naturalidad con la que llega a los distintos grupos de edad».
Con esas, en su primer taller a principios de junio, pusieron a un grupo de señores y señoras a los esprays para dejarles enchufar años de experiencia de vida en las paredes lisboetas. Nadie tuvo duda de querer volver a repetir la experiencia.
«Se presentó como un taller impartido en un entorno de trabajo totalmente relajado, ideal para el aprendizaje en una gran variedad de técnicas de intervención en las calles, y en trabajo directo con algunos de los mejores artistas urbanos de hoy», dice el portavoz. Considera que «es conveniente presentar a estas generaciones nuevas actividades y nuevas técnicas como una forma de escapar y romper rutinas, generando calidad, alegría y bienestar en sus vidas».
La arquitecta lusa Lara Seixo Rodrigues, también promotora del Woolfest (Festival de Arte Urbano de Covilhã) junto a Cowork Lisboa (una plataforma de trabajo de LX Factory), son los promotores de esta iniciativa. El nombre lo eligieron por el juego de palabras de suscitaba lata, que además de significar bote en portugués (como el de las pinturas), viene asociado a la expresión «no tener lata (vergüenza)». Por lo tanto, desvergonzado.
Cada abuelo tiene su tag. No vaya a ser que otros pintantes de la ciudad vayan a quedarse con la duda de quién firma eso. «Los viejecitos se convierten en niños otra vez y miran de una manera diferente a la ciudad en la que viven», decía Seixo a la prensa cuando presentaban los primeros trabajos callejeros de su grupo de octogenarios rebeldes. «La intención, en definitiva, es que nuestros mayores vuelvan a divertirse y a sentirse vivos».
La abuela pinta grafitis
