Aunque sean cosas que debieran estar superadas en 2015, lo cierto es que aún se arrastran tics decimonónicos. Por ejemplo, el que, con más o menos consciencia, empuja a juzgar un mensaje dependiendo de la persona que lo emite y no del mensaje en sí.
No es raro, por tanto, que cuando un monstruo extraterrestre de aspecto feroz habla acerca de identidad regional, economía o creatividad, se recele de primeras. Vencido el obstáculo visual, lo que queda es el mensaje de Michael Bishop, doctor en Música por la Universidad de Richmond y la persona que se esconde bajo el disfraz de Blothar, actual cantante de la banda de metal GWAR.
Los monstruos tienen historia y GWAR tiene una historia peculiar. Como contó su cantante en una conferencia hace pocas semanas en TEDxRVA, en Richmond, se supone que GWAR está formado por extraterrestres enviados para conquistar la Tierra. Esperaban su momento congelados en la Antártida hasta que el exceso de uso de laca en aerosol por parte de las bandas de glam rock de Los Ángeles —Ratt, Poison o Motley Crue— contribuyó al calentamiento de la atmósfera provocando la descongelación de estos seres. Fue ahí cuando se montó el pitote. ¿Qué pitote? Este.
Bishop contó en su conferencia (que descubrimos en Upworthy) que, más allá de la delirante historia que sirve de base argumental a la banda, GWAR reivindica su identidad regional, su origen en Virginia. Además, señala que la banda es un vórtice de creación que aglutina a artistas de toda la zona. GWAR es pues una entidad de creación colectiva cuyo ADN viene condicionado por la situación en el mapa.
«La banda refleja la historia, la cultura e incluso la geografía de Richmond. GWAR fue el producto de la música underground y de la comunidad artística de la ciudad a mitad de los años 80. Es un colectivo de músicos y artistas que trabajan unidos para crear algo con significado», cuenta Bishop.
El musicólogo amplía aún más el anillo ya que afirma que a ese colectivo, «al que llamamos Slave Pit», también suman sus aportaciones «docenas de bandas y artistas que convierten a GWAR en un producto de la comunidad underground de Richmond».
El músico cita a la Escuela de Artes de la Virginia Commonwealth University como el lugar sin el cual la banda no existiría. Sin embargo, condiciona esa aparición al rechazo que sus miembros tenían a ese castrador lugar.
Hunter Jackson y David Brockie se mudaron a la ciudad para estudiar allí. Explica Bishop que, en cualquier caso, no se conocieron en la escuela sino en el lugar al que acudían para evitar ir a clase, el Richmond Dairy, «una especie de hub de la comunidad artística independiente de la ciudad». Ahí es donde la banda encontró sus primeros espacios para ensayar. «Allí nos podíamos costear la creación de arte, tener un estudio», señala el cantante.
En un distrito deprimido y azotado por la criminalidad encontraron el caldo de cultivo para abordar la creación a través de la ira y la destrucción que expele el sonido de GWAR. Bishop dice que nada de eso habría ocurrido sin esas lamentables condiciones. «Las dañinas políticas de los ochenta que reducían las viviendas protegidas, la ausencia de inversión y los traslados desde el centro de la ciudad a los condados concentraron la pobreza en ese centro de la ciudad. Esos factores sostuvieron la fundación de GWAR».
El estadounidense señala que hay algunas dinámicas de raza, clase y poder en la ciudad que la banda, con su discurso, pone sobre la mesa. El grupo alimenta su discurso con una reflexión acerca de la esclavitud situándola como temática central de su historia. Se trata de un tirón de orejas al pasado de la ciudad y del estado pero, sobre todo, de la devoción incondicional a las distintas maneras de creación del arte.
Todo el mundo muere
Michael Bishop explica que sus directos son también un desafío a la sociedad. La visión de lo que les rodea ha cambiado mucho desde la fundación de la banda, hace unas tres décadas. En aquella época, las explicaciones que alguien tenía que dar acerca de lo que hacía en escena eran mucho menores. La corrección política no había invadido tantas parcelas de creación y se separaba con mucha más nitidez la realidad de la ficción.
Ahora, GWAR saca a un redneck armado al escenario, a un profesor de arte de su antigua universidad o figuras religiosas. Todos mueren. «Sacaríamos a cualquiera que blandiese un cetro moral y lo mataríamos. Pero GWAR no es real. GWAR nunca ha matado a nadie». Y el problema es que, en los tiempos que corren, hay que aclararlo.
Bishop explica que David Brockie —antiguo cantante de la banda fallecido en 2014 por sobredosis— solía mencionar la narrativa de muerte y destrucción que ha acompañado a Virginia desde hace algunos siglos.
En ese contexto, con una economía que en su momento se basó en la esclavitud o el tabaco, con la sangrienta Guerra Civil, con los problemas raciales o la crisis económica, «GWAR parece lo menos peligrosos que le ha ocurrido a la ciudad», afirma el músico.
La banda es lo que es gracias a su entorno. «GWAR nunca ha matado a nadie. Lleva el nombre de Richmond por todo el mundo. GWAR va de energía creativa, de personas uniéndose para crear algo».