Una máquina para estar en el cuerpo de otro

Para empezar, una palabra rara: «solipsismo». O la creencia de que la única certeza del individuo es la existencia de su propia mente. A partir de esta premisa, postula el solipsismo que todas las cosas (los objetos, las tendencias, las personas de su universo) son solo emanaciones que surgen del interior.
Enfrentados a este ombliguismo, Be Another Lab, un grupo de investigadores afincados en Barcelona, propone una alternativa: La Máquina de Ser Otro, un artilugio con el que, dicen, puede verse el mundo con ojos ajenos y adoptar en carne propia cualquier identidad.
Imaginad el transformismo: de repente el color de vuestra piel es distinto al habitual. O vuestras piernas son mucho más largas que ayer o al bajar la vista hasta el pecho comprobáis que tiene las formas del sexo opuesto. Os miráis al espejo y no os reconocéis, pero perdura la certeza de que sois vosotros.

¿Es ciencia ficción? No: pura ilusión. La Máquina de Ser Otro pone en marcha la magia a través de una performance basada en realidad virtual, donde unas sofisticadas gafas inmersivas, webcams, auriculares y un sistema de servomotores habilitan el intercambio de cuerpos.
En la práctica el procedimiento es sencillo. Una de las (dos) personas que interviene en el experimento se acopla el dispositivo en la cabeza y recibe las imágenes de la cámara que el segundo sujeto lleva incorporada en otra ubicación. Y entonces empieza la ficción. Para reforzar el efecto de la simulación se usan también estímulos táctiles, motores y sonoros, como la voz –pregrabada- que reproduce el pensamiento original vinculado a cada objeto o movimiento. Como si alguien estuviera hablando dentro de la propia mente.
Inquietante y, a la vez, el sueño de siempre hecho realidad. El juego se ha puesto ya en marcha en varios experimentos: en Dancing on the feet (Bailando sobre los pies) la máquina anulaba temporalmente las discapacidades físicas (la participante danzaba erguida cuando su rutina es siempre una silla de ruedas) o, al revés, en Functional Diversity Exchange (Intercambio de la diversidad funcional) planteaba limitaciones en el cuerpo a varios bailarines.

En The girl with red tears (La chica con lágrimas rojas), por fin se encogía la distancia entre generaciones: una madre se ponía en el lugar de su hija adolescente para observar su vida en primera persona. Y en Gender Swap (Cambio de género), el de más impacto mediático, los participantes aceptaban alterar virtualmente su sexo. En el vídeo que registra esta performance ella mira con esmero debajo de sus calzoncillos; él revisa curioso qué es eso de tener vacía la entrepierna.

Pero este canje de cuerpos no busca solo satisfacer la curiosidad (no), sino sobre todo promover la empatía entre los individuos de diferentes contextos sociales, culturales e ideológicos. La Máquina de Ser Otro se aplica con éxito en investigaciones de identidad de género, de respeto mutuo o teoría queer. Quiere engañar al cuerpo para que sea consciente de que «en realidad», dicen, «todos somos parte de un gran sistema».
Y para que llegue a las máximas manos posibles, el equipo de BeAnotherLab ha hecho de su herramienta de bajo coste esté disponible en código abierto para que se pueda usar en iniciativas sin ánimo de lucro. El proyecto se inspiró en estudios sobre embodiment (empatizar con el otro compartiendo sus experiencias corporales) de instituciones como el Group Ehrsson del Karolinska Institutet de Estocolmo, y de Event Lab, el Laboratorio de Ambientes Virtuales de la Universidad de Barcelona; ha sido varias veces premiado (recibió el Laval Virtual Award o el Prix Ars Electronica, entre otras distinciones); y ha dado la vuelta al mundo en conferencias para importar las posibilidades infinitas de su creación. Infinitas.
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En Barcelona, estuvieron el fin de semana pasado en el Internet Age Media Weekend, un escaparate de las innovaciones que trazarán el futuro de la comunicación. Allí, en un vis-à-vis con el mexicano Marte Roel, uno de sus (seis) investigadores, preguntamos: si pudieras ver el mundo con los ojos de otro, alguien de cualquier lugar o –una vuelta más de tuerca- de cualquier época, ¿a quién eligirías?
Y lo primero que hizo Roel fue mirar al techo y reflexionar. Lo segundo, mencionar al que es probablemente el genio más popular del siglo XX, Albert Einstein. El motor de su decisión fue, contra todo pronóstico, una sutil curiosidad: «me intriga su gran capacidad intelectual, pero sobre todo averiguar cuáles eran sus reacciones emocionales en su dinámica de pareja». Más íntima fue su siguiente elección: «Mi padre. Querría estar en los zapatos de mi padre. Quizás porque murió y lo echo de menos. O quizás para entenderlo mejor porque parecíamos tan distintos, aunque en el fondo, éramos tan similares…».
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Yorokobu es una publicación hecha por personas de esas con sus brazos y piernas —por suerte para todos—, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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