La neutralidad de internet

No sé si os acordáis del fax. Yo sí. En los 80 no eras nadie si no lo tenías en tu empresa.
– ¿Me la mandas por fax?
– No tengo.
– López, necesito esa lista de precios para hacer un presupuesto urgente.
– Te lo puedo mandar en un sobre, por transportista, mañana mismo lo tienes…
– Déjalo, será demasiado tarde.
López se quedó sin una venta, quizás incluso sin el cliente, y acabó comprando el fax.
Cuando la explosión de la cosa, era de pobres usar el mismo número para el fax que para el teléfono. La mayoría tiraba la casa por la ventana y pedía una línea telefónica sólo para el fax. Y qué bonito quedaba en la tarjeta: «Fax (93) 12 34 56» –sí, con el prefijo provincial entre paréntesis… así eran los 80. Y en el papel de cartas, las facturas, el rótulo y la furgoneta. Tenías muchas ganas de decirle a todo el mundo que tu empresa tenía fax. Lo hacías para conseguir esos clientes que no podían esperar la lista de precios en un sobre por transportista. Y vale, también para hacerte el chulo. Desde el primer momento, como un campeón:
– ¿Telefónica? Hola, le llamo para pedir una nueva línea telefónica. Sí, es para el fax.
Gran fallo. Las chulerías se pagan y Telefónica te cobraría 1000 pesetas extra, todos los meses, por esa línea. El concepto era «servicio de fax», y no existía porque no hacía falta absolutamente nada para que cualquier línea telefónica sirviese para enviar y recibir fax. De hecho, la única complicación técnica consistía en evitarlo. Pero no entraremos en detalles técnicos; la cuestión importante es que la gente se dio cuenta y ocultaba sus intenciones:
– ¿Telefónica? Hola, le llamo para pedir una nueva línea telefónica.
– ¿Para el fax?
– ¡Jamás! En nuestra empresa somos muy tradicionales. Enviamos las listas de precio con un señor a caballo para que se las cante al cliente.
Y hala. 1000 pesetas que te ahorrabas cada mes, que no era ninguna tontería: 2 gintonics –pero no estaban de moda… así eran los 80.
En Telefónica se mosquearon ante la bajada de contrataciones del «servicio de fax» y pusieron personal para lo que ahora viene a ser un Big Data: recoger y cruzar datos. Buscaban números de fax por todas partes para adjudicarles la cuota de 1000 pesetas. Leían todas las tarjetas, las cartas, facturas, rótulos y furgonetas. Incluso hacían llamadas a todas las líneas contratadas para saber si contestaba un fax.
Hasta que un día –no sé cuál– la cuota por el «servicio de fax» desapareció. Tampoco sé por qué motivo, pero basta decir uno: fraude. Lo era, porque no existía ninguna razón técnica para que cualquier línea telefónica pudiese enviar fax sin hacer nada.
Eso mismo sucede en los 2010 –todavía no sé decir «los 10». Se llama neutralidad de la red y es otro fraude. Quieren que pagues más por algunas cosas en internet, como descargas o ver vídeo.
Si te parece claro el fraude del «servicio de fax», que no te quede ninguna duda con internet: no existe nada por lo que tengas que pagar más todavía. Toda la dificultad técnica consiste en hacer que la red deje de ser neutral, porque internet es libre y quiere seguir así.

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