La originalidad estรก sobrevalorada

En 1967 Guy Debord publica La sociedad del espectรกculo sin que Raphael o Paul McCartney tuvieran noticia de ello. Probablemente George Martin y Brian Epstein tampoco leyeron aquel manifiesto que Debord, sin embargo, debiรณ escribir pensando en todos ellos.
Cuenta Debord que la sociedad de su tiempo- que sigue siendo la nuestra- necesita la producciรณn industrial del espectรกculo para engendrar en sus consumidores -todos nosotros- la sensaciรณn de vida completa y realizada fuera del tiempo que dedicamos al trabajo.
Esta es la sociedad del espectรกculo, la industria del entretenimiento que requiere de รกvidos consumidores, prolรญficos productores y productos siempre frescos para mantener su cadena y cumplir su funciรณn. Que los productos sean siempre frescos podrรญa traducirse como que sean siempre nuevos, que sean distintos a los ya comprados: que sean originales.
Todos queremos lo nuevo, lo diferente, lo sorprendente. Nadie quiere consumir lo mismo que lleva consumiendo toda su vida. Toda su vida o el รบltimo aรฑo, que las vidas -comercialmente hablando- se han hecho muy cortas en estos tiempos.
ยฟPuede ser la originalidad una estrategia de marketing de la sociedad del espectรกculo? Yo creo que sรญ. Atendiendo a la Historia del Arte, no es hasta las vanguardias cuando se comienza a valorar la originalidad como diferencia entre la obra contemporรกnea y la precedente, entre la obra de un autor concreto y la de los demรกs.
Antes de eso, los autores recurrรญan formalmente a los mismos temas, vertiendo cada uno su propia interpretaciรณn sobre ellos. La diferencia y la evoluciรณn consistรญa en cambios tรฉcnicos o de planteamiento. De modo que Arcimboldo no era mรกs que un retratista o un pintor de naturalezas muertas y El Bosco era un paisajista ascรฉtico, pero paisajista al fin y al cabo. Para ellos y para su pรบblico la originalidad -tal y como nosotros la entendemos- no era un valor en sรญ mismo, sino una consecuencia lรณgica del propio proceso creativo.
La cultura popular tardรณ unos aรฑos mรกs en asumir esta ruptura entre creaciรณn y originalidad. Muchas de las voces referenciales de la mรบsica popular del siglo XX jamรกs compusieron un tema propio y basaron su รฉxito en temas de otros, es el caso de Frank Sinatra, Shirley Basey, Raphaelโ€ฆ Incluso los grupos cuya obra era original, recurrรญan de vez en cuando a temas estรกndar en busca de mayor afecciรณn de un pรบblico poco versado en lo novedoso.
Esto comenzรณ a dejar de ser asรญ en la dรฉcada de los 60 cuando la industria se dio cuenta del filรณn que suponรญa aquella generaciรณn de la posguerra mundial que por entonces rondaban los 20 aรฑos y tenรญan dos cosas que sus padres no tuvieron: dinero para gastar y ausencia de obligaciones. Allรญ comenzรณ la Era Pop y tambiรฉn comenzรณ un desafuero -no solo musical- por presentar estรฉticas ya inventadas como oscuros fetiches de la modernidad. Sin embargo en ese mismo comienzo de lo Pop, el Arte comienza a volver sus ojos hacia lo industrial, lo serializado y lo estรกndar. Quizรก artistas como Roy Lichtenstein, Andy Warhol o Robert Dowd ya se habรญan dado cuenta de la broma que suponรญa la originalidad. O quizรก pensaron que era el momento de comenzar a hacer caja, del mismo modo que lo hacรญan otras industrias de su tiempo.
No sรฉ si Debord estarรญa de acuerdo en esto conmigo, pero me temo que lo realmente oscuro es de dรณnde nace la originalidad y dudo mucho que pensase cuando escribรญa su Sociedad del espectรกculo, que aquello sรญ podรญa ser un texto original. Lo que probablemente Debord desconocรญa (y esto es cierto) es que Raphael tomo la ยซphยป de su nombre de la discogrรกfica que le lanzรณ a la fama: Phillips. Una magnรญfica metรกfora de hasta dรณnde se imbrican producciรณn, capital y consumo en la sociedad del espectรกculo que nos ha tocado vivir. A Debord le hubiera encantado.

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#142 Primavera / spring in the city

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Patrick Thomas

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