La orina del arquitecto


Desde que Concha Velasco confesaba en un spot que sufrรญa โ€œpรฉrdidasโ€, parece que ese sรญndrome se ha apoderado de toda la parrilla televisiva. Es manifiestamente injusto que los hombres no se vean nunca obligados a efectuar ese tipo de declaraciones. ยฟImaginan a Antonio Banderas o Daniel Craig quejรกndose de sus gotitas incontrolables?
A nadie le han pasado desapercibidas las enormes colas que se originan en los aseos de seรฑoras, que miran con envidia cรณmo los caballeros entran y salen rรกpidamente de los urinarios, mientras ellas han de aguardar durante interminables minutos. La razรณn es simple, y podrรญamos llamarla fisiologรญa diferencial. Los hombres pueden orinar de pie, y sacudirse el muรฑequito al terminar la micciรณn.
Esta antihigiรฉnica prรกctica estรก avalada porque a los hombres no se les ofrece un sencillo dispensador de papel. Desde que Marcel Duchamp los inmortalizara en su famoso ready made titulado โ€œLa fuenteโ€, estos ingenios de cerรกmica vertical forman parte de nuestras noches en los bares, pues es bien sabido que nadie tiene un urinario en su propio domicilio.
Este cronista se ha tomado la molestia de poner nombre y apellido a las cinco arquitectas mรกs influyentes del mundo, y averiguar si habรญan introducido, como mujeres, algรบn alivio estructural en los aseos. Es decir, los de seรฑoras deben ser mรกs grandes que los de caballeros, y permitir a un nรบmero de usuarias muy superior ocupar los cubรญculos, debido a el tiempo que les lleva la operaciรณn.
Pues de este pequeรฑo estudio, realizado con obras de Zaha Hadid, Eileen Gray, Winka Dubbeldam, Michelle Kaufmann y Kazuyo Sejima se desprende que las arquitectas continรบan perpetuando esa desigualdad provocada por las multitudes. Esto es especialmente flagrante en los WC de lugares muy grandes o con aglomeraciones puntuales de masas de personas, como auditorios, estadios o centros de convenciones.
Recuerdo los aseos de la mรญtica y ya desaparecida The Tunnel en Nueva York. Los aseos eran tan grandes que dentro habรญan instalado una barra para pedir copas, atendida por un par de camareros. Eso sรญ que era modernidad.
En paรญses mรกs frรญos, curiosamente encontramos urinarios masculinos metรกlicos que no tienen ninguna separaciรณn entre usuarios. Cuando alguna mujer se aventura y descubre cรณmo hacemos pis sus congรฉneres masculinos se horroriza. La falta absoluta de intimidad y de higiene es aterradora, pues es preciso dirigir el chorrito amarillo a un rรญo comรบn que recoge los lรญquidos de todos los demรกs, donde flotan bolitas de paradiclorobenceno que encima irritan las vรญas respiratorias.
Pero no es solo ese el reproche que puede hacerse a los arquitectos. En el biopic โ€œEl aviadorโ€ (Martin Scorsese, 2004), Leo DiCaprio interpretaba al desequilibrado millonario Howard Hughes. Le horrorizaba salir de un aseo y tener contacto con el picaporte para poder salir. ยฟA nadie se la ha ocurrido un sistema universal, un pedal, quizรก u otro mecanismo para no tener que tocar lo que todos los demรกs han tocado despuรฉs de tocarse?
La lรณgica es aplastante, pero ni diseรฑadores de interiores ni los tรฉcnicos sanitarios parecen tener mayores problemas en obligarnos a manosear todos esos gรฉrmenes genitales despuรฉs de (supuestamente) lavarnos las manos.
Para terminar, alguien deberรญa prohibir esas pegatinas tan agoreras que hay situadas estratรฉgicamente a la altura de los ojos, diseรฑadas para ser leรญdas mientras nuestras manos estรกn ocupadas ahรญ abajo, y que contienen un telรฉfono y dos palabras:
โ€œPiel โ€“ Venรฉreasโ€.
Antonio Dyaz es director de cine
Foto: Cade Buchanan reproducida bajo licencia CC

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#142 Primavera / spring in the city

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Yorokobu es una publicaciรณn hecha por personas de esas con sus brazos y piernas โ€”por suerte para todosโ€”, que se alimentan casi a diario.
Patrick Thomas

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