La biografía de alguno de ellos contiene ciertos paralelismos con la del mismísimo John Rambo. Veteranos de guerra que al regresar del campo de batalla se sienten excluidos por la sociedad y el Gobierno por el que han combatido. Tanto como para no poder reincorporarse a la vida normal de ciudadano medio de su país que habían llevado antes de su experiencia marcial. La calle, lugar de paso para el resto de la gente, es donde ahora encuentran su único cobijo.
Pero en Skid Row hay otras muchas historias. Más de 2.000, probablemente. Algunas imposibles de conocer porque sus propios dueños las olvidaron. La bebida, las drogas o una combinación de ambas causaron parte de tales desmemorias. Otras son fruto de trastornos mentales. Y puede que la propia voluntad de algún que otro indigente propicie cierta amnesia selectiva.
Sin pasado y sin importarles demasiado el futuro, los mendigos del barrio angelino de Skid Row se aferran al manillar de sus carritos para llevar de un lado a otro sus enseres. La imagen forma parte del imaginario colectivo gracias al cine y a la TV. Muchas de esas series y películas fueron rodadas muy cerca de allí, en Hollywood.
Las desproporcionadas dimensiones de Los Ángeles no es lo único que posibilita que dentro de ella puedan convivir realidades tan distintas como la que gira en torno a la industria del cine y su glamur, y la del gueto de Skid Row. «En algún momento de su historia, el pueblo estadounidense ha perdido la conexión con su conciencia social, su compasión hacia el resto de la humanidad. Hemos descuidado nuestra responsabilidad social y por eso ahora nos encontramos con una crisis humanitaria en todo el país».
El grafitero Skid Robot se muestra perplejo ante una sociedad que, en lugar de ayudar a los que viven en la calle, los criminaliza. «Tanto los políticos estadounidenses como la gente de a pie deberíamos avergonzarnos por esta situación». Al menos a él sí le avergüenza. Ese sentimiento fue el que le llevó, una noche, a coger sus aerosoles y vaciarlos en la pared junto a la que descansaban varios sintecho. Sobre sus cabezas dibujó cabeceros de cama, dormitorios enteros, nubes que representaban sus posibles pensamientos…
Era su forma de denunciar la situación de todos ellos. «Mediante el arte es posible generar un diálogo para tratar de solucionar la pobreza extrema». Con sus dibujos, el grafitero pretende arengar a todos aquellos que quieran sumarse a la «revolución global de la compasión y la buena voluntad» para acabar con la lacra de la indigencia tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo.
«Esa revolución la inició hace tiempo gente que dedica su tiempo y su dinero a ayudar a los empobrecidos». Entre ellos, Skid Robot cita a Lava Mae y su servicio de ducha móvil con la que los que no disponen de hogar pueden asearse a diario. ‘Con la higiene viene la dignidad. Con la dignidad, las oportunidades’, reza su lema.
El dibujante tampoco se olvida de Laundry Love, de Unfuck The World, lavandería donde los jóvenes sintecho de Hollywood pueden lavar su ropa completamente gratis; o de los contenedores de basura que Gregory Kloehn transforma artísticamente para reconvertirlos en pequeñas ‘soluciones habitacionales’…
«Estos son solo algunos ejemplos de ciudadanos que tomaron la iniciativa para tratar de generar un impacto positivo en torno a los más necesitados. Podemos hacernos una idea de los cambios que podrían lograrse a escala mundial si todos y cada uno de nosotros actuáramos al unísono…».
Mientras la población mundial se piensa si participar o no de esa revolución humanitaria, Skid Robot sigue dibujando grafitis para los homeless. Se vale de la nocturnidad, casi por inercia, aunque al principio eso le acarreó problemas. «En alguna ocasión he despertado sin querer a alguna de estas personas con el ruido de la lata». Eso ya no ocurre porque Skid Robot prefiere hablar con ellos antes de dibujar y explicarles el contexto y el porqué de sus grafitis. «A casi todos ellos les encanta la idea y les gusta participar en él. Ninguno hasta la fecha se ha mostrado molesto. Lo que les enoja es que les graben o les fotografíen sin su permiso», asegura.
Avalado por la gente de Skid Row y por sus amigos («ellos fueron los primeros que vieron los grafitis»), Skid Robot acaba de inaugurar campaña en Kickstarter. Con ella pretende recaudar fondos para costear el material con el que seguir dibujando. Pero también para conocer a más personas sin hogar a lo largo y ancho del país, saber de su historia y poder ilustrar sus pensamientos. «En Estados Unidos hay más de 600.000 personas que se encuentran en esta situación y se calcula que unos 46.000 de ellos son menores no acompañados». Un libro y un documental que recojan las historias de algunos de ellos y las ilustraciones de Skid Robot forman también parte del proyecto. «Hemos creado camisetas, stickers, imanes y ediciones limitadas de fotos para los patrocinadores». Aunque estos son solo los frutos materiales de la campaña, asegura. «Participar en ella no consiste en financiar un documental o un libro, sino participar de un movimiento social que pretende erradicar la pobreza. La campaña de crowdfunding es solo el primer paso».