No nos engañemos. Su existencia no se limita al verano. Incluso en los meses más fríos, cuando las horas de luz se acortan por los extremos, de vez en cuando nos las podemos arreglar para marcarnos una. Pero sin duda, su momento estelar se produce durante los meses del estío, cuando puede uno permitirse dedicarle tantas horas como haga falta. Se trata de la siesta. Aunque en este caso pueda sorprender porque la siesta que nos ocupa no se parece a ninguna de la que hayamos oído hablar.
UN BOTIJO PARA EL NUEVO MILENIO
La Siesta de la que hablamos nace de la mano de los diseñadores Héctor Serrano, Racky Martínez y Alberto Martínez. Y más que a un pegaíto rico de un sábado de sobremesa, se parece al hijo que tendrían un botijo y una botella de agua. Porque ese es, básicamente, el concepto. Un objeto concebido cuando el trío de diseñadores estudiaba en el Royal College of Art de Londres a finales de los 90. En palabras del propio Héctor Herrero, «pensamos que por qué no mezclar dos cosas completamente opuestas pero que comparten funcionalidad». La Siesta es «una reinterpretación contemporánea de un objeto tradicional». Que surgió, en parte, del exilio de los diseñadores en Londres. «Una metáfora de nuestra propia vivencia y experiencia al trasladarnos de España a vivir y estudiar en Londres».
La botella de agua de plástico como epítome del consumo de agua moderno y las costumbres globalizadas, y el botijo como homenaje a una de las creaciones españolas más pintorescas. Pero también revolucionarias. Una invención que se estima puede tener más de 3.500 años (el resto arqueológico más antiguo encontrado en España procede de la necrópolis de Putarrón Chico, en Murcia) y que, a pesar de no ser más que un mero recipiente de barro poroso, «mantiene el agua fresca incluso en altas temperaturas».
En el fondo, La Siesta ofrece la creación de un objeto que combina elementos diferentes, procedentes de culturas diferentes, separadas en el espacio, pero también en el tiempo. «Un objeto icónico con el que beber y servir el agua de una forma diferente». Y sobre todo, manteniendo el diseño como elemento fundamental. «El reto era ser fiel a la idea de fusión, haciéndolo de una forma equilibrada para que se entendiese la idea de forma natural y sencilla. Que el objeto hablase por sí mismo pero sin chillar». El nombre, por supuesto, puede rastrearse también en las raíces españolas de sus diseñadores, «sinónimo de algo muy mediterráneo, muy reconocible y auténtico que representaba bien nuestra reinterpretación del botijo».
La Siesta mantiene elementos tradicionales del botijo con otros que no lo son tanto. Funciona de la misma manera que el botijo de toda la vida, es decir, mantiene el pitorro y se bebe escanciando el agua a cierta distancia de la boca. Pero la forma está completamente renovada y se presenta en una batería de colores que poco tienen que ver con el del barro poroso utilizado tradicionalmente. No enfría el agua, como se le pedía a los botijos de antaño, más propios de la tierra del campo que de la encimera de la cocina. Es, a todos los efectos, una botella de agua renovada. Claro que, hoy en día, casi todos podemos limitarnos a meterla en la nevera.
LA SIESTA EN 2022
Hoy La Siesta forma parte de la oferta de productos de la empresa valenciana Gandía Blasco como parte de su marca Diabla. La empresa, de profundas raíces mediterráneas, apostó por La Siesta después de que su anterior productor La Mediterránea decidiese retirarla de su catálogo. Gandia Blasco es una de las empresas que ofrecen apoyo institucional a la Capitalidad Mundial del Diseño Valenciana en este 2022. En el contexto de esta última, La Siesta fue seleccionada para ocupar el World Design Spotlight este mes de junio.
La Siesta es ya un diseño reconocido internacionalmente con más de 20 años de recorrido, que en palabras de uno de sus creadores, «ya se encuentra en libros de historia de diseño y que ha estado presente en numerosas exposiciones».
Es posible que no sea la siesta a la que estamos acostumbrados. En realidad, hemos pasado la mayor parte de nuestros veranos sin ella, pero quizá, a partir de ahora, tengamos que tenerla en cuenta. Aunque solo sea para tenerla fresquita al lado cuando nos echemos una de las otras. Porque con lo que aprieta el calor en verano después de comer, quizá lo que nos haga falta sea, precisamente, otra siesta.