La universidad del porro

26 de marzo de 2014
26 de marzo de 2014
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Uruguay, Colorado, Washington, los alrededores del Görlitzer Park de Berlín… En el último año puntos tan dispares han quedado unidos por una línea en la que ya estaban Holanda, Portugal, Bélgica o Praga: la tendencia a la normalización o despenalización de la marihuana no ya para uso médico, sino para simplemente echarse un porro y unas risas. Eso sí, con resultados desiguales. Mientras que la iniciativa berlinesa está en la cuerda floja, se calcula que solo en el Estado de Colorado el cannabis generará a lo largo de 2014 unos 208 millones de dólares. Y alguien tiene que suministrar semejante cantidad de hierba. La ‘universidad’ de Oaksterdam, en California, ofrece desde 2007 la formación más adecuada para adentrarse en este negocio.
Desde el Golden State, Dale Sky Jones, la actual rectora de este centro no reglado, habla al teléfono en susurros. Oaksterdam ofrece desde seminarios de fin de semana hasta cursos semestrales en los que, antes de enseñar cómo cultivar las plantas, cocinar con marihuana o levantar un negocio verde, dan una primera clase ‘sobre legalidad’. «Tienen que entender sus derechos y responsabilidades, que hay riesgos personales, que puedes perder a tu familia, tu casa, tu trabajo, tu vida…», explica mientras acurruca en sus brazos a su retoño recién nacido, al que se le escucha de vez en cuando gimotear a través de la línea.«Hay gente que acaba en la cárcel tras entrar en esta industria y si encuentran una planta en tu armario, los servicios sociales se pueden llevar a tus hijos».

La propia Oaksterdam es un ejemplo perfecto. Fundada en 2007 por el activista Richard Lee, la institución es el primer intento en el mundo de dar una educación superior a interesados en entrar en la industria cannábica. Para abril de 2012, habían pasado decenas de miles de alumnos y tenía más de cien profesores. Varios negocios, como un museo y un dispensario de marihuana medicinal, se habían erigido en torno a la escuela. Entonces llegó la gran redada.
Agentes de los US Marshals, la DEA y el equivalente estadounidense a Hacienda «entraron, lo cogieron todo y lo rompieron», explica Jones, que ha calificado esta acción policial en otras entrevistas como «un incendio o una inundación, solo que en lugar de ser un acto de Dios era del Gobierno federal». Entre los objetivos estaba el hogar del propio Lee, que dimitió como cabeza de Oaksterdam dejando su puesto a Jones. Dos años después no se han presentado cargos contra nadie pero la escuela no ha vuelto a ser la misma, empleando a menos de veinte personas.
«Es la locura de la marihuana», bromea Jones, «puede causarte esquizofrenia, pero desde luego no por fumarla». Aunque algunos Estados hayan aprobado su uso recreativo —«preferimos decir de uso adulto», apunta la rectora— y más de veinte, su papel como paliativo del dolor, el Gobierno federal estadounidense sigue considerándola una sustancia capaz de crear adicción, prohíbe la experimentación y administración médica y está listada junto a los opiáceos, el MDMA o el GHB.
Esta problemática afecta a los negocios. Primero, aunque bajo el primer mandato de Obama se hayan llevado a cabo 153 juicios contra productores de marihuana medicinal, casi tantos como los 163 en los ocho años de Bush Jr., se desconoce si bajo otra Administración la relativa manga ancha que están teniendo estas iniciativas, que se han multiplicado en los últimos años, quedaría cortada. El primer presidente negro ha declarado que la marihuana no es más perniciosa que el alcohol y el segundo de la fiscalía general estadounidense, James M. Cole, mandó un memorándum a sus filiales en cada Estado en el que ordenaba no centrar sus limitados recursos en actividades relacionadas con la marihuana si estas están dentro de la legalidad local.
Segundo, los bancos estadounidense no se fían y no prestan ni dinero ni servicios a estos negocios, médicos o recreacionales. Tienen miedo de ser acusados de lavado de dinero bajo parámetros federales y aseguran que, hasta que no sea totalmente legal o se les dé más garantías, estarán fuera. Mientras, la industria cannábica estadounidense generó en 2013, según su patronal, más de 1.500 millones de dólares, y todo este dinero se ha tenido que mover en metálico, con los riesgos —robos, opacidad fiscal— que conlleva tanto para la empresa como para sus trabajadores. Eric Holder, fiscal general de EE UU, declaró este enero que deberían tener acceso al sistema bancario y ahora los ojos están puestos en los ingresos fiscales que se derivarán de la venta de marihuana recreacional en Colorado.
Para sus defensores, la legalización del cannabis no solo traería beneficios fiscales. «Primero, haríamos que el producto estuviera alejado de los cárteles violentos de la droga, ya que ahora los únicos que sacan beneficios son los criminales, a los que no les importa venderle a un niño», argumenta la rectora Jones. «Se podrían poner reglas y decidir dónde, cuándo, a qué horas, a quién… y la gente no tendría que acercarse a un mercado de droga dura para lograr un poco de hierba». Otra ventaja que se apunta es la penitenciaria ya que en las sobresaturadas cárceles estadounidenses «gran parte de los varones jóvenes negros ingresan por un primer cargo de pequeñas cantidades de hierba y luego entran en un círculo vicioso en el que no pueden conseguir una casa, un préstamo, un trabajo…». Sus detractores creen que se manda un mensaje equivocado al legalizar una droga que los cultivadores medicinales tienden a la tentación de hacer negocio con venta a particulares y que se pueden usar los dispensarios y tiendas como medio de lavado de dinero procedente del narco mexicano y colombiano.
«El problema es que no se han cambiado las leyes, solo los políticos; siempre que llega alguien nuevo, la política cambia». «Mientras», se lamenta Jones, «nosotros nos centramos en ser buenos vecinos y ciudadanos».

La Verde España

España es un país líder en Europa en pocas cosas. Una de ellas es en el consumo de drogas, y es tercera, tras Francia y Polonia, en cannabis. Frente a la tendencia mundial de relajación, en España, donde el 80% de los condenados por tráfico de drogas es debido a esta sustancia, se han subido las sanciones. De 300 a 1.001 euros la multa mínima por posesión, hasta un límite de 30.000, se interpreta como un ataque a los clubs de fumadores que han ido surgiendo en los últimos años, tras varias sentencias del Supremo que permiten el consumo colectivo.
En el país no es ilegal consumir marihuana en el ámbito privado y muchas sentencias judiciales no han penado cultivos para uso privado, pero las grandes plantaciones y su comercio si están perseguidas por ley. Pese a esto, es uno de los países de Europa donde más marihuana se cultiva, muchas veces escondida en medio de bosques o en naves industriales. El Ayuntamiento de Rasquera, en Cataluña, votó en referéndum usar algunas de las tierras de este pueblo de 900 habitantes con casi un 50% de paro para plantar marihuana y abastecer a la Asociación Cannábica Barcelonesa de Autoconsumo. La justicia paró el proyecto.
Existe un negocio creciente y ‘legal’ en las tiendas que venden parafernalia y aparejos para cultivar cannabis. Las semillas, por ejemplo, se comercializan como material de coleccionismo y se especifica que no son para uso agrícola, pero claramente tanto el vendedor como el comprador saben que su destino es crecer y dar cogollos. También venden focos, armarios, pipas, cubos y redecillas para tratar de producir tu propio hachís… Semilla Dorada, un establecimiento creado por extrabajadores del sector de la construcción, ha abierto en los últimos años siete franquicias.

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